30 de septiembre de 2015

You're in my house

Visitamos bien temprano Alexandría, junto al río Potomac, desde la cual se puede divisar en algún punto la capital de Estados Unidos.
La parte que vimos fue básicamente la que está pegada al río, toda aquella zona es una avenida marítima muy bonita, con calles adoquinadas, parques, restaurantes y algún que otro crucero. Al ser tan temprano apenas había nadie, con lo que estuvimos muy muy tranquilos, en un paseo matutino muy agradable y con muy buena temperatura.


Debido a nuestra ubicación en el mapa, trazamos distintos puntos de visita antes de meternos en la ciudad, estos eran el Pentágono y el cementerio de Arlington.
Lamentablemente, más tarde veríamos un punto al que podríamos haber llegado gracias al vehículo, Gravelly Point, desde donde al parecer los aviones pasan muy muy cerca por la cercanía del aeropuerto de Ronald Reagan y que resulta un espectáculo curioso de ver. Siempre nos quedará el Prat.

Del Pentágono...pues qué decir, ese aire rollo Fox y Mulder por todos lados, muchos carteles de prohibido esto y lo otro y un bonito memorial sobre las víctimas del vuelo 77 que pone los pelos como escarpias.
Los monumentos a los fallecidos simulan alas de avión a modo de banqueta sobre una pequeña superficie de agua, con su placa identificativa, luz y ordenadas por año de nacimiento. Realmente acongoja...una mezcla de rabia, impotencia...donde tienen cabida infinidad de interpretaciones de un bando y de otro, pero donde al final lo que queda son vidas apagadas, buenas o malas, pero vidas.

Como anécdota, comentar que llegamos al parking norte pero aquí al menda le pareció que estaba un poco alejado, así que nos acercamos tanto que llegamos a una especie de control donde pensaba que igual daban un ticket de esos rollo centro comercial, pero al parecer me colé hasta la puerta de entrada y el botón no escupía el maldito ticket, en su lugar un tipo masculló algo a través del interfono y como tampoco era plan de retroceder y la baliza del conductor que acababa de pasar estaba levantada le dije algo así como "bueno, yo si eso entro", y tiré.
O por lo menos "tiré" unos 5 metros, ya que entonces apareció un tipo uniformado bastante grande el cual nos dio el alto y nos invitó muy amablemente a salir de una de las entrada principales al Pentágono.

En fin, doy fe que el "soy yo, abre" funciona. Un poco al menos.

Arlington es el mundialmente conocido cementerio donde podemos ver esas lápidas blancas apiladas hasta el infinito sobre un manto ajardinado y en las que descansan militares estadounidenses, con alguna excepción que otra como el memorial al Challenger.
El sitio es enorme y realmente está muy bien cuidado, destacando lugares como la tumba del soldado desconocido, donde cada 30 minutos se realiza un cambio de guardia frente al monumento a los soldados que perdieron la vida en batalla y que no pudieron ser identificados, la tumba de JFK o la casa museo Arlington, desde donde se tienen unas vistas muy buenas de la ciudad.
Destacar también el memorial de Iwo Jima, algo alejado pero que merece la pena acercarse a verlo y que nos sorprendió por su gran tamaño.


Era ya pasado el medio día con lo que decidimos realizar el checkin en el Hotel Baron, ubicado al norte de la ciudad pero cerca de una parada de metro, parada que nunca utilizaríamos porque básicamente nos dedicaríamos a patear calles, y como la zona era bastante vistosa, era muy agradable pasear cuando se hacía de noche, con esas casitas rollo "Arlington Road" con su pequeño jardín, escaleras de piedra y farolas en la entrada, arboledas y buena temperatura, quién quiere meterse en el maldito metro?
Realmente, caminando tranquilamente se podía llegar a la Casa Blanca en menos de 30 minutos...

El hotel la verdad que muy bien, siendo Washington una ciudad tan cara en cuanto a alojamientos, no hay que asustarse por ver la ubicación alejada del "centro", en realidad la distancia no es tan grave y la zona tiene restaurantes menos sangrantes que los de la zona "ejecutiva", además de una taberna en su planta baja (incomprensiblemente nada de ruidos por la noche) donde se realizan conciertos en directo y donde se puede degustar una variedad de cervezas impresionante, aunque eso sí, lo más barato 4 pavos.

Se acercaba la hora de devolver el vehículo, así que nos dirigimos a la estación central para entregarlo y una vez "liberados", y digo liberados porque tener coche en Washington es algo así como un suicidio en cuanto a gastos de estacionamiento, y apostaría a que también lo es en cualquier ciudad ligeramente grande en Estados Unidos, visitamos la susodicha estación y luego nos fuimos caminando hacia la zona de la Casa Blanca.
Aunque la idea era profundizar en toda la zona central el día siguiente, no pudimos con la tentación de acercarnos "un poquito".

