29 de agosto de 2011

Last Train

Cuando pensamos en hacer el viaje en tren por Europa sabíamos que nos encontraríamos con dificultades, que sería duro en cuanto a trajín y que tendríamos que elegir bien qué visitar de cada sitio dado el presupuesto y el tiempo disponible.

Pero sinceramente, apenas hemos tenido dificultades de ningún tipo, siguiendo la regla de reserva de trenes nada más llegar al sitio nuevo, te puedes olvidar bastante de la incertidumbre de disponer de plazas. Trajín si, pero es lógico si se recorren 4700 kilómetros en tren (sin contar metros ni pateadas diarias) con 12 kilos a las espaldas cada uno entre estaciones y trayectos a pie...y, evidentemente, cuando llegas a tu destino no vale el quedarse parado, el tiempo es finito y queríamos visitar muchísimos sitios sin olvidarnos de disfrutar, ya que al fin y al cabo, son vacaciones!

A pesar de estos aspectos hemos disfrutado mucho de la experiencia. Europa no tiene unos cambios tan brutales como China, India o Japón, eso es lógico, Europa basa su fuerza en la historia, la arquitectura, el arte...grandes nombres, grandes batallas, grandes edificios, historia cruel en su mayoría, sangrienta, de sufrimiento y de alegrías.
La gente que pulula por los países que forman Europa se parecen más entre sí de lo que puede parecer a simple vista, lógicamente adaptada a su país y, salvo quizás Hungría, el más novato en cuanto a democracia, la mayoría poseen parecidas inquietudes (a nadie le es ajena la crisis, el empleo, los estudios, el futuro, la tecnología....) con temperamentos templados según su clima (apreciación personal).
Lugares como Berlín o Amsterdam poseen una mentalidad aparentemente más abierta que la nuestra, aunque en Amsterdam advertimos que la juventud (la local por supuesto) no olvida sus orígenes y forma de vivir.

La historia de Europa es enormidad y aparentemente complejidad pero sin olvidar cierta parte de leyenda, pero poca en comparación con los países que hemos visitado hasta ahora.  Esto es que en países como Japón o China tienen su historia, en mi opinión bastante "lineal", y luego el componente de leyenda cobra mucha fuerza en lugares remotos y es respetado hasta nuestros días por su gente. Es fácil encontrar, por poner un ejemplo, en China un estanque que según la leyenda se creó por la lágrima de un dragón y del que se erigió un templo.

Lógicamente esto es difícilmente creíble, pero en Asia te puedes encontrar cientos de estos lugares, que le dan un componente de fantasía a los lugares y de misterio muy potente. En Europa esto no sucede ya que todo tiene su placa conmemorativa del suceso real.

Nos ha gustado ver otros países cercanos y poder compararlos con el nuestro, además nos ha servido para completar un poco más nuestra "imagen" global del mundo, de la que poco a poco iré recuperando momentos en forma de fotografías.

De nuevo un saludo y gracias a los lectores y no lectores de tal tochazo. Lamento no haber subido ni una maldita fotografía, pero al escribir el diario y con el cansancio acumulado uno no daba para más.



Un saludo!

21 de agosto de 2011

C'est fini Jim

Dejamos la habitación a eso de las 9 y algo, aprovechamos para ducharnos y prepararnos bien ya que no llegaríamos a casa hasta el día siguiente, la experiencia ya hace que uno deje lo que más necesita en la parte superior de la mochila ya que los trenes literas pueden ser muy engorrosos a la hora de moverse. Mejor tenerlo a mano todo.

Nos fuimos directamente a la parada del Louvre en la línea 1. Nada más salir, dimos con digamos la parte trasera del museo, atravesamos un arco y nos topamos con la famosa pirámide de cristal y con su famosa enooorme cola de gente bajo un sol de justicia.

Seguimos los consejos del compi que encontramos en el tren en Polonia. Hay un "mini" Arco del Triunfo justo delante de la pirámide del Louvre, tomamos hacia la izquierda (sin atravesar el arco) y llegamos a una puerta que indicaba "Gates du Lyon", pero nos encontramos con que cerraba los martes y los viernes. Cawuen...nos preguntamos si no existiría otra entrada como esa y cogimos a un chaval de por ahí y nos indicó otra justo al otro extremo, nos dijo que bajáramos unas escaleras y que entraríamos directamente.
Bingo.

Es increíble. El Louvre tiene digamos 3 accesos. Uno por la puerta de Lion tal y como nos comentó el compi, otra por la principal, por la que la gente espera horas para acceder y la tercera es justo desde la entrada principal del Louvre a mano derecha, todo recto, se bajan unas escaleras y se llega a un centro comercial (con tienda Apple incluida, jurl) que da directamente a las máquinas expendedoras de tickets para acceder al Louvre, desde aquí ya se puede acceder a las 3 secciones principales. Richelieu, Denon y Sully, pero con el ticket comprado tan sólo con enseñarlo en un control rutinario te dejan acceder.


Que alguien nos explique la cola para entrar por la pirámide.


En fin, el sitio es enorme, y el mapa es imprescindible así que hay que hacerse con uno cerca de donde venden las audio-guías. Está bastante bien explicada cada sección y hay placas informativas de los sitios más relevantes. Nos han llegado a comentar que hacen falta 3 días para ver todo el museo, no lo dudamos si uno se va parando en absolutamente toda pieza (sobre todo si vas con audio-guía), pero nosotros fuimos viendo, parando donde nos llamaba la atención y sobre todo fuimos a ver las obras más significativas como la Venus de Milo, La Gioconda o los apartamentos de Napoleón, que nos recordaron poderosamente al palacio visto en Viena.


El museo está muy bien, pero a nosotros quizás nos gustó algo más el del Cairo, aquél es muchísimo más caótico y las piezas se amontonan por salas en vitrinas viejas, tiene más pinta de museo "aventuresco" por así decirlo. Claro que a nivel de colección de pinturas no tiene comparación, pero aun así aquél lo recordamos con mucho cariño.

Eran sobre las 16h, así que nos comimos un par de lasañas que vendían en uno de los restaurantes del centro comercial del Louvre (no muy caras, tampoco muy buenas) y tras reposar  (pongamos 10 minutos) decidimos pasar por la plaza de la Bastilla y posteriormente acabar de rematarnos pasando por el famoso cementerio Père-Lachaise (en la parada de metro del mismo nombre) para presentarle nuestros respetos a Chopin, Wilde y Jim Morrison entre otros.

La Bastilla...pues bueno, lugar simbólico y con la torre de Julio y la Ópera, pero sinceramente, se puede ahorrar uno la visita. El cementerio de Père ya es otro cantar.

El sitio es enorme, conviene hacerse con mapa en la entrada en donde se indican los personajes famosos enterrados.

Decidimos visitar la tumba de Chopin (lo cambio por si alguien se va a buscar choped en lugar de a Chopin en el cementerio...) y de camino vimos verdaderas obras de arte en forma de lápidas, algunas incluso con chistes....mucho pasillo, arboleda y colores otoñales. La verdad, muy bonito.

Finalmente llegamos a la tumba de Jim Morrison, bastante escondida pero fácilmente localizable por un árbol totalmente tatuado con mensajes y porque la tumba es un "estercolero" con bambas (zapatillas), cigarrillos, flores, escritos, fotos y el famoso epitafio "Kata ton daimona eaytoy". "Conforme a su propio demonio", con dos huevos.
Le dimos las gracias por los buenos momentos y nos fuimos a ver la tumba de Oscar Wilde, pero listos de nosotros no nos fijamos en la hora de cierre y nos extrañó que llevábamos caminando un rato sin ver ni un alma (ejem), en eso que apareció un coche pitando y una mujer negra dentro parecía que estaba hablando de Kunta Kinte, algo enfadada. Lo pillamos rápido y salimos disparados para la salida más próxima. Una señorita muy sonriente nos esperaba en la puerta, tras un par de "excusé mua" nada más salir dio un portazo que hasta una señora que pasaba por ahí se pegó un buen susto. Uff. Casi. Hora de cierre, las 18h.

Para no tentar a la suerte más veces en este viaje, nos fuimos hacia el hotel, recogimos las mochilas y nos piramos para la estación de tren de Austerlitz. Sobre las 21:25 el tren se puso en marcha dirección a Perpignan, allí tomaremos otro tren hacia Barcelona y luego otro (esto no se acaba nunca) hasta casa.

Todo ha salido mejor de lo que pensábamos, creíamos que perderíamos trenes y que tendríamos muchos más problemas pero la verdad es que hemos podido llevar a cabo un itinerario que por momentos creíamos que no podríamos cumplir. Hemos visto muchísimo (pero mucho) y como siempre, nos ha quedado muchísimo por ver, pero creemos que nos llevamos la idea clara de una buena parte de Europa y algunas de sus ciudades más importantes (y turísticas).

Como siempre, dejaremos pasar unos días para procesar lo vivido y, algo más descansados, lanzaremos una valoración global.

Volvemos a casa.

Un saludo!

20 de agosto de 2011

Catacumbas, catedrales y Eiffel

A eso de las 9 y pico nos fuimos a almorzar, encontramos un sitio que por 4 eurillos te ponían café, zumo dos pastas y hasta un caramelillo de twix de esos. París es caro, pero si no te vas a los sitios exclusivos y con pinta de bohemio la cosa puede salir todavía baratillo para los tiempos que corren. El lugar está cerca de la estación Gare du Nord y tiene pinta de Mc Donalds pero de desayunos (aunque también venden hamburguesas).

La primera parada sería las catacumbas de París en la parada de Denfert Rocherau. Se dice que existen 300 kilómetros subterráneos repartidos por toda la ciudad pero tan sólo un par de kilómetros son visitables por el turista.

Nada más salir del metro te topas de lleno con la entrada y una cola que da la vuelta a todo un parque. La verdad es que nos lo pensamos, pero a Eli estas cosas le encantan y la verdad es que nos habían recomendado visitarlo, así que nos tiramos hora y media de cola para poder entrar. Precio 8 euros cada uno, había posibilidad de jugada student pero con los franceses no nos la jugamos.

Bajamos unas escaleras durante bastante rato, a unos 20 metros de profundidad según informan las placas. Por cierto, se puede pillar audio-guía por 5 euros, aunque también hay unos panfletos en donde te indican lo más destacable, además, por toda la “galería” te encuentras placas explicando la historia (en español también).

Caminamos durante un buen rato por túneles y cada vez notamos más el fresco, 17ºc según informaban. La historia es consultable en la wiki, pero a grandes rasgos, las catacumbas originalmente eran canteras de piedra que fueron convertidas en cementerios allá por siglo XVIII debido a la acumulación desmedida de cadáveres y a enfermedades en algún distrito por los mismos...un señor tuvo la idea salomónica de trasladar casi 6 millones de restos de personas a las catacumbas. Y para que la cosa quedara cuca, se apilaron ordenadamente creando sin pensarlo (o si) una atracción turística “de muerte”.

Una inscripción en francés daba a entender “ojito, porque se entra en el reino de los muertos”.

A partir de aquí entras en el osario en donde puedes ver los restos de infinidad de cadáveres, simplemente acojonante, no habíamos visto nada igual.

