30 de agosto de 2013

Hanói


Amaneció soleado, la intención del día anterior era salir muy temprano para ver las actividades matutinas en el lago Hoan Kiem, pero a estas alturas del viaje ya no fue posible y tras meditar si ver a los abueletes hacer tai chi o dormir un poco más...pues como que ya hemos visto hacer tai chi en China, en Japón y hasta en las Ramblas de Barcelona, así que mejor descansar para poder aguantar el resto del día de forma digna.

Tampoco crean que nos levantamos a las 11, a eso de las 8:30 ya habíamos almorzado y estábamos rumbo del Templo de la literatura (Van Mieu), un lugar que quedaba algo apartado del centro y que visitaríamos antes de dirigirnos a la zona del lago para comenzar una ruta que pasaba por el Old Quarter (o barrio antiguo) y que atravesaba distintas zonas, tanto de mercadeo como culturales, aunque la zona es en su mayor medida un gran mercado.

Ya en el templo pudimos dictaminar que el primer taxista que nos pilló nos pegó una buena clavada, teníamos nuestras sospechas, pero se confirmó al pagar más de la mitad por un trayecto similar.
Así que para moverse en taxi por Hanói, y después de haber pillado unos cuántos, es totalmente recomendable pillar los que son blancos y pone taxigroup. Éstos activan el taxímetro y te suelen cobrar por un trayecto de 5km unos 70k dongs. El primer cabrito nos cobró 180k por menos distancia, ahí queda.

La entrada al templo son 20k dongs. El lugar, construido allá por el 1070 en honor a Confucio, es bastante majo, hay cierta armonía que se respira en el ambiente.
La recepción está formada por unos jardines muy agradables que dan paso a una zona donde un estanque cuadrado es flanqueado por una serie de inscripciones en piedra de los más ilustres estudiantes del centro, ya que el lugar fue la primera universidad de Vietnam.
Pasada esta zona llega un generoso patio con una estructura al fondo donde se realizan ceremonias, de hecho tenía lugar una ya que es muy visitado por escuelas. Allí mismo había un buen grupo de mozos, más tarde llegó otro de pequeñajos muy graciosos todos ellos con su uniforme y que se lo pasaban en grande, contagiando de buen rollo a los demás visitantes.
La última zona es un santuario donde se exponen piezas, textos y en la parte alta del edificio se puede ver a gente orando.

Sin duda, la visita a este templo es muy agradable y además el sitio está muy bien conservado y cuidado, creo que es una muy buena manera de empezar un ajetreado día en Hanói, o para acabarlo.

Pillamos otro taxi para dirigirnos a la zona del lago y empezar la rutilla por el barrio antiguo, esta vez nos tocó a un tipo que cantaba como el culo pero muy gracioso, hicimos un dueto como pudimos hasta llegar a destino, frikismo puro.
Ya en el lago seguimos en esencia una ruta que rodea completamente el barrio, comenzando por el templo de Ngoc (sinceramente, no merece la pena, con verlo desde fuera ya luce bien), situado en una pequeña isla al norte del lago y caminando hacia el norte hasta llegar al mercado de Dong Xuan, allí giramos hasta llegar a la zona de los herreros y nos dirigimos hacia el sur para acabar en la catedral de St. Joseph, cerca del lago de nuevo.

Todo este circuito por supuesto serpenteando calles, parándonos en puestos a tomar café, cerveza (probamos la famosa Bia Hoi, cerveza de muy poca graduación con la fama de ser la más barata del mundo y que no lleva aditivo ninguno, con lo que es de consumo “en el día”) o delicias “callejeras”, en una zona en la que básicamente está formada por sectores, hay una parte en la que por ejemplo venden artesanía, otra especializada en sedas, otra en comida, otra en souvenirs, etc.
Aunque souvenirs se pueden encontrar en casi todas.

Para comer nos metimos por algunos de los callejones cercanos al mercado de Dong Xuan y allí nos sentamos en uno de los puestos, donde una mujer que pegaba unas voces considerables, nos sirvió un Bun Cha que estaba de vicio, ya vimos que el garito tenía éxito entre ellos, así que nos decidimos por ese mismo motivo, no son tontos no..

Seguimos correteando la zona, en modo aspirador de humos y es que si te tiras un día por estos sitios lo normal es que llegues al hotel con una serie de olores muy interesantes, entre al ahumado y algo desconocido, básicamente llegas hecho unos zorros.
Atraviesas cortinas de humo de gente cocinando desde mazorcas a pinchos de carne de todo tipo. Patas de gallo, pescado, arroz glutinoso...una maravilla, quedarse mirando una de estas calles puede hacer que la retina se sature y acabes viendo cerdos de color rosa volar sobre tu cabeza, más en una ciudad en la que viven 7 millones de personas, repito, una ciudad.