Nada destacable la zona que va desde la estación hasta el centro, la verdad, eso sí, una vez que comienzas a entrar en el distrito financiero, ya se nota el rum rum de la "verdadera" ciudad, coches patrulla a punta pala, ejecutivos muy ocupados ellos (con el litro de café incrustado en una mano y el móvil en la otra por supuesto), los bares a petar donde se reunen después de la faena para ponerse hasta arriba de vinos y hablar, hablar mucho...
En eso que llegamos a la parte trasera de la Casa Blanca, donde se agolpan los turistas (nosotros no eh..) para hacer la foto de la zona que actualmente es la más cercana al público, que por cierto le da un aire tremendo a la casa del tío Phil del Príncipe de Bel Air. Esperamos para ver a Jazz salir volando pero no fue así, en su lugar comenzaron a salir coches por todos lados, helicópteros militares, motos, polis y gente corriendo.
Cuando ya pensábamos tirarnos al suelo (ya sabía yo que lo del Pentágono iba a traer cola), al parecer el tema era que el bueno de Barak salía de "su casa" para tomar un avión que le llevaría a Nueva Orleans, en la celebración del aniversario del desastre del Katrina y para felicitar a las buenas gentes del sur por su esfuerzo y recuperación.

Segunda vez que venimos a Estados Unidos y segunda vez que nos topamos con Obama. Obama, quieres conocernos, y lo sabes.

Regresamos al hotel y nos zampamos unos sushis en un garito cerca del hotel, "probamos" las birritas de la taberna y a dormirla. El día siguiente sería el último día a full por Estados Unidos.

Un saludo.



29 de septiembre de 2015

Al oeste en Filadelfia

Tras abandonar Lancaster, la idea era llegar a Filadelfia y bajar dirección Washington, nuestro final de trayecto.

Llegamos sobre las 10 de la mañana, y tras visitar las famosas escaleras de Rocky y hacer el primo durante un buen rato (vídeo incluido) nos pateamos un poco el centro de la ciudad antes de tomar de nuevo la carretera hacia el sur.


Tras muchos días de zonas más bien rurales, alejados de esas mega urbes, resultó bastante gratificante volver a meterse en esa locura de rascacielos y zonas frenéticas con gente por todos lados. Es acojonante la de personajes y escenas que puedes ver en estas ciudades sentado en un cualquier cafetería o Starbucks durante 10 minutos mirando a través de un cristal, es casi sedante.

Eso sí, hay que decir que por ejemplo, siempre dependiendo del motivo del viaje, no recomendaría una ruta Nueva York - Filadelfia - Washington como hace mucha gente en esta costa Este.
Salir de NY para ver Filadelfia únicamente como "una ciudad más" es un absurdo personalmente. Mucho mejor si en medio se hace una parada en Lancaster o algún lugar más rural, el efecto, cuando más tiempo haga de la visita a la mega urbe por antonomasia, mejor.

Otro handicap de visitar estas ciudades en coche es que aparcarlo en algún lugar público es casi imposible, las opciones se reducen a dejar el vehículo en el quinto pino, casi las afueras, en caso contrario el precio de los parkings y de las zonas "azules" es muy elevado. Y ojo, que multan al minuto, cogimos el coche 1 minuto antes de que cumpliera y mientras salíamos ya teníamos a Beyoncé marcando el territorio.
En cualquier caso, Filadelfia nos dejó un buen sabor de boca.

De camino hacia Washington hicimos varias paradas, entre ellas Annapolis, capital de Maryland, un pueblo pesquero precioso con un casco antiguo para perderse por él durante un buen rato degustando un helado en alguna de las antiguas heladerías artesanas que todavía quedan en pie.

En un principio, pensamos quedarnos por el lugar para dormir, pero los precios eran algo elevados y encontramos algo mejor en Alexandría, a las afueras de Washington, lugar que además queríamos visitar, así que dimos un último empujón y llegamos tras una pequeña odisea para encontrar el motel debido al lío de mil demonios que me hice en un sector de autopistas.
Si no pasamos tres veces por el mismo lugar poco nos faltó, en una aberración de carreteras que parecía un nudo hecho por Bruce Lee en celo.

Ya instalados en el motel, justo a las afueras de Alexandría, nos preparamos para encarar el último tramo de nuestro viaje.



Un saludo.

25 de septiembre de 2015

Lancaster

Anclados en un tiempo ya casi olvidado, los Amish se encuentran repartidos por distintos puntos del globo, pero es en Lancaster donde se encuentra el segundo asentamiento más grande y donde se puede ver su estilo de vida de la forma más "auténtica", visitando sus casas y granjas, comiendo sus platos típicos y en definitiva, experimentando a grandes rasgos los motivos por los que esa gente rehuye a subirse al carro del progreso, principalmente al tecnológico.


Comenzamos nuestra ruta en una de las granjas/casas museos en las afueras de la ciudad, aprovechando que se encontraba cerca del motel donde pasaríamos la noche y entre dos localidades que según había leído, merecía la pena visitar, Bird in Hand y Paradise.

La granja se puede visitar de forma gratuita, y puedes ver ejemplos de cómo tratan el tabaco, trabajos de carpintería, la propia granja de animales, una escuela de chavales e incluso utilizar el típico patinete que utilizan para moverse (vimos muchísimos carros con caballos, pero no sé si ganan los patinetes...), además de un laberinto de maíz que tienen como recreo y que conviene no subestimar.

El sitio es un poco turistada, y para visitar la casa y subir a las estancias se debe pagar una entrada (10 dólares), pero eso no quita que resulte una visita agradable, entretenida y en definitiva una buena manera de iniciar la visita al condado. Más tarde veríamos otras granjas donde puedes pararte y verlos trabajar también, utilizando tractores por cierto, aunque ciertamente ninguna maquinaria excesivamente moderna.