El sitio es el templo del muerto, las paredes están llenas de tibias, peronés, calaveras...huesos por un tubo, apilados, con los cráneos creando formas, inscripciones, dichos populares, criptas...Eli en su salsa, yo sacando fotos para un disco de trash metal.

La visita dura aproximadamente 45 minutos y aunque habíamos leído que no dejaban entrar sin un guía, nosotros entramos solos y es imposible perderse ya que todo es bastante guiado.

Ya fuera del garito comimos algo y nos fuimos directamente a visitar Notre Dame, parada de metro Saint Michel.

El metro de París es....lo peor. Está hasta los topes siempre de gente, pero siempre, creo que no hemos dado todavía con un vagón que vaya “algo” libre....para entrar o salir te ves empujado por todos lados y la mayoría tienen malos modos a la hora de buscar asiento. No se respeta en las escaleras mecánicas el típico “derecha sin prisa, izquierda para adelantar”...y mira que hemos estado en sitios, en todos más o menos esto se cumple, aquí no es que no se cumpla, es que te ven y pasan de ti olímpicamente. Igual es por ser verano...no sabemos como será en invierno cuando la gente vuelva de vacaciones.
Ah, y hace una calor de espanto en los vagones, tampoco hemos dado con ninguno que tenga aire acondicionado...calor y olor...como echamos en falta India XD.

Llegamos a Saint Michel y nada más salir ya divisamos a un lado la famosa catedral, en la isla de La cité (Notre-Dame está situada en una isla dentro del río Sena). Caminamos unos metros y llegamos a las puertas.

Por delante no llama excesivamente la atención, sinceramente, pero por sus costados, se acentúa lo gótico, con esos arcos y gárgolas....gana muchísimo. La cola para acceder era bastante grande, pero al ser gratuita la entrada en pocos minutos estuvimos dentro y pudimos pasearnos por toda la estructura (la planta baja eso si), vimos la sala de los tesoros (de lejos, porque cobraban entrada) y la verdad es que nos gustó bastante, muy bonita y con unos vitrales muy coloridos. Nos pareció muy bonita, la verdad.
Existe la posibilidad de subir a su parte superior y visitar el campanario, pero decidimos pasar del asunto al ver otra cola del copón y esta además era lenta y de pago.

Ya fuera dimos un voltio por alrededor y nos fuimos para la estación de Bir Hakeim para visitar la famosa Torre Eiffel.

Y por allí andaba, nada más salir de la estación ya se puede divisar la punta, así que tan sólo queda seguir caminando hasta llegar al meollo. Existe una parada, que tomamos para la vuelta, Trocadero, que quizás es mejor para empezar la visita, ya que te deja en la parte alta y el efecto es más impactante.
De todas formas, nos pareció una puta maravilla, una enormidad en forma de amasijo de hierros que, igual que nos pasó con Pisa, hemos visto cientos de veces en la televisión (mira, Superman también pasó por aquí), pero que verla en directo y estar bajo sus vigas lo hace muy especial. El sitio, plagado de turistas, pero plagado hasta los topes. Miramos precios para subir y cobran unos 8 euros por subir por las escaleras hasta la segunda planta, el resto al parecer estaba cerrado. Lo pensamos pero decidimos que desde los jardines de Trocadero (pasando el río Sena en dirección contraria a la torre) podíamos tener buenas vistas y nos apetecía más disfrutar de las vistas sobre la torre que de panorámicas desde la torre, así que nos fuimos a los jardines y estuvimos un buen rato contemplando el bicho. Es más grande de lo que parece, la verdad que impresiona.

Era ya un poco tarde, así que regresamos para el hotel y pillamos comida para llevar de un japonés que tenemos en la calle de detrás del hotel. El sitio es cojonudo y por 13 euros te dan miso, 18 piezas de sushi y maki, ensalada, postres y un cuenco de arroz. A tope y en París.

Mañana la idea es intentar ver lo máximo posible del Louvre y algún sitio suelto que nos ha quedado. Último día antes de volver para casa.

Un saludo!

19 de agosto de 2011

París

Llegar a París fue una buena odisea, aunque afortunadamente pasó bastante rápido gracias en parte a que durante el camino conocimos a Sergio, un colombiano con el que charlamos durante el viaje y con el que compartimos impresiones.
Tras varios retrasos, tres transbordos y un cambio de vagón llegamos a Paris Nord.

Ya en la estación consultamos los horarios para la vuelta a Barcelona, tendremos que hacer una parada en Perpignan y desde allí hasta Barcelona ya que desde París no podía sacarnos un billete directo. Viajaremos de noche y llegaremos a Perpignan a eso de los 7 de la mañana, desde allí, unas 3 horas hasta Barcelona. Bien.

Nos despedimos de Sergio y nos fuimos al hotel que habíamos reservado desde Amsterdam, el hotel Maubeuge, en la calle con el mismo nombre y a tan sólo dos manzanas de la estación de tren.

El hotel cojonudo por el precio y la ubicación inmejorable, con el metro casi en la puerta para movernos por París.

La primera impresión es que París es muy parecida a Barcelona, pero mucho. Con la salvedad de que hay mucho, pero mucho negro. Una burrada, y además enormes.

Tras dejar las mochilas nos fuimos directamente a visitar un par de cosillas para aprovechar lo poco que quedaba de día.

Pillamos el metro y sacamos un pack de 10 billetes por 12,50e. Por los desplazamientos que pensamos hacer creemos que es lo más económico, hay otras modalidades en función de cada planning.

El metro es antiguo, huele un poco fuerte y está hasta los topes de gente. Pero hasta los topes. Matizando, los vagones algunos son nuevos, pero la estructura del metro, los túneles, escaleras, etc. son del año 2. La red de metro es un caos, cuesta un poco orientarse entre tantísima línea, pero al final, increíblemente, comienzas a ver los destinos que interesan, trazas el principio y final de una línea y como la frecuencia de pase entre tren y tren es corta, tu misión simplemente consiste en ver el transbordo más corto. Es un poco lío, pero con dos o tres viajes queda bastante definido.

Y muchísima gente, un porrón.

Nuestra primera parada fue el Arco de Triunfo. El hermano mayor del que tenemos en Barcelona. Nada más salir de la parada de Charles de Gaulle-Etoile te topas de frente con esa enormidad que recuerda a las naves malas de Tron.

En mitad de una plaza-glorieta, rodeada de tráfico incesante, se encuentra el monumento, y la verdad es que impresiona de lo grande y abierto que es el lugar. En el mismo, coinciden calles que salen disparadas hacia destinos tales como los Campos Eliseos, La Defense, etc. Digamos que es como el centro neurálgico.

Tras tirar fotos a porrillo nos movimos hacia el sur por la misma linea de metro hacia los Campos Eliseos, que no es más que una avenida que va desde el Arco de Triunfo en dirección al Obelisco y al Louvre. Desde esa parada caminamos dirección al Sena para ver la Torre Eiffel desde lejos y la Asamblea Nacional, un edificio que se divisa pasado el puente, pero antes....nos quedamos maravillados con la puesta de sol y la Torre Eiffel al fondo.

La visitaremos de cerca, pero ya desde esta distancia la imagen de postal, encima tuvimos suerte y el cielo era un cúmulo de nubes por el que los rayos del sol atravesaban...en fin, que nos quedamos embobados con el Sena, la torre, el cielo, el puente y la madre que los trajo, muy muy bonito.

Eran las 8 y pico de la tarde y como también queríamos ver el partidillo de vuelta de la Super Copa, regresamos al hotel para encontrar un garito donde ver el susodicho. Encontramos un pub no muy lejos con precios asequibles y happy hour de cerveza hasta las 23h. Así que tras ducharnos y picar alguna cosilla nos fuimos directos.

Intermission.


Aguantando el chaparrón como venimos haciendo en los últimos años nos fuimos a dormirla al hotel, mañana exprimiremos un poquito más París, a ver qué nos encontramos.

Un saludo!

18 de agosto de 2011

Arte Amsterdam

Cuando nos levantamos los bielorusos habían desaparecido tan silenciosamente como hablaban. Nos palpamos el cuerpo y parecía todo en su sitio.

Almorzamos en uno de esos cafés con tanto encanto que hay en cada esquina de la ciudad, con los canales de fondo, el fresco matutino y un solecillo que se dejaba ver tímidamente.

La famosa casa de Anne Frank se encontraba bastante cerca de nuestro hotel, a apenas unas “manzanas” al oeste, en Prinsengracht (es más fácil localizar el canal en el mapa que la calle). Nos habían comentado que era mejor reservar por internet dadas las kilométricas colas, y dimos fe. Digamos que daba la vuelta la esquina y se perdía en la plaza...el precio no estaba mal, 9 euros...aunque lo vimos algo caro y no nos apetecía nada perder tanto tiempo, así que de momento pasamos, si por la tarde volviendo por la zona estaba más liberado lo pensaríamos.

Nos dirigimos hacia el mercado de las flores, hacia el sur, concretamente en la calle Bloemenmarkt. Llegamos tranquilamente y vimos el famoso mercado. La verdad, no está mal, pero hemos visto infinidad de mercados mucho más pintorescos...lo único que tiene es que se venden semillas de todo tipo y mucho tulipán, pero poca flor a la vista, con lo que el aspecto es un poco soso. Tampoco es excesivamente grande.

Pasando de los tulipanes nos dirigimos hacia el sur ya que queríamos visitar la fábrica de Heineken. Nada más terminar el mercado de las flores, giramos a mano derecha y seguimos todo recto. Pasamos por una zona medio en obras y llegamos al edificio Heineken.

Preguntamos por los tickets y cobraban 16 euros por persona. Lo vimos excesivo. Ni la cerveza Heineken es de nuestras favoritas y menos ahora después de hablar con el gurú de la birra por la noche, el cual prácticamente escupió sobre Heineken, qué manía le tienen los holandeses....curioso.

Pasando, 32 euros a estas alturas del viaje es un abuso. Seguimos caminando hacia el oeste siguiendo los canales (no se cansa uno de pararse y disfrutar de las postales que te regalan las calles). Llegamos a la zona de los museos, flanqueado por el Rijksmuseum y con el Vondelpark justo en frente, un parque enorme en el que hay unas letras igual con el nombre “Amsterdam” y en las que todo Dios se sube, hace el mongo, etc.

Pasamos por el Rijksmuseum y vimos que la entrada costaba unos 22e los dos, visto el edificio y visto lo que se puede ver en su interior tenía buena pinta para dedicarle un buen rato. Seguimos más adelante y llegamos al museo Van Gogh, 22 eurazos cada uno....pero vamos a ver...no se supone que estas cosas deben ser accesibles para el pueblo?

Hay que decir, que existen unas tarjetas que valen creemos sobre los 30 y pico euros y que sirven para que te hagan descuentos en todos los museos, pero es que los descuentos son como mucho del 50% con lo que el ahorro prácticamente es inexistente.