La verdad es que quizás en Siemp Reap o Ninh Binh es donde más calor hemos pasado, pero tras ver al final del día que en Hanói alcanzamos los 37 grados con un 66 % de humedad...no quiero ni pensar en los sitios en los que hemos estado a cuántos grados hemos llegado. Siem Reap tuvo que ser el infierno en cualquier caso. Ni os cuento el equipo fotográfico cuando sale del hotel con el aire acondicionado y toma contacto con ese ambiente cómo queda, totalmente empañado. No hay dolor x2.

Terminamos la ruta con muy buen sabor de boca, con la sensación de haber atravesado un campo de batalla considerable pero habiendo colmado nuestras expectativas, dejándonos llevar por el ambiente de Hanói y por la locura y frenetismo de sus calles. Probando algunas de sus bondades culinarias (seguro que un 0,2%) y participando en su día a día, viendo cómo se mueve y cómo reacciona ante la mirada de estos extraños extranjeros.

Nos sentamos en los bancos del lago y dejamos pasar un buen rato mientras caía la tarde, hacía calor y el tráfico seguía amartilleando al fondo, pero así funciona este lugar y así se disfruta también.

A pesar de cierto cansancio, decidimos caminar sin rumbo fijo hacia el norte, con la idea de pillar un taxi y volver al hotel para cenar por aquella zona y recogernos pronto, ya que nuestro vuelo salía a las 8 de la mañana el día siguiente con lo que tendríamos que levantarnos sobre las 5 para hacer el checkout y llegar al aeropuerto (unos 40 minutos).

Sin darnos cuenta caminamos y caminamos, de nuevo embobados por el lugar. Es difícil de explicar, es tan distinto a “nuestro mundo”...hay tanto que ver en un metro cuadrado, tanto con lo que alucinar para bien o para mal...negando ofrecimientos de motos, taxis, comida...ahora una moto pasa rozándote, un cruce imposible en el que te lanzas casi sin mirar mientras te esquivan por todos lados, la gente hablando un idioma del que no entiendes ni papa, perros, gatos, gallos, niños corriendo, mujeres cargando género con esas balanzas enormes con el rostro oculto tras el sombrero cónico, tipos sobre las motos fumando pitillos en camisa de tirantes, otros durmiendo sobre cualquier sitio, gente sacando ropa a los balcones, operarios cableando lo que ya es casi imposible de cablear, una sonrisa, un grito dirigido a alguien, un anciano trabajando madera, un grupo de chicos tomando fideos en humeantes cuencos, una mujer soplando brasas en una chimenea improvisada, una fugaz mirada...y llegas a un cruce, miras al fondo y ves un taxi blanco.

Te subes, indicas destino mostrando una tarjeta y todo queda apagado, tras un cristal que te aisla de esa calor, de ese mundo extraño, de esa película.

Llegas a tu hotel, mañana vuelves a casa.


Un saludo.

29 de agosto de 2013

Próxima estación Hanói


A eso de las 8 mientras desayunábamos, estuvimos mirando a ver qué hacer, si prolongar la estancia o irnos a Hanói. Finalmente, decidimos partir el día en 2 y acabar la tarde en Hanói.

El día anterior, mientras comíamos en un garito una señora se nos acercó y nos comentó que nos podía ofrecer un bus desde Ninh Binh a Hanói por 7 dólares, 8 si nos recogía en el hotel, así que pillamos las bicis y nos acercamos al lugar para contratar el bus, nos recogería a las 3 de la tarde, perfecto para aprovechar toda la mañana y el medio día en Ninh Binh y llegar a una hora razonable a Hanói.

Una vez contratado, nos fuimos tranquilamente paseando por algunos caminos que el día anterior habíamos pasado por alto, y más tarde vimos otro embarcadero que nos habían recomendado, el Thung Nang.
Hablamos con una señora de la zona y como el paseito duraba 2 horas, acordamos dejarlo en 1 por la mitad del precio, así que nos subimos en la barca y nos dimos otro paseo por entre las montañas, arrozales, nenúfares y animalillos mil que danzaban por ahí. Es imposible no alucinar cada vez que se sube uno a estos bichos, la experiencia te empequeñece tanto al estar en un sitio así que acongoja.

Tras el paseo, eran ya casi las 12, así que volvimos al hotel para hacer el checkout y tal y como nos comentaron por la mañana, podíamos disponer de las instalaciones del lugar sin problemas, piscina, duchas, etc.