Hay que entender, que ellos no niegan el utilizar cierta maquinaria e incluso tecnología para alguna de sus labores, lo que rechazan es la velocidad con la que el mundo adapta la tecnología y su explotación, ellos parecen asimilarla muy muy lentamente y únicamente utilizan algo de las que influyen en su trabajo, en su forma más rudimentaria o bien para convivir con el resto de forma civilizada, como las que hacen referencia a señalizaciones lumínicas en sus vehículos.


Evidentemente no utilizan ni móviles, ni ordenadores, ni similares, ya que no utilizan electricidad ni aparatos eléctricos más allá de un uso esporádico y de muy bajo voltaje. Del mismo modo, llevan vestimentas propias del siglo XVII.
Estos aspectos ya les relega de forma perpetua a un estado social cada vez más distante con el resto del mundo moderno y por lo tanto, a que su avance en cuestiones tecnológicas prácticamente sea nulo.

Creo sinceramente, una vez vivida la experiencia, que la mejor manera de visitar el lugar es perdiéndose por sus carreteras en su zona más rural, es ahí donde más actividad se puede ver y es tan sencillo como pararse en algún núcleo urbano (por núcleo urbano entiéndase 3 casas esparcidas en una extensión enorme de trigo o maíz) y verlos pasar, además de entrar en talleres (algunas son accesibles en modo turista) o detenerse en algún sitio a comer como el Dinner's Country, un lugar que nos encontramos tipo buffet que al parecer servían platos típicos y donde pensamos que sería un buen lugar para degustar "un poco de todo".
El sitio, relación calidad-precio brutal, una variedad enorme de platos, bien cocinados y unos postres muy (pero muy) destacables, diría que no he probado en mi vida unos pasteles más brutales, el arte que tienen con las cremas parece ser espectacular, yo doy fe.

Y finalmente nos alejamos de Lancaster, mientras caía la tarde, con cierta luz que parecía anunciar tormenta, a través de los campos de maíz, las casas de madera, el chaval en patinete, el carro tirado por caballos y el olor a campo recién arado.
Un lugar con el que mucha gente puede sencillamente no entender dicho estilo de vida, pero que resulta innegablemente atractivo y de esos sitios especiales que se ven con curiosidad a través de nuestros ojos acostumbrados a las comodidades que brindan las nuevas tecnologías.

Un saludo.

23 de septiembre de 2015

Back to the future

Ubicada entre los "ríos" York y James, y entrecomillo "ríos" porque a simple vista parecen océanos, se encuentra Williamsburg, una ciudad que fue capital de Virginia y que cuenta con uno de los atractivos turísticos más visitados por los norteamericanos, un museo viviente de aproximadamente 120 hectáreas donde se ha reproducido una ciudad como si estuviéramos en el siglo XVII.
Cuenta con actores reales, negocios representativos de la época colonial...una frikada de mil pares donde se realizan actos teatrales representando momentos históricos y donde podemos ver entre otros aspectos, los problemas raciales y de esclavitud.
Incluso se puede interactuar con los actores y te siguen el rollo si entras en debate como si realmente estuvieras viviendo ese instante. Lo más parecido a estar en la piel de Marty McFly por momentos.


Es muy curioso de visitar y una manera interesante de empaparte de ciertos momentos históricos (sin subtítulos en castellano, ojo), además de resultar un lugar precioso por lo cuidado del lugar, los detalles...aunque ciertamente el precio es elevado si se quiere ver en profundidad, ya que el pase "normal" cuesta cerca de los 30 dólares y el "completo" casi 50, que da acceso a todas las estancias y actos, algo así como cuando en Port Aventura representan espectáculos a ciertas horas.

Nosotros estuvimos desde muy temprano cuando apenas había nadie hasta casi el medio día, momento en el que decidimos pillar el coche y tirar hacia el sur dirección Smithfield, un pueblecito típico americano realmente bonito que nos recomendaron para posteriormente profundizar un poco por las carreteras para ver un poco más de esa América profunda que comentaba en posts anteriores, con sus restaurantes perdidos de la mano de Dios, urbanizaciones en mitad de la nada y, en definitiva, empapándonos de la vida cotidiana de estos remotos lugares.
Ese mismo día nos zampamos un crabcake (pastel de cangrejo, buenísimo, típico de la zona) en el Virginia Dinner, en Wakefield, y cuando caía la tarde, al estar ya cerca de Williamsburg y disponer del pase todavía del Colonial Williamsburg, decidimos pasarnos de nuevo para ver el atardecer y tener una visión más crepuscular de la zona sin los artificios de la mañana, además de ojear algunos restaurantes temáticos donde servían comidas a la luz de las velas totalmente ambientados en la época.


El resto de tiempo que estuvimos por la zona lo dedicamos a visitar sus alrededores así como el Taskinas Creek, un lugar de "recreo" desde donde se puede hacer trekking, kayak y un montón de actividades al aire libre, entre estuarios y bosques.

Tras Williamsburg, nos dirigimos hacia el parque nacional de Shenandoah vía Charlottesville (donde hicimos noche), una extensión enorme donde por fin vimos montaña y nos elevamos para pasar por poblaciones perdidas entre arboledas, entradas a mansiones increíbles y casas de madera a lo película de miedo (rollo Cabin in the woods).
Atravesaríamos el parque en dirección norte y nos desviamos hacia Luray, un pueblecito conocido principalmente por sus cuevas, muy cuco y con el típico cine "vintage" con sus letras colgadas en la entrada de neón y su interior clásico de madera (ya no se hacen cines así maldición, aunque los precios rondan similar...).


