17 de septiembre de 2015

On the road

Nos despedimos de New Orleans con mucha pena, pero con ganas de emprender un nuevo trayecto que nos hacía muchísima ilusión. Visitar North Carolina, pillar un coche y dirigirnos hacia hacia el norte dirección Lancaster en Pennsylvania, pasando por Virginia.

Aquí también estábamos (o estaba, yo creo que en este viaje el más acojonado era yo, me hago mayor) algo inquietos por varios motivos.
En primer lugar porque habíamos calculado los días más o menos y creíamos que nos daría tiempo de hacer la kilometrada que se nos venía encima, pero principalmente la perturbación nos la generaba una escala en avión de 30 minutos.

Sí, en cualquier momento da la impresión de que saldrá Rick y compañía pegándole tiros a una jauría zombis.

Y fue bien, ciertamente niños, si hacéis escala en Charlotte es muy probable que con muy pocos minutos tengáis suficiente para realizar la escala, olvidaos de esto en sitios como Dulles, JFK o en Gaulle, París, bueno...en definitiva no lo hagáis salvo que sea Charlotte, donde sí os podemos asegurar que da tiempo.
Eso sí, una vez subidos y henchidos de emoción por la gesta, nos comunicaron un retraso por una tormenta en la zona, con lo que nuestra gesta quedó en nada, ya que el retraso fue de casi 3 horas.

Una vez en Raleigh la cosa molaba mucho, tenía que conducir hasta Greenville por las carreteras de Carolina del Norte (que me las conozco de toda la vida), bajo un tormentón como no he visto en años y con un coche automático que el bueno de Ahmed en Avis me entregó como si mi acento "del sur" no demostraba que lo único automático que había conducido en mi vida era el Scaléxtric de competi.
Menos mal que la matrícula no era de New Jersey, por fortuna era de Virgina.

En fin, finalmente un buen samaritano de la compañía me explicó cómo iba el tema y ciertamente, los coches automáticos explican el motivo de que se permita conducir a chavales menores de 18, lo que no explica es que tarden hasta los 16 en darlo, pero oye, la primera vez que lo pillé como que se hizo el duro o directamente me superó la tormenta de emociones, las dos.

Y llegamos finalmente al motel de Greenville, bajo un tormentón que se repetiría de forma parecida al día siguiente sobre la misma hora y que nos sorprendió de camino a Williamsburg, lugar donde estaríamos un par de noches.
A partir de este punto pasaríamos por varios moteles de carretera, algunos reservados como el de Williamsburg, pero el resto directamente los buscábamos sobre la marcha o justo el día antes de partir.
Los lugares son clavados a los de las pelis, habitación con baño adjunto, mesita para el cangurito, recepción donde te puedes encontrar a cualquier personaje, desde una excéntrica señora negra con gestos a lo Will Smith (en mujer) hasta el señor mega servicial gafapasta pasando por el chaval pasota primo hermano de Jack Black.
Los precios oscilan en función de las habitaciones disponibles, si son para fumador/no fumador (estuvimos en una zona de fumadores una noche y bueno, soportable, pero mejor evitarlo), tipos de cama...y según les rote. Dormimos en sitios por menos de 40 pavos y en otro nos clavaron 60 en similares condiciones sin ser céntricos.

Poco pudimos ver ese día, entre retrasos y tormentas, pero al día siguiente llegaríamos a Outer Banks, una extensión de 300 km que cubre la costa de Carolina del Norte mediante islas y donde pasaremos "un día de playa".



Anyway, we're on the road..

Un saludo.

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