Así que hasta las 3 estuvimos de piscinita, comimos tranquilamente y a eso de las 15:20 llegaron a por nosotros unos chavales en moto que nos dejaron donde la agencia de la señora y allí un bus turístico nos recogió para llevarnos a Hanói.
Básicamente el bus es de un tour que tienen, y como les sobraba unas plazas pues hicieron algo de negocio con nosotros.
El tren de Ninh Binh hasta Hanói tarda unas 2 horas y media y el billete sale por unos 2 euros creo, nosotros escogimos esta opción porque nos dejaba más cerca de la zona donde tenemos el hotel y porque gestionar los billetes de tren en Ninh Binh hubiera supuesto más pérdida de tiempo o pagar comisiones para que nos los compraran, con lo que unido al transporte requerido hasta la estación desde el hotel, nos habría salido por casi lo mismo. Por posibilidades, que no quede.

De camino pudimos ver las vías por las que nos había traído Marty, viendo el estado y la velocidad a la que iba, me dieron ganas de volver y darle dos collejas al amigo.
De paso comprobamos cómo el turismo o las nuevas (y ricas) clases sociales están devorando el entorno vietnamita. Ya en Ninh Binh, habían muchas zonas donde se estaban construyendo mega complejos turísticos, casas que simulaban palacios y en definitiva, a ver quién hacía el sitio más molón frente a las maravillas naturales.
En estas vías que atravesamos, todo estaba patas arriba, con casas derruidas, solares preparados con el cartelón en la entrada que anunciaba una urbanización en la que una familia feliz miraba al horizonte con el rostro iluminado de ilusión, un pequeño horizonte azul claro, porque lo que son las montañas quedaban tapadas por sus mega casas...Qué quedará de todo esto en unos años? Lo desconozco, pero será algo totalmente distinto con seguridad.

A la hora acordada, las 18h, llegamos a Hanói y el tipo nos dejó justo en la zona del lago Hoan Kiem, justo al sur del barrio antiguo de Hanói.
Allí pillamos un taxi que nos llevó hasta el hotel, cerca de la pagoda de Tran Quoc y a orillas del lago Tay Ho, una inmensidad de agua que queda al norte de la ciudad y que tal y como vimos más tarde, supone una zona de recreo para parejas y para tomarse algo en las distintas terrazas repartidas por el paseo.

Una vez realizado el checking nos fuimos directamente a dar un paseo por la zona, mientras volvimos a sentir en nuestras carnes la locura de tráfico de la ciudad, el ruido, la polución, el olor a frito de los puestos callejeros, otros olores que más vale no recordar y mucha gente saludándote y con una sonrisa en la cara.
Acabamos cenando en un japo en el que servían unas bebidas de esas muy extrañas, mezclando sirope de fresa, soda, nata y no sé qué historias más, estaba bueno, no hay dolor ya. El sushi normalito.

Algo cansadetes nos fuimos para el hotel, mañana será nuestro último día de turisteo en Vietnam, parece lejos ya aquél primer contacto en Bangkok hace 15 días, aunque aún nos queda cuerda para quemar los últimos cartuchos antes de regresar.


Un saludo!

Ninh Binh


Queríamos ver el amanecer, así que a las 5 y media estábamos en planta (quién dijo vacaciones?) y salimos para ver el espectáculo. Muy bruto.

Más que habitaciones, son villas, unidas por caminos empedrados y rodeado de plantas, palmeras...es decir, el sitio es como uno de esos resorts de la Riviera Maya. Nada más salir de la nuestra teníamos un pequeño puente de madera un poco más adelante los arrozales rodean el lugar, así que la estampa dorada del lugar era como para llorar, con los rayos de sol saliendo al fondo entre las montañas, alguna nube baja y todo teñido de color oro mientras al fondo un tipo faenaba los campos de forma silenciosa con el característico sobrero de pico vietnamita. Es que no nos quedan lágrimas ya, maldición.

Mientras quemaba la cámara y Eli asistía horrorizada a mi acto desenfrenado de frikismo fotográfico, las alimañas comenzaron a agolparse a mi alrededor, una libélula se zampó a otra al vuelo, aparecieron seres voladores enormes, las ranas croaban a lo bestia, gusanillos por el suelo, hacía un minuto ahí estaba yo sólo copón! Igual los envió Eli para que dejara de fotografiar la postal.

Recordé ciertas sanguijuelas muy majas que creo recordar habían por la zona según un documental que vi no hace mucho, así que tras grabar cómo la libélula se crujía a la otra a lo Félix Rodríguez nos piramos a desayunar. Durante el mismo planificamos un poco la rutilla a seguir.

El garito nos dejaba las bicis, pero nos hacía más la idea de pillar una moto y poder llegar a algunos lugares algo más alejados, aunque en la zona en la que estábamos no había ningún sitio para alquilarlas, así que visitamos primero la cueva del Buda y más tarde de camino a Tam Coc ya buscaríamos algún sitio.