Antes de llegar a Lancaster, pararíamos en Gettysburg, ciudad donde tuvo lugar una de las batallas decisivas en la Guerra Civil Estadounidense y en el que se pueden visitar distintos asentamientos así como algún memorial.
Su centro urbano es pequeño pero de gran afluencia, sobre todo en cuanto a moteros, los cuales posaron muy amables ante mi petición de foto de guiri.

Próxima parada, Lancaster, Pennsylvania.

Un saludo.

21 de septiembre de 2015

Sirena Varada

La tormenta de la noche anterior dio paso a un día radiante, de cierto frescor matutino que invitaba a recorrer la enorme distancia hasta Williamsburg, pasando por Outer Banks y aprovechando esas famosas (y kilométricas) playas de North Carolina.


En los moteles es normal que venga incluido el desayuno, por lo menos en las cadena tipo Super 8. En cualquier caso, el desayuno suele ser el continental, con zumos, café americano (aguado), tostadas, la maldita crema de cacachuetes (es como comer turrón del blando todos los días), cereales, té, leche y alguna pasta.

De camino a Outer comenzó el desfile de casas, iglesias, grupos de moteros, el chico de los periódicos en las típicas urbanizaciones americanas rollo ET, el bar de carretera, el bar chungo de carretera, la cafetería donde Rose te sirve cuantas veces quieras el café con una amplia sonrisa (luego vendrá la propina)...este tipo de cosas nos las encontramos durante el resto del viaje, donde no paramos de girar las cabezas una y otra vez y donde mi frustración como fotógrafo alcanzó niveles absurdos por no poder pararme con el coche cada 5 minutos.
Un espectáculo de esa América para nosotros desconocida, profunda e implacable en cuanto a sus costumbres e idiosincrasia. Lo flipamos todo el viaje, es  inútil repetirse, sencillamente toda una experiencia en carretera donde únicamente los momentos en los que teníamos que atender al gps nos sacaban de aquella película.

Ahora que menciono al gps, en esta ocasión nos hicimos con una tarjeta prepago de AT&T que nos facilitó 1,5Gb de datos por unos 30 dólares y que nos permitía disponer de navegación continua para poder hacer esas consultas sobre traducciones, platos y lugares famosos. Tripadvisor y apps similares, así como Google Maps se han convertido en herramientas básicas de todo viajero, ya sea para buscar un lugar, un restaurante o un hotel en las cercanías de tu posición.

Y finalmente llegamos a Outer Banks, atravesando puentes de hormigón kilométricos que se perdían en la distancia mientras entrábamos en ese conjunto de islas y nos rodeaban las dunas de arena con algún "pueblecito" o asentamiento esporádico donde las casitas multi colores se asentaban prácticamente a pie de playa, con esos característicos pilares de madera que sustentan la estructura, esos muelles que llevan a un mirador y distancias infinitas que se perdían en un horizonte celeste que chocaba con el mar esmeralda.


La  madre que nos trajo.

Antes de perdernos en "una" de las playas, nos metimos en un garito a comprar algo de beber y para picar, ya que la idea era quedarnos hasta bien entrada la tarde. Allí pillamos entre surferos y abueletes veteranos con gorras de béisbol uno de esos extraños brebajes que llaman cerveza mezclada con frutas como frambuesas y cosas así, en su mayoría latas de 750ml por cierto.
Encontramos un lugar donde dejar el coche y atravesamos caminando entre dunas hasta llegar a una playa prácticamente vacía, un lugar donde relajarse y pasar unas horas a remojo al fin y al cabo.

Antes de partir, con las pilas bien cargadas, se me ocurrió la feliz idea de pararme en "el arcén" para hacer unas fotos de unas casitas muy monas a contra luz, y digo arcén porque en realidad era una señora duna donde el coche quedó atrapado prácticamente hasta el morro del vehículo debido a que cuando me di cuenta intenté dar marcha atrás y cada vez quedaba más enterrado, uno de esos momentos en los que guardas la compostura como un señor y no te lías a maldecir hasta a las gaviotas que pasaban por allí además de lanzarte como un desesperado para intentar desenterrar la maldita rueda o buscar algo con lo que hacer suelo y que deslice.
Pues bien, con el móvil ya para llamar a emergencias (y mentalizándome para explicarle que estaba en el kilómetro X de la duna X junto al matorral X y una casita muy guapa) aparecieron dos campeones y pararon justo delante nuestro.
Yo esperaba un "qué ha ocurrido amigo?" pero en lugar de esto vi que uno de ellos comenzaba a sacar unas correas y cadenas del maletero y el otro me comentaba algo en castellano.
Básicamente es algo que le sucede a muchísima gente en la zona y son patrullas que se dedican a dar vueltas por si ven algún caso, enchufan las cadenas y remolcan el vehículo fuera de la arena.
Tras un "vayan con cuidado" y yo con cara de fliparlo nos quedamos con el coche listo para seguir y con una flor en el culo considerable.
El coche debió quedar llenito de arena en la parte baja porque durante los siguientes kilómetros solo se escuchaba la arena caer por todas partes.
Cuando ya pensaba en buscar un sitio para pasarle el manguerazo, el manguerazo vino del cielo en forma de tormentazo del quince, nivel ++ por encima del día anterior (y ya es), por fortuna no nos pilló todo el camino y tan solo tuve que ir con los ojos achinados a lo Keanu Reeves durante unos cuantos eternos kilómetros mientras Eli me guiaba con el GPS en las curvas, rollo izquierda-ras-barro.