Tras darle vueltas al asunto, decidimos entrar al Rijksmuseum y ver las masterpieces y los Rembrandt que exponían. Ni Eli ni yo somos unos especialistas en arte, pero el edificio del museo nos pareció impresionante, y puestos a visitar un museo mejor que sea enorme para ver el máximo de cosas...eso si, está en obras y sólo es visitable en una de sus partes, hasta el 2013 creo que no estará al 100%, pero como “premio”, digamos que lo que expone es lo mejor de lo mejor del museo.

El museo la verdad es que está cojonudo, ofrecen audioguías por 5 euros o unos panfletillos gratuitos que explican las exposiciones. Nos encantaron las piezas asiáticas y sobre todo la colección de Rembrandt, ya decimos que no somos expertos, pero hay que reconocer que son impresionantes.

Nos tiramos casi dos horas en el museo. Con todo eran cerca de las 17h así que nos fuimos paseando hacia una tienda en la que vimos que vendían unos pastelillos que tenían una pinta brutal. A la tienda se llega desde la plaza Dam por Raadhuisstraat, no hemos visto otra tienda con ese género, con lo que llama bastante la atención y no tiene pérdida.

Seguimos dirección norte para ir a la estación y sacar los billetes hacia París para el día siguiente. Tras consultar horarios, al parecer estaba todo cubierto salvo un tren rápido que nos clavaba 88 euros a los dos por llegar en 3 horas. La otra opción era tirar de trenes regionales desde las 6 de la mañana para llegar tras 3 trasbordos sobre las 16h. A tomar viento, no queríamos tren, pues en regional, como los hippies.

Para ese tipo de trenes no hace falta reservar con interrail, simplemente consultas horarios, te dan la hoja con la ruta y te subes al tren, respetando únicamente la clase del vagón en función de lo que hayas cogido, primera o segunda.

Tras solventar el tema tren, barajamos la posibilidad de ir a ver algunos edificios que habíamos visto recomendaban su visita en internet por su extraña arquitectura, o visitar el Amsterdam Arena por frikismo, pero finalmente decidimos terminar de explotar Amsterdam y sus calles.

Es una gozada, sobre todo cuando hace buen tiempo, pasear con la luz del atardecer por los canales. Sentarse en algún café o quedarse en algún puente viendo pasar bicis, gente y alguna barca que otra. Así que el resto de la tarde, de tranquis por Amsterdam, entrando en alguna tienda de música, de pelis....que estamos de vacaciones.

Cenamos en una pizzería que tenía muy buenos precios, imposible localizarla, dimos vueltas, vueltas y vueltas y nos topamos con ella, diría que por la parte sureste del barrio rojo. Pizzas generosas a 7 euros y cerveza a 2. Muy barato en comparación a la mayoría de sitios de menú.

Ya en la habitación nos topamos con nuevos compañeros, esta vez argentinos, con los que charlamos un buen rato y nos reímos la vida.

Amsterdam es una puta pasada. Es el caos, la belleza, el extremo, el estilo, lo clásico y lo sórdido. Tienes posibilidad de meterte en calles ultra comerciales y de golpe aparecer en una callejuela de apenas metro de ancho para toparte con el barrio rojo o con tranquilos canales. Puentes y arboledas, terrazas a pie de canal....un festín para la vista y los sentidos.

Como parte que nos ha “defraudado”, sus precios para visitar museos y lugares de interés. Nos ha parecido abusivo. Sin ánimo de ofender o de comparaciones odiosas, pero no nos cabe en la cabeza que visitar el Taj Mahal cueste 10 euros y visitar un casa (a pesar de la historia, que según cuentan tiene bastante de leyenda en muchos aspectos) 9. Una ciudad como Amsterdam, que de por si ingresa una barbaridad en cuanto a turismo, debería ser mucho más accesible en estos aspectos.

Recordemos que el acceso a Auschwitz antes de las 10 de la mañana es gratuito. Incluso el autobús, todo el día...

Mañana partiremos hacia nuestro último destino, París.

Un saludo!

17 de agosto de 2011

Amsterdam


Dejamos Berlín y poco a poco nos fuimos adentrando en terreno holandés. Mucha vaca, mucho campo y mucha lluvia.

A eso de las 13h entramos en la estación central de Amsterdam.

Tras salir de la estación nos encontramos con la guerra en forma de bicicletas. Un cementerio de estas máquinas infernales se extendía a nuestra derecha, creo que en nuestras vidas hemos visto tantísima bici junta.
Pero las bicicletas no es el único peligro, tranvías por todos lados, gente y coches. Joder con Amsterdam.

Nos adentramos por la calle Voorburgwal, paralela a alguna de las arterias principales de la ciudad. Aquí el panorama se calmó un poco más y, a pesar de que las bicis y los tranvía seguían acechando, pudimos disfrutar un poco más de las calles de la ciudad. Los edificios son la leche, están todos apiladitos unos con otros, alguno sobresalen más, otros están doblados, colores cálidos, grandes ventanales en donde la gente se sienta a charlar o tomar una cerveza...de postal.

Ya nos adentraríamos más en la ciudad, de momento, hicimos el checking en el hotel Mevlana, que estaba a dos minutos andando de la plaza Dam, en todo el centro de Amsterdam, mejor situado imposible.

El sitio correcto, compartimos habitación con una pareja de bielorusos que no hablan, susurran, creo que poseen una capacidad para comunicarse entre ellos incomprensible para el resto de humanos. Por lo menos no nos ha tocado una pareja de fumetas, bien de momento.

Nos lanzamos directamente a la jungla para pasear por el núcleo y ver un poco la fauna del lugar. Amsterdam tiene mucha, pero mucha vida. La gente no para de aquí para allá, el efecto bici no hace sino que no pares de vigilar en cruces, pasos o puentes, con lo que la sensación de dinamismo es muy grande. Por todos lados hay cafés, la mayoría de madera, con grandes cristaleras que dejan ver su interior y con mesitas en la pequeña acera, todo muy cuco, con un toque clásico, añejo, pero que le da al conjunto de la calle más encanto si cabe. Ordas de gente se sientan a tomar cafés, cervezas o licores...fuman como carreteros...la locura, Amsterdam en algunas calles es, la locura.

Paseamos por la plaza Dam, un sitio enorme en el que artistas callejeros tocan música o se visten de Spiderman (vimos un reto entre un crío y este de película, el niño salió cagao) , de La Muerte, etc.
Callejeamos por todo el núcleo pasando por los famosos coffee shops y ya empezamos a ver al tipo de turista C. Existen tres tipos de personajes en Amsterdam, la clase A es el nativo, un personaje que vive sobre una bicicleta o coche, que se baja para fumarse un peta y se larga como si nada. El tipo B es el turista corriente, de visita formal en la ciudad, que se dedica a visitar museos que no entiende en su mayoría (pero que hay que ver) y a comer y beber. El tercer tipo C es una evolución del segundo, con la salvedad de que asume que los museos no son lo suyo y que prefiere sumirse en el mundo canábico a partir de las 18h hasta altas horas, para luego dormir y volver a salir al día siguiente sobre la misma hora, si no está muy nublado. Se les reconoce por unas ojeras de otro mundo, el nivel puede ser rojo recién llegado, morado primeros síntomas de desnutrición y el pálido morado, básicamente estos ya pueden ver como Neo en Matrix.

El mundo coffee shop es mundialmente conocido, y la verdad es que funcionan a la perfección. Durante nuestra estancia en Amsterdam la verdad es que no hemos visto problema alguno y está realmente bien asumido por la población, los turistas simplemente se ponen ciegos y punto, no pasa de ahí. Choca, porque no es algo normal para el que viene de una sociedad “capada” en ese sentido, pero en Amsterdam funciona.

Los sitios son templos del humo, lucen mucho por la noche y algunos son sitios incluso bonitos, con decoraciones florales, neones...otros parecen realmente sórdidos, en cualquier caso llaman la atención.

La comida en Amsterdam deja bastante que desear, se ponen ciegos de frituras, mcDonalds y comida rápida. Los sitios en los que sirven “menú” con algún plato más elaborado (o normal), cobran precios bastante altos, por lo que la mayoría de la gente opta por zamparse perritos calientes, las famosas patatas con mayonesa (“las bañan en esa mierda tío”, como decía Travolta en Pulp Fiction) o pillar porciones de pizza...lo de los Kebabs no lo hemos comentado, pero es una plaga que se extiende por toda Europa, creo que no hay calle en la que no hayamos visto uno.

Nos alejamos un poco del centro y nos fuimos hacia el sur de la ciudad, casi llegando al mercado de las flores en Bloemenmarkt, salir de la zona centro se agradece bastante. Aquí encontramos la zona donde empiezan los canales, las zonas ajardinadas, las casitas bañadas por la luz del atardecer, bicicletas reposando en los puentes y aceras...esto ya es otra cosa.
Callejeamos un buen rato, nos sentamos en algún tranquilo café mientras alguna barca pasa por el canal y disfrutamos del sol que después de un medio día bastante nublado apareció para regalarnos una luz fantástica sobre la ciudad. Preciosa de verdad.

Volvimos al hostel para cambiarnos ya que por la noche hace un poco de fresco (y por el día, pero es soportable). Cenamos y decidimos ir a visitar el barrio rojo, justo al este de la plaza Dam y subiendo por Warmoesstraat.

A primera vista pensamos que no era para tanto, algún edificio con las ventanas desde la que se veía un color rojo en su interior. Ninguna gachí. Hasta que de golpe pasamos por un sector de callejuelas desde las que salían por puertas iluminadas con neones rojos manos llamando a las presas. Supusimos que no se podrían tirar fotos, y evidentemente, tienen un detector de cámaras instalado en alguna parte porque el “no pictures please” salió de inmediato. Pues nada. Poco a poco fuimos callejeando y es entonces cuando el sitio “luce”. Infinidad de puertas acristaladas con las chicas ofreciendo sus servicios. La verdad es que choca ver una guardería y a dos metros tres puertas “de servicio”, pero aquí parece estar muy asumido. Hay un sector que rodea la iglesia de Oude Kerk, resulta acojonante ver una iglesia rodeada por puertas iluminadas de rojo con tías dentro, es una visión como de película, muy grande.

Seguimos dirección norte y callejeando llegamos a un garito que se llamaba Elfe Gebot en el que vimos que tenían pizarras en su puerta en las que indicaban un porrón de cervezas y su graduación. Nos hizo gracia y nos metimos a tomar unas copillas. El sitio increíble. Una especie de bodega antigua, decorada totalmente de madera, con imágenes de querubines, santos y qué se yo. El lugar era oscuro y al fondo unas mesitas tapizadas dejaban ver a un par de abueletes tomando unas cervezas en copa. En la barra habían unos tipos que resultaron ser unos personajes, eran unos amiguetes amantes de la birra que se reúnen en el garito y prueban cervezas de todo tipo, coleccionan los posa vasos y se dejan fortunas en el “mágico líquido”. Entre charla y charla sobre la cerveza el camarero, que era clavado a Michael Wincott y que era una especie de gurú de la birra, nos iba sirviendo copillas para degustar los distintos tipo de birra, mientras el grupo de colegas nos repetían cada dos por tres que existían medio millón de tipos de cerveza (momento fua a tope). Surrealismo total, degustación de varias birras y copazos de birras entre graduación 8 y 11, que más que cerveza se podría catalogar como pelotazo.

Suficientemente alcoholizados por una noche “paseamos” pensando en la de gente que caería en los canales en Amsterdam por la noche. Mañana exprimiremos la city y visitaremos algún museo antes de poner rumbo a nuestro destino final, París.

Un saludo!

16 de agosto de 2011

Jardines, Charlie y fútbol

Almorzamos en un garito medio escondido cerca de Marienkirche, por 3e café y tarta. Pusimos rumbo hacia Tiergarten, el pulmón de Berlín y así dar un paseíllo tranquilo. El paseíllo tranquilo fue de casi 4 horas ya que además queríamos ver una zona de Hansa en la que supuestamente los domingos ponían unos puestecillos medievales, pero fue imposible encontrarlos. Así que paseando llegamos al zoo y a la embajada española que está justo al lado, no sabemos si tomarlo a guasa o....el caso es que comparada con las otras embajadas, la nuestra parece la casa de House on Haunted Hill y además está el tema del zoo...no se no se...

Regresamos por la zona de Potsdamer Platz y nos metimos por el edificio Sony en una sala circular acristalada y enorme con cines, bares, restaurantes y una fuente en el medio, el lugar muy guapo. Por cierto, en todos los sitios en donde hemos estado, cobran por utilizar los lavabos, los precios van desde los 50 céntimos al euro en la zona en donde los muy mamones saben que, o meas, o estás jodido en kilómetros.

El caso es que es un recurso que pensamos que igual en Berlín no sería utilizado, pero hasta aquí, y además con garita para el señor que vigila los retretes. Estos como mínimo estaban impolutos, pero en Budapest, Praga o en Venecia algunos eran para verlos...pensando, imaginamos que en España cobrasen por ir al servicio...imposible. Se montaría una revolución que ni la de los Barbudos.

En fin, seguimos hacia el oeste para ver el famoso Checkpoint Charlie, que con la manifestación de locas que vimos el día anterior nos llenamos de balón y al final pasamos del sitio.

El lugar está en un cruce al sur de Friedrichstr y es un puesto en donde un tipo ataviado de militar sostiene una bandera americana y una enorme fotografía se alza en un poste por un lado dando la cara hacia el norte con la foto de un soldado americano y por el otro la de un ruso. Un cartel reza que está entrando en territorio americano y otro que lo está dejando. Para más info (esto cuando llegue a casa lo ampliaré con links, siempre digo que esto no es un cuaderno de historia, es un diario, para profundizar en la historia de los lugares ya está la wiki) aquí; http://es.wikipedia.org/wiki/Checkpoint_Charlie.

Merece la pena empaparse un poco de la historia. Sólo comentaré la historia de Peter Fechter, primera “víctima” mortal del muro, un joven que intentó saltar el muro con un amigo, fue tiroteado y durante una hora estuvo tirado sin que nadie le ayudara por miedo a que una de las partes entrara en refriega hasta que murió desangrado. La historia es sobrecogedora y un monumento a lo absurdo.

Comimos una burguer y nos fuimos hacia la Gendarmer Markt plaza para poder verla sin tanta pluma. El sitio estupendo, música de artistas callejeros...muy bien, pero fíjate tú que echamos en falta a las locas. Le da color.

Volvimos al hotel para descansar (el tute de Tiergarten nos ha matado) justo a tiempo ya que, nada más entrar un tormentón nos acompañó toda la tarde. Eran cerca de las 21 cuando decidimos ir para ver si podíamos ver el partidillo de Madrid-Barça de la Supercopa...por probar...

En recepción, el argentino nos sopló que había un hostel no muy lejos llamado Belushi o algo así en el que siempre ponían eventos deportivos. Nos indicó el lugar y fuimos a ver qué tal.

Pues si, la barman nos confirmó que “pincharían” el clásico, así que nos agenciamos unas birras, unas patatas, una mesa y rodeados de compatriotas vimos el partido.

Intermission.



Con unas copas de más como en la fiesta de Blas volvimos al hostel y al poco de entrar en la habitación llegó un compi que no habíamos conocido todavía, Dong Wang, que evidentemente no es de Torremolinos. Un tipo muy simpático con el que estuvimos charlando hasta las tantas. Todo un personaje que además se estaba leyendo la historia de España en el Siglo de Oro y que incluso hablaba bastante bien el español. Muy grandes sus historias en Sevilla y lo que nos contó sobre su país. Cuando le comentamos que lo habíamos visitado el hombre lo flipaba bastante e incluso nos dio sus señas para que si algún día volvemos por allí tuviésemos un guía “real”.

A la piltra, mañana sobre las 8:30, hacia Amsterdam.

Berlín es...muy abierto. Nos hemos encontrado con la ciudad más cosmopolita de lo que llevamos de viaje. Mezcla historia y arte de una manera muy natural y en sus calles puede pasar cualquier cosa. Es la impresión que tenemos. Hemos estado en muchas ciudades y normalmente puede suceder alguna cosa esporádica o costumbre local, pero Berlín es improvisación total en cuanto a acontecimientos. Provista de grandes parques, plazas, bares, restaurantes. Tiene de todo y no esconde la cara a la hora de mostrar los horrores sufridos y cometidos en el pasado, al contrario, está a la vista de todo el mundo que desee empaparse, entre otras cosas, porque también muestran como se han recuperado a velocidad absurda.

Se nos ha quedado corta la estancia, a pesar de que hemos intentado ir a los lugares más “emblemáticos” (como en todo este viaje). Para postres, lo último que imaginábamos era que veríamos un Madrid-Barça en un bar en Berlín, con un ambiente cojonudo.

Un saludo!

15 de agosto de 2011

Berlín

Viajamos en asiento durante toda la mañana y llegamos a la estación de Westbahnhoff a eso de las 13:30h. Por el camino, las vistas estuvieron de puta madre, con mucha zona montañosa alrededor de ríos y pueblecitos rodeados de niebla.

La estación de Berlín parece sacada de una peli de ciencia ficción. Es enorme, metálica en su estructura con cúpulas de cristal en su parte alta. Escaleras mecánicas suben y bajan por todas partes y en lo alto se pueden ver los trenes de cercanías como danzan en todas direcciones. Lo dicho, de cine, es lo más parecido a la estación de Kyoto que hemos visto.

Fuimos a un punto de información y nos indicaron como llegar a Alexanderplatz, zona en la que tenemos nuestro hostel. Como teníamos activo el interrail, durante todo el día podremos usar el tren sin limitación, así que nos subimos en el tren y tras dos paradas llegamos a destino.

Subimos por Karl Liebknecht y ya pudimos ver que la fauna de Berlín es muy, pero muy variada. Desde punkarras hasta góticos, pasando por la versión viva de Mercury en su versión “tutú” del I want to break free...bueno bueno, esto pinta bien.

El hostel está a pocos metros de la céntrica Alexanderplatz, todavía no entendemos cómo hemos encontrado este hostel por apenas 60 euros las dos noches en una zona así. El checking sin problemas y el personal muy amable, había un argentino que nos facilitó mucho la comunicación con lo que mejor imposible.

Ya liberados del equipaje nos lanzamos directamente hacia la famosa Alexanderplatz. Es una plaza muy animada en la que hay puestos de comida, de artesanía y espectáculos varios en los que artistas callejeros ofrecen al respetable sus shows. Rodeado de edificios de cristal, la zona ofrece una visión muy cosmopolita y variada, sobre todo como hemos comentado por sus gentes. Menuda fauna, y pensamos que en las Ramblas de Barcelona lo habíamos visto todo, boh!

Nos zampamos para estrenar la comida berlinesa unos frankfurts por 3e eurillos que estaban de puta madre y que nos lo vendió el primo hermano de John Goodman. Regamos con cerveza de uno de los puestos y nos encaminamos dirección a la famosa puerta de Brandeburgo, o como es aquí, Brandenburger Tor, que mola más. Su ubicación, toda la calle Karl recto.

Pasamos por la iglesia de Marienkirche, la más antigua de Berlín, por la catedral de Berlín junto al río Spre...todo bastante grande y con muchísima gente, entre otras cosas porque al parecer aquí cuando hace sol no es que salga gente a la calle, es que parece una batalla del señor de los anillos.

Llegamos a la famosa puerta en donde distintas embajadas flanquean el lugar y giramos a la izquierda para llegar al memorial del holocausto. Un conjunto de monolitos de diferentes alturas que forman un laberinto. Tenía la idea de que sería un lugar pues como un poco respetable, pero la verdad es que el lugar es más un parque para que la gente corra a través de los pasillos y lo pase bien, en cualquier caso, el sitio es muy vistoso y merece la pena.
Ojo con las cámaras, ya que puedes estar haciendo una foto y venirte un peque a toda pastilla y comerse la lente, no pasó, pero estuvo cerca.

Tras ver el memorial nos dirigimos hacia Potsdamer Platz en la que se pueden ver algunos trozos del muro de Berlín. Llegamos y allí se exponen unos fragmentos del mismo, la verdad es que resulta escalofriante tocar los restos del conocido muro de la vergüenza, todo pintado, lleno de chicles y con información historica.

Estábamos viendo el muro y decidimos seguir por Leipziger dirección Friedrichstr para llegar a una de las plazas más bonitas de Berlín según las guías, la Gendarmenmarkt. De camino nos topamos con una manifestación en contra de los abusos sexuales y de qué se yo...menuda locura, al son de himnos gays una multitud danzó ante nuestros ojos, algunos en pelotas, drag-queens, punkarras, gays, lesbianas, una señora con un carro...bueno bueno, menuda party. La mayoría de mensajes eran del palo “no means no”, portados por unas señoritas de muy buen ver (algunas) medio en cueros o en cueros...ya ya “no means no” pero si es posible deje usted de moverse así porque si uno ve una nave espacial en mitad de la Castellana evidentemente no va a mirar al Santiago Bernabeu.

Fuimos caminando y pensamos “que te va a que esta buena gente va a Gendarmenmark”, bingo. Así que prácticamente nos sumamos a la mani en todo el camino, la gente bastante maja animaba con un acento muy alemán (Diós, que idioma más duro, igual te están diciendo que te quieren, pero parece que te estén maldiciendo hasta el día del Juicio Final) a unirse a la fiesta. Toda una experiencia, lo malo un señor en pelotas en bicicleta con taparrabos....buff. Sácame de aquí de Bunbury en la cabeza.

Ya en la plaza, hicieron una performance ataviados como obispos suponemos que en contra de la iglesia o algo así (ni papa, todo en alemán) para acabar con la música de Amy Winehouse. Por cierto, la plaza, de lo poco que pudimos ver dada la multitud, increíblemente guapa y enorme, como todo aquí.

Pusimos rumbo a la parada de Ostbanhoff en donde han instalado una galería al aire libre con una buena parte del muro de Berlín en donde artistas de todo el mundo han plasmado sus obras. Al salir de la estación nos encontramos con una zona que parecía una batalla campal. A la derecha había una zona acordonada en la que artistas callejeros grafiteaban parte de una pared, al fondo y tras pasar la misma, un concierto de hip hop sonaba como si se fuera a acabar el mundo, no vimos el interior porque pedían entrada, pero por las voces, los gritos y una enorme bandera la cosa pintaba como una peli de Mad Max. Muy grande.