Llegamos a Williamsburg entrada la noche, salí del coche, besé el suelo y paramos en un 7 Eleven donde ofertaban perritos a 1 dólar que acompañamos con ensaladas de esas de vending, por aquello de comer algo "fresco".
Check-in en el motel con señora que parecía la abuela de Will Smith y a dormir. Mañana más,  pero no mejor, porque es imposible.

Un saludo.

17 de septiembre de 2015

On the road

Nos despedimos de New Orleans con mucha pena, pero con ganas de emprender un nuevo trayecto que nos hacía muchísima ilusión. Visitar North Carolina, pillar un coche y dirigirnos hacia hacia el norte dirección Lancaster en Pennsylvania, pasando por Virginia.

Aquí también estábamos (o estaba, yo creo que en este viaje el más acojonado era yo, me hago mayor) algo inquietos por varios motivos.
En primer lugar porque habíamos calculado los días más o menos y creíamos que nos daría tiempo de hacer la kilometrada que se nos venía encima, pero principalmente la perturbación nos la generaba una escala en avión de 30 minutos.

Sí, en cualquier momento da la impresión de que saldrá Rick y compañía pegándole tiros a una jauría zombis.

Y fue bien, ciertamente niños, si hacéis escala en Charlotte es muy probable que con muy pocos minutos tengáis suficiente para realizar la escala, olvidaos de esto en sitios como Dulles, JFK o en Gaulle, París, bueno...en definitiva no lo hagáis salvo que sea Charlotte, donde sí os podemos asegurar que da tiempo.
Eso sí, una vez subidos y henchidos de emoción por la gesta, nos comunicaron un retraso por una tormenta en la zona, con lo que nuestra gesta quedó en nada, ya que el retraso fue de casi 3 horas.

Una vez en Raleigh la cosa molaba mucho, tenía que conducir hasta Greenville por las carreteras de Carolina del Norte (que me las conozco de toda la vida), bajo un tormentón como no he visto en años y con un coche automático que el bueno de Ahmed en Avis me entregó como si mi acento "del sur" no demostraba que lo único automático que había conducido en mi vida era el Scaléxtric de competi.
Menos mal que la matrícula no era de New Jersey, por fortuna era de Virgina.

En fin, finalmente un buen samaritano de la compañía me explicó cómo iba el tema y ciertamente, los coches automáticos explican el motivo de que se permita conducir a chavales menores de 18, lo que no explica es que tarden hasta los 16 en darlo, pero oye, la primera vez que lo pillé como que se hizo el duro o directamente me superó la tormenta de emociones, las dos.

Y llegamos finalmente al motel de Greenville, bajo un tormentón que se repetiría de forma parecida al día siguiente sobre la misma hora y que nos sorprendió de camino a Williamsburg, lugar donde estaríamos un par de noches.
A partir de este punto pasaríamos por varios moteles de carretera, algunos reservados como el de Williamsburg, pero el resto directamente los buscábamos sobre la marcha o justo el día antes de partir.
Los lugares son clavados a los de las pelis, habitación con baño adjunto, mesita para el cangurito, recepción donde te puedes encontrar a cualquier personaje, desde una excéntrica señora negra con gestos a lo Will Smith (en mujer) hasta el señor mega servicial gafapasta pasando por el chaval pasota primo hermano de Jack Black.
Los precios oscilan en función de las habitaciones disponibles, si son para fumador/no fumador (estuvimos en una zona de fumadores una noche y bueno, soportable, pero mejor evitarlo), tipos de cama...y según les rote. Dormimos en sitios por menos de 40 pavos y en otro nos clavaron 60 en similares condiciones sin ser céntricos.

Poco pudimos ver ese día, entre retrasos y tormentas, pero al día siguiente llegaríamos a Outer Banks, una extensión de 300 km que cubre la costa de Carolina del Norte mediante islas y donde pasaremos "un día de playa".



Anyway, we're on the road..

Un saludo.

16 de septiembre de 2015

New Orleans

Nueva Orleans es música, es arte en múltiples manifestaciones, es decadencia, es comida criolla, es esoterismo, es el Mississippi, es el sur, es Luisiana.


El camino del aeropuerto fue mediante el servicio supershuttle,  un servicio "shared-van" mediante el que contratas un round-trip de ida/vuelta o solo ida desde/hasta el aeropuerto al hotel. Es una opción económica si no se quiere uno liar con transportes públicos muy muy lentos o a pelearse con taxistas y posibles estafas en las tarifas o directamente tarifas desorbitadas.
Para hacerse una idea, que te dejen/recojan en el hotel desde el aeropuerto cuesta unos 38 dólares, un precio aceptable bajo mi punto de vista para la comodidad que supone, sobre todo si no se dispone de mucho tiempo en la ciudad.

Reconozco que tras dejar el cobijo del hotel Blake en el distrito financiero, nos (o igual me) embargó cierto temor, inseguridad e incluso frialdad, por lo vacío de las calles, y cierta desolación que vimos en el trayecto desde el aeropuerto. Es increíble como apenas en horas todo se transformaría en vida que o bien no veía, o bien no entendía.