A la izquierda queda el muro con los distintos dibujos de los artistas de todos los países, el nuestro incluido. Es una avenida muy larga que llega hasta el río Spree y en el que la gente se tumba al césped, toma su cervecita. Una zona cojonuda, y con el día que nos estaba haciendo, la luz crepuscular le daba al lugar un aspecto de cine.

Madre mía como cunde Berlín. Eran casi las 8 de la tarde, así que decidimos ir al hostel para ducharnos y salir a cenar algo. De camino pillamos la reserva de los billetes de tren para nuestro próximo destino, la amabilidad de la personita que nos atendió fue espléndida, igualita a la de Budapest, con la que todavía tengo pesadillas. La zona nocturna al norte de Hackescher Markt al parecer es la más animada, así que nos fuimos por ahí y vimos la fauna del lugar. Algunos bares muy pintorescos, música en directo por las calles, parques donde los jóvenes hacen botellón, tranvías que pasan por encima de nuestras cabezas. Berlín mola, es de una extravagancia digna de las grandes ciudades (muy liberal ella) pero el ambiente es cojonudo, y de momento la gente vive y deja vivir de forma muy respetable, es lo que de momento hemos visto.

Era ya tarde, así que nos fuimos a dormirla al hostel, mañana visitaremos Tiergarten y alguna zona más antes de irnos a nuestro próximo destino, Amsterdam.

Un saludo!

14 de agosto de 2011

Cementerio de Praga

Tras tomar unos cafés en un garito no muy lejos de la plaza de la Ciudad Vieja, nos dirigimos hacia el norte, concretamente hacia el barrio judío de Josefov. Situado a unas tres manzanas al norte de dicha plaza.

Al parecer, el barrio judío se conserva tal cual estaba ya que la ocupación nazi lo mantuvo con la idea de convertirlo en un museo, “gracias” a esto se puede visitar unas de las mayores exposiciones de objetos antiguos.

Llegamos a la zona del cementerio antiguo. Realmente, más que visitar sinagogas (de las que hay unas cuantas), nuestro mayor interés residía en visitar el museo del cementerio viejo de Praga y los dos cementerios, tanto el viejo como el nuevo.

Para entrar en las sinagogas y en el cementerio viejo, es necesario sacar unos tickets que cuestan 300 coronas los adultos. Este ticket te sirve para entrar en el viejo cementerio y en todas las sinagogas de Praga. Había una cola del mil para sacar el ticket, pero habíamos leído que en estancos y papelerías cercanas se podían comprar sin esperas. Fuimos y bingo, además, hacen descuento estudiante con lo que mostramos nuestro flamante carnet de la biblioteca pública y nos hicieron un 50% de descuento. Es lo justo, no vamos a ver todas las sinagogas.

Ya con los tickets, nos metimos en la sinagoga Pinkas justo al lado del viejo cementerio. El museo es totalmente blanco con nombres escritos en sus paredes. Como inciso, antes de entrar hay una placa informativa en la que informa que a las víctimas no se les recompensó por las pérdidas sufridas durante la Segunda Guerra Mundial hasta los años 90 y en forma de paga durante 10 años...

Una vez visto el museo nos metimos en el cementerio. Se dice que en él pueden haber enterradas cerca de 100.000 personas. El lugar es bastante pequeño, y damos fe que puede que sea cierto. Miles de lápidas se amontonan en pequeñas colinas rodeadas por árboles, césped y flores. El lugar da la impresión como que es de cuento, parece una pesadilla de Burton por las formas imposibles que llegan a tener algunas formaciones. Espectacular. Muchos preguntaban por la tumba de Franz Kafka, pensando que estaba en ese cementerio cuando en realidad la tumba del famoso escritor está en el cementerio nuevo, en la parada de Zelivskeho.

Tras la visita nos dirigimos a dicho nuevo cementerio para visitar la tumba de Kafka. Ni Eli ni yo hemos leído absolutamente nada de este buen hombre, pero nos hacía ilusión verla y de paso ver el cementerio que parece es de los más bonitos. Lo es, es enorme, con interminables pasillos de inmensas arboledas (más parece un parque) y calles por todos lados. Una vez vista la tumba nos dirigimos hacia el sur de Praga, a la zona del castillo de Vysehrad.

Nada más llegar y tras caminar unos minutos divisamos la famosa muralla que rodea el complejo y en su interior queda la basílica de San Pedro y San Pablo y un cementerio. Es un agradable paseo, la zona no es excesivamente grande y desde la zona de la muralla se pueden ver unas vistas excelentes del rio Moldava y alrededores.

Decidimos volver hacia la zona de la Ciudad Nueva y nos bajamos en la parada Muzeum, en el que nada más salir te encuentras con el museo nacional, una mole de edificio que preside la zona alta de la plaza de Wenceslao, llena de tiendas, restaurantes y gente, muchísima gente. Praga está hasta los topes de gente.

Nos comimos un hot dog de esas salchichas típicas que venden por todas partes y que tienen más pinta de chorizo que de frankfurt y una hamburguesa de queso (de queso queso, sin carne). Las dos cosas por 2e al cambio. Más barato que en el Mercadona.

Seguimos caminando, de paseo callejeando, entrando en alguna tienda de música y pelis, tomando un café....así se nos consumió gran parte de la tarde, así que volvimos al hotel para acicalarnos. Cenamos en un sitio medio escondido que vimos que preparaban Gulasch, estaba de muerte y encima por sólo 5e el menú con birra incluida. Por cierto, aquí lo hacen más espeso y tirando al estofado, en otras zonas como en Hungría es más tirando a sopa.

Para terminar de exprimir un poco la visita, nos fuimos a tirar unas fotos nocturnas a la zona del río. Iluminada por la noche la zona es espectacular, lástima como decimos que hay gente a tropel, con lo que muchas veces resulta imposible disfrutar al 100% de la visión de ciertos lugares. Esta vez no tuvimos viento, pero comenzó a lloviznar, así que decidimos retirarnos. Mañana pondremos rumbo a Berlín, con esta ciudad, 6 países llevaremos...ozú.

Praga nos ha encantado. Como el resto de ciudades que hemos visitado, también requiere de algo de más de tiempo del que le hemos dado dado su abanico de posibilidades, pero en cualquier caso, hemos podido empaparnos bien de su atmósfera y sitios más conocidos. Es de las más turísticas que hemos encontrado, pero realmente merece la pena perderse por sus calles tanto de día, con mucho ambiente, como de noche, con bastante zona fiestera.

Un saludo!

13 de agosto de 2011

Praga


El viaje en tren fue como una película de los hermanos Marx.
El “camarote” estaba formado por cuatro asientos dobles. Nos sentamos en los nuestros y fueron llegando compis, presentación “where are you from?” (aunque nos calan bastante rápido) de turno, buen rollo, mochilita y como mola viajar por libre, bla bla bla bla...lo bueno llegó cuando aparecía otro y le decía al que se había sentado que ese era su asiento. Pues así hasta tres veces.
El pasillo del vagón se llenó de gente apilada literalmente unos encima de otros de viajeros que no habían reservado y que se habían metido a saco en el tren. Las risas y las conversaciones surrealistas duraron horas. La mayoría no tenían muy claro ni donde se habían subido, ni si llegaba bien a su destino...bueno, y nosotros pensamos que lo nuestro es de calamidad.

Conocimos a unos chavales de A Coruña con los que nos reímos la vida, qué salaos eran los jodíos. Uno de ellos incluso llamando a su madre en el tren, la conversación era increíble, de lo mejor. Eso si, hablaban por los codos, Eli aguantó el tirón pero yo pegué cabezadas porque estaba muerto.

Por la mañana, a eso de las 7 y pico de la mañana llegamos a Praga. El pasillo era una especie de estercolero entre papeles, botellas, gente durmiendo, mochilas...creo que en la India vi algún vagón más limpio.

La estación está bastante bien, nada que ver con la pintoresca de Budapest. Cambiamos moneda a la corona checa, pillamos los bonos del metro para 3 días (16e cada uno), nos hicimos con un mapa y nos fuimos directamente a reservar los billetes para el próximo destino, Berlín. Esta vez no será necesario dormir en tren, salimos a las 8:30 y llegamos allí sobre las 13h. 7e la reserva.

Praga tiene tres lineas de metro, roja, amarilla y verde. Nosotros estamos cerca de la parada Namestic Republik, en todo el centro. La verdad es que el hostel está tremendamente bien situado.

Ya fuera del metro nos encontramos en una gran plaza adoquinada por la que pasaba el tranvía y pudimos ver los primeros edificios de tonos dorados (por algo le llaman la ciudad dorada) y pastel de estilo renacentista. Algunos parecidos a los de Viena y alguna zona de Budapest, pero con curiosas mezclas. A nuestra espalda pudimos ver como despunta en el cielo una iglesia que más parece un castillo por su forma superior. Rollo gótico.
Hicimos el checking del hotel pero como hasta las 15h no podíamos usar las habitaciones nos fuimos directamente a callejear. Las calles son un puto laberinto en las que cuesta un poco orientarse hasta que aprendes a situar la plaza Starometske namesti (ahí es nada) y el río Moldava, la plaza desde la que se divisa la peazo iglesia con forma de castillo en su parte superior y en la que se puede ver también la famosa torre del reloj astronómico. Aquí, cada hora se agolpan multitudes ansiosas por ver tocar la hora y por escuchar a un trompetista que toca una melodía cada hora. Cuando termina saluda al respetable y este le devuelve el saludo con aplausos. Costumbres.

La plaza es el centro de la zona, enorme y con mucha gente a cualquier hora del día. Llena de cafés, restaurantes. Caminando nos dirigimos al río para atravesar el famoso puente de Karluv Most (hay unos 20 puentes, pero este es el que se lleva la palma en visitas). Al llegar pudimos ver otra de las postales de las que estamos disfrutando en este viaje. Un enorme puente de piedra une las dos partes de la ciudad y el famoso Castillo de Praga domina desde las alturas el paisaje. De cine.

Pasamos el puente y llegamos a una zona más empinada que sube hasta el castillo. Paseamos entre calles y escalinatas hasta que llegamos al castillo y desde allí disfrutamos de unas vistas cojonudas de toda la ciudad. Praga desde ahí no se ve demasiado grande, de hecho no lo es, pero tiene tanta callejuelas, barrios y zonas que creemos nos va a ser imposible visitar todo en el tiempo que tenemos.

Comimos en un garito italiano en el que pedimos pasta, no estaba para tirar cohetes, pero los precios están bastante bien con lo que comer un menú decente y tomar una cerveza (suele rondar entre 1 y 2 euros la jarra) puede salirte por no más de 15e los dos. Aquí también enchufan el recargo “por que yo lo valgo”, así que conviene mirar si hay aviso o si lo indica la carta o confiar en Jesucristo porque no hay una regla fija, además, en ocasiones el aviso está en perfecto checo.

Con el viajecito que tuvimos por la noche en tren, estábamos algo cansados (algo), así que decidimos volver al hotel y descansar, eran ya pasadas las 15h y llevábamos callejeando por Praga desde casi las 8 de la mañana.