Irrumpimos en Canal Street tras pocos minutos de camino a través de edificios de oficinas, chiquillos al lado de los de Nueva York, pero igualmente imponentes frente a los de nuestra tierra.
Es ahí cuando comienza cierto run run, los primeros acordes, el tranvía rojo que atraviesa la avenida, las licorerías, el negro armario ropero con medallones en el pecho, el vagabundo de la esquina con el letrero pegado a las manos, el casino con su entrada enorme justo al lado del Hilton, para que sus clientes no tengan que pasar demasiada calor entre timba y timba, el Predicador del todo vaticinando el fin de los días.

Medio acongojados llegamos al paseo que da al Mississippi, y ahí estaba, el mítico río surcando por el característico barco de hélices rojas, la tarde comenzó a caer y todo se volvió de tonos rosados, el aroma a comida recién hecha, un tipo tocando el saxo allá en el crossroad de las vías, fue allí cuando nos relajamos, comenzamos a caminar con una brisa muy agradable y llegamos a Conti con Front Street donde una multitud surgió desde la lejanía celebrando una boda a lo grande, con banda de música, pañuelos al viento, gente riendo, una suerte de rick-shaw donde llevaban a los más mayores mientras fumaban pipas, estilazo, genio y figura hasta la puta sepultura.


A partir de entonces todo fue atravesar calles en el French Quarter, escuchar música en cualquier garito que te imagines, alucinar con el estilo de sus casas, de esos balcones llenos de vida, de coches imposibles, de gente cuyo estado emocional parecía una montaña rusa...y Bourbon Street, un despiporre de fiesta, gente y garitos donde atronaban grupos de cualquier tipo y tendencia desde altares abarrotados por una multitud entregada, un lugar donde no te queda otra que quedarte con la boca abierta, girar en modo peonza y flipar con el tremendo fiestón (era sábado encima) que se gestaba en ese lugar. La sensación es parecida a cuando uno se topa con Times Square por vez primera, pero con bastante mejor banda sonora y cierta sensación de proximidad con todo el mundo...

Los siguientes días los ocupamos en visitar los pantanos de las cercanías, navegando en barca a través de caimanes, tumbas con cruces de madera semi clavadas en montículos abandonados, vegetación que parecía salir de las entrañas del agua y elevarse hacia las alturas en interminables pasillos de agua, serpientes y alimañas de todo tipo.
Visitamos Oak Alley, una casa señorial situada en la típica plantación sureña con su famosa entrada imposible, que es presentada tras un pequeño discurso de una guía de la misma casa. Tan solo decir "con todos ustedes, Oak Alley", y al abrir ese pequeño portón la imagen queda grabada en la retina como una de las postales más bellas que pueda uno tirarse a la cara. Y ella sabía perfectamente que no iba a defraudar.


Atravesamos carreteras con plantaciones de maíz, de caña de azúcar, con barracas de todo tipo, con casas extravagantes, guetos...y de golpe nos encontrábamos de crucero por el Mississippi en uno de esos barcos réplicas de los de antaño sentados en una mesita tomando una cerveza "lite" escuchando jazz en directo, mientras el barco se ponía en movimiento a eso de las 19h para regalarnos una de esas puestas de sol que no se olvidan, con Nueva Orleans desapareciendo en la distancia, con la música, la brisa y la sonrisa de mucha gente disfrutando del viaje.

Sobre el tema del crucero, existen distintos horarios y modalidades. Los hay por la mañana, a medio día y por la tarde, con cena o sin cena.
Bajo mi punto de vista, el único que creo merece la pena es el nocturno y sin cena, cuyo precio ya es algo elevado pero como entra el concierto de jazz en directo y si encima hace una tarde como la que tuvimos, es un regalo para los sentidos.
El resto de horas sinceramente, no creo que el paisaje merezca la pena con un sol abrasador y sin música. En cuanto a la comida, es un buffet muy normalito, casi mejor degustar después en cualquier sitio alguna delicia como el gumbo, las ostras o los cangrejos, en cualquiera de las variedades en las que presentan los platos. Y ojo, que son muy brutos, y si no lo son donde habéis entrado, no volváis al sitio.

Como dije al principio, pasado el primer día ya estábamos totalmente familiarizados con la ciudad, paseando por cualquier sitio (con sentido común), visitando el Garden District y la casa donde se rodó American Horror Story, pateando a última hora la Frenchmen Street (donde realmente se vive la música en directo, más que en Bourbon Street según los lugareños) y viviendo el ambiente de una de las ciudades más impactantes que hemos visto.

Una ciudad inolvidable, llena de matices, de color y también de excesos, pero con un arraigo cultural muy potente donde tienen cabida infinidad de tendencias y en la que todavía se percibe el amor incontestable hacia la música y el arte.

Un saludo.




15 de septiembre de 2015

Big Apple 3:00pm

Sobre esa hora llegamos finalmente al hotel de Nueva York, después de tener que cancelar la semana anterior nuestra reserva en Airbnb debido a que la "dueña" tuvo que cerrar el garito y trasladarse a otro lugar en Brooklyn tras una denuncia en la que parecía indicar que utilizaba el lugar de forma algo no muy legal.

Con tan poco tiempo de diferencia surgió una oferta de última hora (no hagan esto nunca en sus casas, suele salir mal) a dos minutos de Times Square y decidimos pillarlo, el lugar, Tryp by Wyndham Times Square.

Por un precio similar por noche que nuestra última vez en la Gran Manzana, la habitación era mucho (pero mucho) más grande y en bastante mejores condiciones. La ubicación cojonuda, sobre todo si no se ha visitado nunca la ciudad.