Fulminados hasta las 18h. Otra vez a callejear. La plaza de Starometske nos seguía pareciendo igual de guapa, ahora con luz crepuscular ya que por estas latitudes a partir de las 18h empieza a oscurecer aunque sea verano. Decidimos perdernos de nuevo por los alrededores del centro mientras veíamos como el turisteo se pone ciego de alcohol y de fiestas. La verdad es que en casi todos los sitios en los que hemos estado, el alcohol y la fiesta van de boli. Pensábamos que los “guiris” sólo se descantillaban en España...je, lo llevan en la sangre.

De noche Praga es un espectáculo. Las calles están iluminadas por los faroles (eléctricos, eso si) y todo adquiere un cariz como de misterio o de ciudad embrujada. De vez en cuando te encuentras grupos de turistas que siguen a un tipo en unos tours “del terror” en los que a los pobres turistas se les cuentan leyendas locales, etc. mientras el guía representa el asunto como si de una peli de susto se tratara.

Cenamos en un griego y nos fuimos a la piltra. Mañana día de cementerios.

Un saludo!

12 de agosto de 2011

Auschwitz

A eso de las 4:30 el revisor escupió algo parecido a “osviz” y desapareció por donde había venido. 20 minutos después pisamos una estación bastante antigua, con el suelo lleno de helechos de hierva y con un frío que cada poco se hacía más intenso.

Ya a cubierto dentro del pequeño recinto, ni una palabra de inglés y unas taquillas para dejar las mochilas que sólo aceptaban zlotys la moneda polaca. Primero nos fuimos a la ventanilla y preguntamos por la reserva hacia Praga para era misma noche. Ni una palabra de inglés y por lo que entendimos no podía hacernos la reserva. Desde Auschwitz parece que sólo se pueden hacer reservas de trenes reginales. Bueno, pues después de nuestras visitas nos iríamos a Cracóvia ya que desde allí seguro que podemos ir a Praga directamente. Eso sería más tarde.
Necesitábamos moneda y una señora del quiosco no aceptaba euros así que salí de la estación y crucé la rotonda que hay nada más salir, unos pocos metros calle “abajo” (por decir algo), encontré un cajero y pude sacar efectivo.

Ya con la moneda local la señora sí me pudo cambiar y por 10zl dejamos el equipaje.

Liberados vimos un mapa de la zona y ubicamos el museo de Auschwitz en la parte suroeste de la ciudad, a unos 30 minutos andando. Los buses salen cada quince o veinte minutos algunos, hora otros....
Como teníamos tiempo decidimos caminar y ver si encontrábamos algo para almorzar. Todo cerrado. Absolutamente todo cerrado con el cartelito de que hasta las 8 de la mañana nada.

El sitio es un pueblo, pero pueblo pueblo, con grandes sectores de campo, casitas pequeñas y...hacía fresco, un fresco que cada vez hacía que nos alegráramos de haber pillado ropa de manga larga del equipaje para pasar el día. Incluso cuando sale el sol (que estaba algo nublado), se nota, vale que eran las 5 y pico de la mañana, pero durante el resto del día pudimos confirmar que si el día está nublado, hace un frío de cojones aunque sea agosto, así que mejor ir con algo de ropa.

A 30 minutos encontramos un cartel que indicaba “Auschwitz Museum”. Llegar es fácil, tan sólo salir de la estación, caminas hacia la derecha y la primera carretera que baja la sigues recto (también se puede ir por la segunda). Por el primer camino llegas a un cartel que te indica a la derecha la entrada y por la segunda opción llegas directamente. Nosotros fuimos por la primera por si encontrábamos algún maldito lugar, pero no hubo suerte, todo cerrado.

Entrada principal. En varios idiomas (español incluido) informa que el acceso a partir de las 10 de la mañana es obligatorio con guía contratado, no dice nada de que se puede entrar antes de forma gratuita.
Dimos unas vueltas por el recinto ya que quedaba tiempo y pudimos ver desde su lado oeste un muro con parte de alambrada y la parte superior de algún barracón, de momento, lo poco que podíamos ver desde allí estaba tremendamente bien conservado, tan jodidamente real que parecía estar viendo una peli. Llegamos hasta una torreta de esas típicas de vigía que quedaba fuera del complejo y poco después un pequeño altar con flores y una foto del papa polaco quedaba a pies de una valla desde la que se ve un monumento a las víctimas.

A las 8 en punto abrieron puertas y nos metimos. Al entrar a mano derecha hay un restaurante tipo self service en el que tomar un café o comer algo y nada más entrar tienen unas máquinas de café (se agradecen bastante con el frío). Nada de euros, moneda local.

Pasamos algunas salas y llegamos a una en donde se hace una proyección sobre el holocausto pero mira por donde del 1 al 31 de agosto no se hacía.
Giramos a mano izquierda y nos encontramos en un área grande, de tierra, con alguna zona ajardinada y un mapa del complejo que indica el número de los barracones, letras indicando zonas específicas y un lema llamando al respeto por lo que aquí sucedió.

Dos pasos más hacia delante, giramos la vista a la derecha y allí estaba la puerta con el lema “El trabajo hace libres” (Arbeit macht frei), esa que hemos visto en infinidad de pelis y documentales...huelga decir que mientras caminas te viene a la mente lo sumamente acojonado que debería estar aquella gente. Si ya viendo el panorama de lejos no es muy alegre, por las fotos que a ambos lados se ven de gente caminando a través del mismo sitio en el que estábamos ya ni te cuento. A ambos lados, cercas de alambradas intactas que forman los pasillos llenos de barro y cantos rodados por las que pasaban los prisioneros. El efecto de las alambradas es aterrador, a mi personalmente más que la imagen de los barracones, las alambradas electrificadas me parecen de un panorama muy sórdido y de puro miedo, con esas columnas de piedra inclinadas, el farol típico de alumbrado...todo muy como en las pelis, exactamente como en las pelis, acojonante. La idea de que si te paras a pensar no hace tanto de todo aquello, te amartillea continuamente.
Pasada la puerta puedes caminar libremente por el complejo. No todos los barracones están abiertos al público, pero la gran mayoría son accesibles y cada uno muestra un aspecto del horror.

Los barracones por fuera están exactamente igual que los que aparecen en las fotografías, por dentro se han adecuado para poder visitarlos pero las habitaciones algunas son exhibiciones con información, fotografías, etc y otras están cerradas y muestran tal y como estaban las estancias. Estas son las más acojonantes, pues puedes ver desde las letrinas hasta habitaciones con mobiliario tal y como se lo encontraron al liberar el campo. Pasando por estancias en las que han agolpado toneladas de objetos personales de los prisioneros, se pueden ver gafas, palanganas, cepillos, botas, ropas...

En casi todos los barracones, mientras caminas por las estancias tienes colgados cuadros con el nombre, la identificación y la fecha de ingreso y muerte. Muchos no duraban ni meses. Al principio el efecto choca, conforme avanzas en la visita reparas en la cantidad de gente que allí murió, puedes incluso consultar fichas personales...

Llegamos a la zona de los fatídicos bloques 10 y 11. En los que habían cámaras de aislamiento, celdas de castigo, se utilizaba el 10 para experimentos médicos....y un muro entre estos dos bloques que servía para fusilamientos. Ofrendas florales y un sitio en el que todavía se pueden ver los palos desde los que colgaban por las manos a los infelices mientras eran sometidos a torturas o esperaban su turno para meterles el balazo. Las fotos que acompañan el recorrido son, pues muy jodidas...
Estos dos bloques son un canto a la ida de olla, si ya en otros bloques te informan de que aquí morían por hambre, por esto o por otro, en estos ya te muestran habitaciones desde las que los mataban por inyecciones letales o simplemente salas desde las que se cambiaban antes de ser fusilados y ya ni salían de allí...las paredes manchadas, camillas raídas, picas sucias...de peli de susto, de susto de las de verdad.

Las celdas en la parte inferior muestran un pequeño recorrido desde la que se puede ver algunas en las que morían por asfixia, otras por hambre...otras en las que en 1 metro cuadrado metían a cuatro personas...puertas y mirillas desde la que se veía el recluso desde fuera están intactas. En fin.

Nos pateamos todos los barracones visitables, entre fotografías del horror, grabaciones de audio (algunas simulan el sonido de los raíles del tren...), video...luego puedes caminar por dentro de los cercos de alambrada mientras pasas por los carteles típicos de prohibido el paso en alemán. 

Finalmente llegamos a la zona de las cámaras de gas e incineración. Una enorme chimenea deja a su falda un edificio oscuro, con una puerta como de búnker en su parte trasera y de madera en su principal. Un monolito negro pide respeto por la gente que sufrió en este lugar.
La primera sala es en la que gasearon con el Zyklon B a las primeras "cobayas" humanas para luego directamente usar las cámaras de Birkenau a gran escala. La siguiente tiene hornos para incinerar. La estancia no da mal rollo, da lo que viene después. Tocar esas paredes y pensar en el miedo, la impotencia, buf. El lugar tiene las marcas en las paredes y un pequeño monumento al fondo de la habitación.

Visto el museo. El respeto y la crudeza con lo que lo muestran es asombroso. Si se está pensando en estancias con música lastimera para que todo Dios vaya por el lugar como si fuera un entierro, se está equivocado. El lugar es un templo del silencio, del horror mismo que no necesita de efectos para que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se haga a la idea de lo que allí sucedió. El clima frío e incluso de lluvia en pleno agosto, no hizo más que potenciar el efecto que nos causó. Un sitio que hay ver y como dicen, no olvidar.

En la misma puerta del museo, un bus cada 15 minutos lleva al segundo complejo, Birkaneu, o Auschwitz 2. Un campo de exterminio en el que llegaban a patadas y eran conducidos a las cámaras de gas o para experimentos médicos.

Llegamos en el bus y nos dejó justo a las puertas de la llama “Puerta de la muerte”, que atraviesa todo el complejo y que llega hasta los dos enormes hornos crematorios, totalmente derruidos tras la liberación y que se pueden visitar para ver los restos de las chimeneas, la salas donde apilaban los cadáveres...

El sitio es enorme, y da mucha más sensación de campo de concentración que Auschwitz 1 por así decirlo, ya que son hectáreas y hectáreas rodeadas por alambradas, con aquella vía del tren que atraviesa su centro.
Visitamos las ruinas de los hornos y un monumento por las víctimas. Nos sentamos a contemplar el final de la vía y la visión lejana de la puerta principal. Lo dicho, como estar en una peli de miedo.

Pudimos entrar en un par de barracones que se conservan perfectamente dentro de lo que cabe. El sitio es oscuro y la sensación de humedad, frío...si ahora es tremenda entonces ni te cuento. Como siempre, las fotos te comparan el antes y el después. Para verlo.

Y finalmente pusimos fin a nuestra visita. Hay muchísima información en internet, datos, números, nombres, pelis...verlo ha sido una experiencia sensorial muy potente, por mucho que se lea o se vean pelis, estar en un lugar así, tocar sus paredes, las vías, las alambradas, los barracones, estancias...supera toda ficción posible, lamentablemente con la realidad. Que no se repita.