Disponíamos de 2 días y medio para disfrutar de nuevo de esa bestia urbana antes de salir volando hacia Nueva Orleans, donde "comenzaría" realmente la nueva experiencia en los Estados Unidos, así que aprovechamos para patear algunos sitios que nos quedaron pendientes en la última visita.

Moverse por Nueva York es muy sencillo, casi todo está conectado por metro y lo que no lo está se patea con gusto, ya que es una ciudad impresionante desde cualquier ángulo y prácticamente en cada calle se encuentra algo distinto, peculiar, o esa escena de película que tantas veces hemos visto en nuestros televisores, esa salida de humo, esos taxis amarillos por todos lados, un tipo pegando berridos rollo "the end is coming", vendedores de Hot Dogs, skaters, polis, rascacielos a punta pala, infinidad de tiendas, restaurantes, parques, músicos callejeros...en fin, de todo, digerir Nueva York lleva su tiempo.

Vistas desde Brooklyn, un paseo que al atardecer se llena de gente para ver la espectacular puesta de sol.
Hay que tener en cuenta algunas particularidades;
Para el transporte, se utilizan MetroCards recargables las cuales es conveniente pillar en su formato bono si se va a estar durante tiempo prolongado. Os permitirá moveros de forma ilimitada por todos lados sin tener que pagar el alto precio del billete individual (2 dólares y pico).
Cuando llegas al aeropuerto de JFK, lo mejor es pillar el tren a Jamaica, y no os molestéis en buscar máquina para pagar allí, se paga al salir del tren una vez llegas a destino.
Dinero: El mejor cambio que he encontrado ha sido comprando dólares con tu entidad bancaria. Las casas de cambio en los aeropuertos o en la ciudad os cobrarán cantidades abusivas por cambiar moneda.
Sacar pasta desde los cajeros conlleva comisión, aunque incluso a veces (depende la entidad) puede ser mejor opción que llevar dinero en efectivo desde Europa.
Nosotros solemos utilizar la opción de pagar con tarjeta, ya que el cambio suele ser bueno y es aceptada (débito en todos los locales comerciales, crédito para alquiler de vehículos/hoteles) en todos los sitios.
Por cierto, este año no me atreví, pero existen tarjetas recargables (tarjetas monedero) que no dejan de ser una buena opción en cuanto a privacidad y controlar el gasto, las venden por internet o allí mismo.
Es interesante si se van a visitar muchos museos/atracciones sacarse el New York Pass, que permite la entrada a la mayoría de sitios más famosos como el Empire, Top of the Rock, museos, Intrepid, etc. Nosotros ya lo usamos la otra vez (en la que visitamos prácticamente todo) y nos fue muy bien, con un ahorro considerable ya que las atracciones no son precisamente baratas.

Pasamos por la Freedom Tower, y vimos unas formas conocidas afeando el paisaje...ese estilo extraño, incrustado ahí sin ton ni son...me vino a la mente Calatrava y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Evidentemente la obra era suya, inacabada, cara, desproporcionada...más tarde leí que los neoyorquinos están hasta el gorro de su proyecto....
Las zonas a las que nos dedicamos en esta ocasión fueron las de Brooklyn, donde probamos la famosa pizza del Juliana's (según algún que otro artículo considerada como la mejor pizza de Manhattan), y saboreando un atardecer a los pies del famoso puente con una de esas puestas de sol impresionantes con el skyline de fondo y un ambiente muy agradable.

El resto de días los utilizamos para por ejemplo ir en ferry hasta Staten Island para visitar la casa museo de Alice Austen, una de las primeras fotógrafas que inmortalizó las calles de Nueva York a finales del XIX, visitar la librería Morgan, Coney Island y su parque de atracciones a pie de playa, toda una experiencia con música ochentera a tope y subiendo a la famosa noria desde la que se divisa la ciudad en el horizonte.

Aprovechamos para re-visitar algún que otro lugar, un pequeño paseo por Central Park, callejear mucho, lamentarnos por el cierre temporal del Carnegie Deli, escuchar música en directo en algún que otro parque, tomar alguna que otra cerveza en la infinidad de locales que pueblan sus calles, con una tendencia hacia la cerveza artesana brutal, aunque a precios igualmente brutales (6-7 dólares tranquilamente)...
Probamos la famosa hamburguesa del Corner Bistro, lugar que tiene un encanto indudable y cuyo "bicho" está espectacular, pero también es un hervidero de ruido (como en cualquier bar célebre de la ciudad, de hecho).

En fin, lo que se suele hacer en poco más de dos días en Nueva York.

Debo comentar antes de que se me olvide, que a pesar de los comentarios sobre que desde el ferry a Staten Island las vistas de la Estatua de la Libertad eran los mejores, bajo mi punto de vista no es cierto, salvo que tengas un tele-zoom de los burros o simplemente te confirmes con ver la figurilla a lo lejos.
Si es vuestra primera vez en Nueva York, dejaros de historias y pillar las conexiones a la isla, doña Liberty hay que verla de cerca.

Y así llegamos hasta el día en que debíamos volar hacia Nueva Orleans. Nervios.

Un saludo.

14 de septiembre de 2015

Previously on the USA...

No pensaba realizar ningún diario este año en vacaciones, de hecho no lo he redactado mientras viajaba con en otras ocasiones, pero conforme pasaban los días sentía crecer la necesidad de dejar de alguna forma escritas las sensaciones de un viaje que sin duda ha superado todas nuestras expectativas.