Nos fuimos hacia la estación en bus (cualquier parada en la que ponga PKP lleva a la misma). 2Slz.
Pillamos billete a Cracóvia y un señor muy amable nos indicó el andén (aunque tu veas un 1 o 2, pregunta, que en Europa la gente es muy rara y tienen costumbres extrañas).
Nos metimos en el tren y conocimos a unos chavales de Albacete que estaban haciendo su interrail. Unos tíos muy majos con los que intercambiamos información ya que estaban haciendo su ruta a la inversa a la nuestra.

Ya en Cracovia fuimos a reservar los billetes a la estación pero no quedaban literas con lo que tendremos que viajar toda la noche sentados. Oh yeah, como mola. Es lo que hay. Reserva de los asientos 7e los dos.

Teníamos algunas horas, la visita a Auschwitz nos había llevado medio día (menos mal que fuimos a las 8, a partir de las 10 llegan hordas de gente, con lo que, por lo menos durante 2 horas se puede ver el lugar prácticamente solos). Eran sobre las 16h y caímos en que no comíamos nada desde la noche anterior (es lo que tiene estar de vacaciones).
La estación pasa por un centro comercial antes de llegar a la calle, así que buscamos un sitio y vimos un japo que tenía buena pinta, así que pedimos delicias orientales.
Es en general bastante barato, 4slz es un euro en estos momentos, y se hace fácil encontrar platos por 3, 4 o 6 euros bastante decentes. Suponemos que en un centro comercial será más caro, más tarde, paseando por el centro, vimos que hay un poco de todo, pero van por ahí los tiros en zonas turísticas.

Ya comidos pillamos un mapa en un puesto de información y nos dirigimos al centro de la ciudad, a pocos pasos. El sitio tiene buena pinta, un poco fresco para estas alturas del verano, pero bastante animado y con una plaza central enorme, llena de gente, con grupos musicales, algunos con marionetas...visita relámpago que nos dejó buena impresión.

Ya en el tren, como latas en sardinas, nos dirigimos a Praga, siguiente destino. A ver qué tal.

Un saludo!

11 de agosto de 2011

Finishing Buda

Dejamos la habitación casi a las 10 de la mañana para apurar el sueño, ducharnos, etc. Por la noche viajaremos en tren y al día siguiente también, con lo que estaremos guarrunos hasta llegar a nuestro próximo destino hotelero.

En el hostel ya no estaba Amelie, en su lugar había un tipo con cara de haber salido de Prison Break, que hablaba muy deprisa y que no se le entendía una mierda. Como no le entendía le hablé en perfecto castellano para ver si así me ayudaba un poco con mi precario nivel inglés-húngaro. Funcionó, vocalizó y nos entendimos. Al próximo le hablo en catalán, a ver si así nos hace un descuento.

Nos guardaron las mochilas y nos fuimos a visitar el mercado. Budapest está muy bien comunicada por tranvías, autobuses y metro. El ticket que nos sacamos sirve para cualquiera de estos transportes, así que abusamos de ellos cuanto pudimos para salvar determinadas distancias, sobre todo en las horas de más calor.

El mercado se encuentra justo al pie del puente Szabadsag (el verde, vamos) y parece más una estación de tren que un mercado, en cuanto a forma. Por dentro está lleno de paradas en su planta principal, en su planta baja se vende el pescado y en la superior ropa y restaurantes donde comer y picar a precios bastante asequibles. Gulash, salchichas, etc. Mucho plato húngaro, Paprika por un tubo (venden la salsa en tubos) y pastas con una crema por encima que son una bomba de calorías.

El mercado es bonito, curioso de ver, pero se repite bastante en cuanto a puestos, se puede decir que vistos unos pocos vistos todos. En casi todos venden lo mismo. El sitio, está limpio como una patena, eso si, de los más limpios que hemos visto. Curioso.
Había también una exposición de setas, tanto comestibles como venenosas.

Ya fuera del mercado nos fuimos en tranvía hasta la isla Margarita, nos bajamos en la parada que está cerca del puente amarillo. Hay cuatro, el verde, el blanco, el de piedra y el amarillo, los nombres imposibles salvo el que se llama Isabel en honor a Sisí, que es el blanco y el “central” por así decirlo.
A mitad de puente, una carretera a medio asfaltar nos llevó por un paseo hasta la isla que es un enorme pulmón para Budapest en forma de parque con fuentes, extensas zonas de césped donde la gente se tumba y toma el sol, corre, etc.

Nada más entrar en el parque una enorme fuente soltaba chorros de agua al son del himno de Hungría con lo que daba bastante subidón (aunque nos sudan los himnos, pero es chulo). El parque es un lugar muy tranquilo y se agradece el paseo por sus tranquilas arboledas, piscinas públicas y algún que otro restaurante con aromáticas comidas.

Volvimos con las pilas cargadas después de estar tirados un rato por el césped y nos fuimos hacia el Castillo de Buda, para subir por el tren cremallera que dejamos el otro día. Pero antes nos fuimos a comer a un garito en el que pedimos unas setas enormes (pero enormes) rebozadas con salsa y unos macarrones con espinacas. Por cierto que en algunos sitios, en la factura te clavan un servicio extra bien por guiri o bien por sentarte en la terraza en lugar de en el interior. El caso es que va de los 100 a los 400 y pico florines. Lo hemos visto únicamente en los sitios paracomer, cuando te tomas algo no. Pues no se deja propina, a tomar viento.

Ya comidos subimos en el tren cremallera por 800 florines cada uno. La bajada cuesta 1600 pero lo vimos excesivo e inútil, pues la bajada se hace por unas escaleras justo al lado del tren cremallera que, subirlas vale que es un poco palo, pero de bajada...

El tren bien, muy cortito y te ahorra las escaleras (el que vaya al Moon Hill en Yangshuo, China...boh! Eso si eran escaleras) pero poco más, las vistas chulas se aprecian desde la parte alta.

Paseamos por el castillo y cuando nos hartamos de ver a guiris tirando fotos haciendo el mongo regresamos a Pest para tomar unos cafés y descansar un ratillo antes de pillar las mochilas.

La estación de Budapest es un poco caos...no está muy bien indicado lo de los billetes “internacionales” y los marcadores te indican la hora y el destino del tren pero no el número (?¿?¿). Por no decir de que los andenes se dividen en del 1-6 a la izquierda y del 9-13 en la otra. El  nuestro era el número 7. Buscad buscad....En el andén del medio, pero bah, para qué poner número si es obvio.

Budapest nos ha gustado muchísimo, es un cambio radical en cuanto a sitios en los que hemos estado hasta ahora. Su gente puede ser algo borde, algunas calles tienen pinta chunga (sobre todo por la noche) y se nota que llevan 20 años de democracia. Pero esto la hace especial y con un toque diferente. Es un sitio para fliparlo en contrastes y para probar cosas nuevas. Mención especial a sus maravillas en forma de paisajes en el Danubio (la primera vez uno se queda de piedra) y sus edificaciones. Tres días muy intensos.

Ya en el tren, nos marchamos  a Auschwitz para visitarla en 1 día y salir por la noche hacia Praga. Ya veremos como sale el asunto en cuanto a trenes.

Un saludo!

10 de agosto de 2011

Castillos, bastiones y baños termales


El día completo en Budapest lo íbamos a utilizar en visitar la parte de Buda, esto es el castillo y la Ciudadela. También nos acercaríamos al Parlamento y si nos quedaba tiempo a unos baños termales muy famosos que están en el hotel Szt. Gellert.

Después de almorzar bajamos por la calle Rakoczi hasta que llegamos a la parte del puente que vimos la noche anterior. La oscuridad que vimos entonces dejó paso a unas verdes montañas desde las que una imponente fortaleza dominaba el horizonte.

Cruzamos el Danubio mientras lo flipábamos con las vistas del Parlamento a lo lejos, de los otros puentes igual o más impresionantes que el Erzsébet por el que cruzamos y de los edificios que forman la ribera de Danubio, de postal.

Ya en Buda, caminamos dirección al castillo y pasamos por un tren cremallera (tipo, Montserrat) que subía hasta la parte alta, pero decidimos dejarlo para por la tarde ya que entonces la luz del atardecer sería más propicia para las vistas.

Nos tomamos un vermut en un garito de un tipo muy salado que nos estuvo aconsejando sitios para ver (casi todos los teníamos ya escritos, pero el tío estaba tan animado que lo dejamos hacer), luego seguimos y llegamos hasta el llamado Bastión de Pescadores. Una especie de mirador de piedra blanca, con esquinas en forma de columnas como las de los castillos típicos de Rumanía y Transilvania (tipo Drácula, vamos) y con arcos que permiten contemplar toda la extensión de Budapest. Las vistas increíbles y el lugar bastante bonito. Además, músicos amenizan el lugar con lo que el ambiente es cojonudo.

Junto al Bastión, se encuentra la iglesia de Matías, una extraña edificación que parece no seguir un orden en cuento a su estructura. Más tarde leímos que cada X tiempo, se le fue añadiendo partes y cada una de ellas a lo loco. El sitio merece la pena y sobre todo por la noche, luce increíble.

Estábamos a tiro del Parlamento, por lo que decidimos cruzar el puente Széchenyi y visitarlo. Antes de llegar nos entró un poco de hambre y nos metimos en un bar muy familiar en el que nos hicieron la comida delante nuestro, rollo como si te metieras en una casa.

Después de comer llegamos al Parlamento y comenzó a llover, pero no nos impidió visitarlo y fliparlo bastante con la enormidad del sitio. Además, una mujer amenizaba la estancia con unos cánticos así como de Ópera. Al principio pensamos que estaba un poco ida, pero no, la tía estaba realmente cantando ante la bandera de Hungría, con lo que sería algún tipo de acto o algo. De friqui.

Pillamos el metro y volvimos a la zona de la Ciudadela para irnos a pegar un chapuzón a unos baños termales muy famosos en Budapest, los del hotel Szt Geller. Pasada la Ciudadela, justo al llegar al puente Szabadsag (madre de Dios), ya se ve el hotel, muy imponente y con aire de ser caro de cojones.
Para entrar no hace falta ser del hotel, simplemente haces cola justo en la calle que sube antes de llegar a la puerta principal y pillas los tickets. Ibamos a pillar el de 1 hora pero nos dijo no se qué de que no le quedaban (?¿?) y que sólo podía darnos mínimo de 2 horas. Pues bueno. A partir de las 17h el precio de acceso es más barato. De esto nos enteramos en la cola, no sabemos si es cierto o no.

Te dan una especie de reloj pulsera que nos pusimos y tras pasar un vestíbulo que parecía más un palacio que otra cosa (columnas enormes, techos acristalados...increíblemente bonito), llegamos a una máquina en la que mostrando el reloj te daba acceso.

Llegamos a los vestuarios y nos encontramos con un laberinto de puertas por todos lados. Vimos que habían unas máquinas en la pared con el dibujo del reloj, así que acercamos el aparato del demonio y la pantalla nos indicó un 35. Por el culo...

Pues esa era nuestra “taquilla”, deducimos. Llegamos a la puerta y esta se abrió mostrando el reloj de marras, quizás hasta sirva para tirar rayos láser, lo estudiaré.

Nos pusimos el bañador y salimos a la zona de baño.

La piscina es una puñetera obra de arte. Es como una especie de baño romano, rodeada de columnas de mármol marrón, que suben hasta una segunda planta desde la que hay unas balconeras en las que la gente charla o se sienta a descansar en butacas. El techo acristalado y en la piscina, leones vomitan agua a chorro sobre unos asientos sumergidos en las aguas medicinales (eso dicen, que llevan más propiedades que un iogurt de los caros).

Nos metimos en el agua y un tipo nos dijo que teníamos que llevar gorro para el pelo. Coño, había leído que no hacía falta, pues ahora si. Vuelta a las taquillas, pilla pasta y ve a un puesto en el que te venden los gorritos por 100 florines. Coño sólo teníamos un billete de 10000 el tipo nos lo regaló. Boh! Perfecto.

Dejamos el billete y ahora si, al agua. Perfecta. Ni muy fría ni muy caliente. Relax total y encima donde el chorro te puedes sentar. Eli y servidor en el puto cielo.

Luego arrastramos nuestro culo hasta otra piscina en el fondo en el que el agua está a 36ºc, el contrasto es cojonudo y se te adormecen partes del cuerpo (algunas, no todas, eh?).

Aquí había más gente, pero el ir y venir de personas hacen que siempre tengas tu sitio y se esté bastante tranquilo.

Paseamos un poco por el recinto y nos fuimos a la parte superior, en la que hay otra piscina al aire libre que da a la falda de la montaña con lo que el efecto de acantilado sobre nuestras cabezas era brutal. Pero como estaba bastante nublado y hacía viento no nos quedamos mucho rato por ahí.

El sitio es una puta maravilla, y salimos como que flotando del sitio. No sabemos si las aguas medicinales tendrán algún efecto en nosotros, lo que no tiene arreglo...pero el sitio es altamente recomendable. Budapest, mola.
Por cierto, hemos leído auténticas barbaridades sobre el sitio. Que si las duchas están que se caen, los baños, la instalación, el personal...hombre, las duchas no es que sean último modelo, pero hemos visto cosas mucho peores, pero mucho. Perfectamente utilizables. El personal...la recepcionista bien, las señoras que te indican por si tienes algún problema en los vestidores, etc. algo ariscas, pero suponemos que estarán hasta la coronilla de que la gente les pregunte una y otra vez lo mismo. En nuestro caso preguntamos por donde caían los servicios y no tuvimos problema. Los baños simplemente están cojonudos....es nuestra opinión. Quizás tuvimos “suerte”.

Por cierto, las toallas si no las llevas las tienes que alquilar, pero hay una zona de secadores en las que nos metimos y nos secamos enteritos (bueno, el bañador lógicamente no). Son secadores que puedes regular la altura con lo que puedes secarte el cabello, regularlo para la cintura y para ....todo.

Volvimos al hotel, dejamos los bañadores y nos fuimos a cenar a un lugar cercano ya que queríamos (ejem) hacer algunas fotos del Danubio por la noche con el trípode, y para no ir muy cargados buscamos algo cerca del hotel. Encontramos un pu-restaurante con buenos precios y ahí mismo nos metimos. El sitio muy bien y la cena, bebidas y cafés incluidos subió a 17e, lo dicho, Budapest mola. Y eso que la comida del medio día fueron ni 11 o 12e.

Paseando (un paseo nuestro es una forma de hablar) llegamos hasta el Danubio, pero hacía un viento como si todos los Dioses del Olimpo se hubieran enterado que íbamos a hacer fotos nocturnas. Imposible, supongo que con mortero podría fijar el aparato, pero no era plan, así que desistimos y nos volvimos al hotel para descansar. Mañana terminaremos de ver cuatro cosillas que nos quedan y por la noche viajaremos hacia un lugar especial y, creemos, piedra angular de nuestro viaje. Auschwitz.

Un saludo!


9 de agosto de 2011

Budapest

Si en este viaje pillamos jetlag será por el cambio de contrastes entre países. Madre del amor hermoso, a quién se lo ocurriría esta locura...


El viaje hasta Budapest fue tranquilo y con muy poca gente en los vagones. Había una zona para crios en las que un revisor con un poco de malas pulgas metió un dvd “princo edition” con dibujillos Disney para los peques. Qué mal suenan los dibujos en alemán, pero mal mal.


Pero más raro suena el húngaro, eso de que es lengua fino-ugrias debe ser una broma, porque es una mezcla de alemán, ruso y qué se yo que echa para atrás. En fin.



Ya en Kaleti pu, la estación principal pudimos apreciar que el sitio estaba un poco desgastado, en consonancia con algunos barrios que más tarde veríamos. Este sitio mola, es de esos en los que se respira cierto aire decrépito y lo distancia de lo impoluto visto por ejemplo en Viena.
Nos fuimos directamente hacia el hotel, en la parada de la línea 1 (hay 3) Astoria del metro. Antes, nos sacamos un bono de tres días para viajar de forma ilimitada por la red de transportes por 16e los dos. Muy barato en nuestra opinión.



Picamos en uno de esos portones que parecen medio en ruinas y un tipo (o tipa, no sabría decir) preguntó algo del “booking” (reserva). Subimos y el sitio parecía sacado de una peli de susto. Escaleras muy antiguas, alumbrado inexistente...bueno bueno bueno, esto se pone interesante.
Nos atendió la prima hermana rubia de Amelie, igual de flipada (conste que me mola la peli) y con muy poca sangre. Más tarde entendimos que los húngaros suelen ser así.
Nos comentó que nuestra habitación estaba en otro edifico (ya habíamos leído algo al hacer la reserva, no nos sorprendió), así que la seguimos.



Por cierto, el pasaporte de Eli se ha quedado en Viena, lo dejamos como depósito y los muy mamones no nos lo entregaron al hacer el check-out (ni nosotros nos acordamos de pedirlo). En principio no es grave viajando por Europa. Les enviamos un mail para que nos lo envíen a España. Esto viene a que en los hostels, cuando te piden que dejes una identificación como depósito, puedes darle el carnet de la biblioteca. A no ser que sea un sitio con “estudios”, pasan de todo y lo cogen. La prima de Amelie lo miro y lo aceptó. Ale, te quedas con el carnet del gimnasio.



El sitio al que nos llevó estaba algo mejor que el edificio “principal” y la habitación, a pesar de ser una compartida, nos dio una privada de matrimonio por el mismo precio. Ok por Amelie. Ojito para entrar a la habitación, son necesarias 4 llaves. La de la portería, la de la verja que da a la planta del hostel. La del Hostel y la de nuestra habitación. No sabemos si alegrarnos por la seguridad o salir pitando del país.



De momento nos quedamos, que esto es muy divertido.



Como eran cerca de las 3 de la tarde y hacía bastante calor (aquí vuelve a apretar la calor por el día), nos comimos una burguer rápida y fuimos a pillar la reserva a la estación para el siguiente destino. Allí tuvimos que esperar casi una hora en la sala de billetes internacionales (ojo, que hay venda de billetes de Hungría y los otros). La chica que nos atendió era la personita más borde que te puedes tirar a la cara. Le preguntamos por el precio de la reserva de literas y directamente nos sacó el de compartimento de 6. Seguimos preguntando por el precio y nos entregó el billete. Le preguntamos por otra reserva que queríamos hacer y directamente nos cerró la portezuela. Siguiente. Acojonante. Me dieron ganas de decirle un “volveré” y hacerle un alunizaje.



En fin, tenemos lo que buscábamos. Así que no le dimos más vueltas y nos fuimos a pasear por el barrio judío, al norte de la parada de Astoria.



El lugar es como Barcelona, nos recuerda bastante algunas zonas de la Diagonal y algunas de sus calles. Pero si te fijas en los detalles ves que todo está algo derruido, como desgastado, viejo. Tiene su encanto, pero también es cierto que por la zona se ve a mucho indigente.



Decidimos acercarnos al castillo de Vajdahunyad, en la parada de metro de Hosok Tere. El metro por cierto es un espectáculo. Son vagones muy pequeños, bastante antiguos, con sistema de audio que no es mono, es lo que salía por el altavoz del Spectrum, la iluminación es...como decirlo, triste. En algunos vagones nos hemos encontrado con más luz, pero en la mayoría la verdad es que el contraste con el colorido de por ejemplo Viena, es chocante. Eso sumado al silencio sepulcral al entrar al vagón. Nosotros que entramos siempre en tropel...de pandereta, somos del país de la pandereta.
Pero lo más es el aviso de que se van a cerrar las puertas. Suena un zumbido como si estuvieran electrocutando a alguien y un fluorescente emite luces rojas a intervalos. Es de lo mejor, impagable. En la linea amarilla además suena una musiquita a lo super mario bros al llegar a la estación. Pero esto qué es?
El castillo es acojonante. Al parecer es una réplica de uno que hay en Transilvania, con lo que se puede hacer uno a la idea de como es el bicho. De estilo gótico, con esas torres acabadas en punto rollo Drácula. Alrededor del mismo hay un lago donde la gente va en barca y en el que han colocado elementos “decorativos” como coches flotando o casas a medio hundir. Estos húngaros son la leche.



Todo está rodeado de un parque muy guapo y de la plaza de los héroes, una suerte de plaza a lo Tiananmen pero más pequeña y con dos edificios de las artes a ambos lados. Patrimonio de la Humanidad el conjunto, ahí es nada.



Esta zona es muy chula y a pesar de que la guía no mencionaba el sitio, merece la pena. Volvimos al centro de Pest (mañana iremos a la zona de Buda) y buscando un sitio para comer estuvimos mirando precios. La verdad es que es un sitio bastante barato. Comer por la calle un kebab de esos te puede costar entre 2 y 3 euros. Un refresco 1 o 2 y un plato de pasta o algo más elaborado rondan los 6-7 u 8 euros. Hay sitios más exclusivos pero en general los precios están bastante bien.



Pasamos por un sitio que tenía muy buena pinta. El café Longe y vimos que cocinaban platos típicos de hungría desde 4 euros. Así que nos metimos y pedimos un (ya pondré los platos, que no recuerdo el nombre) que estaban que te cagas. La cena 20 euros. El sitio, un lugar decorado de madera, con música jazz de fondo...de friki.



Ibamos a retirarnos, pero la temperatura noctura era tan buena que caminamos hasta llegar al Danubio. Madre de Dios.



La zona del Danubio es impresionante. Los puentes que cruzan la zona de Buda a Pest están iluminados y al fondo se aprecia la Ciudadela (la parte más alta) y a la derecha el Castillo de Buda. Todo iluminado y recortado en la noche. Con la luna cubierta por nubes. Nos quedamos de piedra. Otro de los sitios más bonitos que hemos visto.
La actividad en esta zona no tiene nada que ver con la zona norte. Aquí hay gente mil, comercios a porrillo, luces de neón, música, animación...es un sitio hiper turístico, lo saben y lo explotan. Pero además es precioso.



Por hoy nos retiramos, mañana visitaremos la zona de Buda y veremos esa maravilla de zona con su luz diurna y si es posible crepuscular.



Un saludo!