El año pasado se nos frustró la oportunidad por no coger una oferta de vuelos que apareció allá por febrero, y este año, a pesar de que sigue siendo mal momento para visitar el lugar debido a que el euro está casi a la par del dólar, se nos puso delante una oferta muy atractiva, así que decidimos volver a visitar los Estados Unidos, pero esta vez íbamos a profundizar un "poquito" más...

"Normalmente", las rutas más conocidas en general suelen ser la de la Costa Oeste, la Este, la ruta de la carretera del 66, de Chicago a Luisiana....USA es un país de carretera, y puedo afirmarlo después de recorrer una parte "pequeña" pero considerable para ser nuestra primera vez fuera de Nueva York.


Tras meditar qué hacer, decidimos escoger la zona este, ruta que nos atraía pero a la que le faltaba algo de chispa, por lo menos a la más típica; Nueva York, Boston, alcanzar Búfalo para ir a las famosas cataratas del Niágara y bajar hacia Washington.

Así que en su lugar decidimos modificar "un poco" el trayecto, visitaríamos Nueva York (porque ir por esa zona y no volver a la Gran Manzana es pecado imperdonable), pero saltaríamos a una zona que moríamos de ganas de visitar, Nueva Orleans, para posteriormente subir a Raleigh en Carolina del Norte y a partir de ahí tomar un coche y "carretear" por esa América profunda hasta llegar a Washington.

Voy a contar, entre anécdotas y algunos consejos este peculiar viaje, ya sea para que quede para el recuerdo o para los que se decidan a hacer algo parecido, no se arrepentirán, os lo podemos asegurar.



Un saludo.

10 de septiembre de 2015

The visit

Shyamalan vuelve a sus orígenes tras probar suerte en el mundo de las superproducciones y no salir muy bien parado.
Tras los sonados fracasos de After Heart y Airbender, el director del Sexto Sentido presenta una historia pequeña, de estructura sencilla pero sustentada por alguna de las mejores cualidades del director hindú.


Dos hermanos visitarán a sus abuelos maternos en Pensilvania, después de que por motivos familiares nunca se hubieran conocido hasta ahora.

Durante los primeros minutos, se nos situará en el contexto de forma clara y concisa, para entender el motivo de su estilo visual a lo documental, además de presentar los perfiles protagonistas.
A partir de este momento, el espectador comenzará a empatizar con los dos jóvenes actores mientras la historia coge forma y gana en matices, ya sea en cuanto a su carácter de cine de terror, como de thriller y drama. Sin olvidar cierto toque cómico que a pesar de parecer un lastre al principio conforme avanzan los minutos se convertirá en un compañero de viaje ideal en esta sólida y sórdida historia que balancea de forma inteligente nuestra percepción del terror.


Parece que el bueno de Shyamalan vuelve a demostrar su pericia tras las cámaras, con un enfoque de la acción minucioso, unas escenas con su carga de tensión justa y sus trampas narrativas a las que nos tiene acostumbrados, giros incluidos.

Cierto es que tiene detalles que pueden no gustar, como la en ocasiones "excesiva" calidad visual de las tomas viendo el equipo que se utiliza o algún detalle de guión que puede ser débil o fácilmente detectable, pero en general funciona muy bien y cierra una historia de forma más que digna, con algunas escenas que recuerdan a lo mejor del director.

Puede que no tenga el calado y la profundidad a la que nos acostumbró en sus primeros trabajos, o la belleza onírica y visual de La joven del agua o El bosque, pero desde luego el director parece trabajar mucho mejor alejado del Hollywood esencialmente más comercial.

Un saludo.

8 de septiembre de 2015

Tomorrowland

El director de Ratatouille o  Los Increíbles, Brad Bird, prueba esta vez con el género de cine de aventuras en su vertiente más cifi.

Frank Walker es un joven e inquieto inventor que un buen día se topa de bruces con una ciudad escondida a los ojos de los mortales en la que disponen de tecnologías muy avanzadas.


Enfocada como cine familiar, Tomorrowland destila cierto aire clásico, de aventura, acompasando la acción con esas notas familiares que enfatizan el momento frenético y que nos llevan de una escena a otra con mucho ritmo, nos presenta la historia a modo de prólogo y más tarde desarrolla el contenido de forma más contemporánea.

En términos generales la cinta cumple a la perfección su cometido, incluso tiene cierto aire de misterio que seduce al espectador para ir conociendo poco a poco ese enigmático lugar y los sucesos acontecidos en el pasado que provocan esa relación entre Clooney y Cassidy.
Relación que por cierto funciona más que bien en pantalla y que se asocia muy bien con Britt Robertson para formar un trío protagonista con el suficiente gancho como para conseguir que en su parte final enfaticemos lo suficiente como para sentirnos partícipes del desenlace.

Como punto negativo quizás podríamos decir que le falta esa estocada en determinados momentos para dejar un sabor de boca quizás algo más épico, pero dado el público al que va enfocado el producto es comprensible.
A pesar de todo, tiene algunos momentazos bastante burros y rodados con muy buen pulso en el que la acción se desarrolla de forma muy espectacular.

Una cinta de aventuras divertida, con ritmo y bien acabada que parece haber pasado sin pena ni gloria por los cines, cosa no muy entendible, quizás la campaña de marketing o la época del estreno no fueron acertadas.

Un saludo.