El lugar funciona así, Tam Coc es el epicentro de la zona digamos turística, donde existen varios puntos para poder hacer un paseo en canoa por los ríos de la zona mientras se atraviesan las formaciones rocosas características de la zona. No es que exista uno, es que hay varios repartidos por la zona, por lo que es recomendable hacerse con un buen mapa y priorizar lo que se quiere ver, y, bajo mi punto de vista, a qué hora se quieren ver, ya que si hace un día de calor de mil demonios como el que nos hizo a nosotros, hacer un paseo en barca bajo un sol de infarto puede ser demoledor.

El paseo por Tam Coc es el más conocido, pero por ejemplo, un poco antes de este existe el Thung Nang, que atraviesa otro valle...vimos más, como en la zona de Trang An, donde fuimos con la moto y que se encuentra a unos 30 y pico kilómetros de Tam Coc.

La cueva del Buda que visitamos no deja de ser otro paseo en barco, aunque más que atravesar un paraje, lo que se hace es íntegramente meterse en una cueva y atravesar la montaña.
A pesar de no ser muy conocida, resultó ser la travesía por cueva más larga que hicimos, en total oscuridad tan sólo iluminados por una linterna que nos dejaron para ir señalando un poco el camino al “remero”.
No nos esperábamos una experiencia así, con lo que el cague fue considerable ya que el sitio está lleno además de murciélagos y es un buen rato el que se pasa dentro, aunque pasados los primeros minutos de “madre mía madre mía dónde vamos?!” lo disfrutamos a tope.
Además de esta gruta, el sitio es una especie de parque natural, en el que se puede uno perder por sus caminillos y serpentear la zona mientras el paisaje te deja ko, encima eran poco más de las 8 de la mañana, con lo que no había ni Dios en la zona, absolutamente solos en el valle.

Una vez salimos de la zona, nos dirigimos con las bicis hacia Tam Coc para ver si pillábamos una moto y encontramos un hotel que las alquilaba. Ya motorizados nos fuimos dirección Ninh Binh y una vez por allí preguntamos para ir a Trang An, sitio en el que también hay una zona para ir en canoa y en el que el resto del lugar es otro parque natural para serpentear caminos, arrozales, puentes de piedra y disfrutar de las vistas.

De regreso comimos en un garito donde una mujer nos había indicado muy amablemente el camino hacia Trang An, pedimos pincho de cabra, al parecer la carne típica de la zona, rollitos, of course y pollo con piña.
La carne de cabra estaba deliciosa, a la brasa y con zanahoria caramelizada, el pollo y los rollitos no estuvieron a la altura.

La idea era hacer el paseo en canoa en Tan Coc rozando la última hora del día, para disfrutar de esos tonos crepusculares y de paso para que el sol no nos azotara demasiado, así que para hacer tiempo nos dirigimos a Hang Mua, un lugar en el que hay unas escaleras que se elevan hacia la cima de una montaña y donde las vistas al parecer son espectaculares.
Para encontrar el lugar hay que tomar la carretera que sale de Tam Coc dirección a Ninh Binh, pero antes de llegar al final hay un desvío hacia la izquierda (cerca de una pequeña gasolinera), se atraviesa una villa y más adelante ya se ve un cartel indicando la dirección.
Lógicamente para llegar nosotros tuvimos que preguntar hasta al perro del Hortelano, pero eh, esta la pago yo.

Una vez allí pagamos el ticket de entrada (por cada sitio se paga algo para entrar, tanto para la cueva del Buda, como el paseo en Tam Coc, etc.) y dejamos la moto en el parking (también se paga, suelen ser 10k dongs).
La chica de recepción partió una fruta con un mega cuchillo que sacó de la nada y cuando pensamos que nos iba a degollar allí mismo nos ofreció la fruta, venga.

Compramos dos aguas y nos dispusimos a cascarnos la subida, aunque antes pasamos por un pequeño parque lleno de árboles y un estanque circular, donde una anciana quemaba ramas y barría el suelo mientras una figura de un Buda quedaba al fondo arrastrando una especie de mazo gigante.
Comenzamos la subida por las escaleras empedradas con un dragón multicolor que quedaba a nuestra izquierda, muy risueño él, como diciendo “os espera una buena subida catetos”.
Y así fue, la subida es interesante y la “excursión” se toma su buena hora de subida/bajada, pero al llegar a la cima las vistas son impresionantes.
En una especie de mini santuario, con una estatua de una virgen o una señora muy pálida (no estaba yo para santería), flanqueada por cuatro columnas y abierto a los cuatro vientos, Tam Coc queda a nuestros pies, en un zig zag entre arrozales y montañas y a nuestra espalda el valle por el que habíamos venido, que ahora se presentaba como un interminable campo de cuadrados verdes y alguna montaña perdida, sin duda todo cobra otra dimensión desde esa altura, merece mucho la subida sinceramente.

Regresamos, pillamos la moto mientras la tipa del cuchillo jugaba a las cartas con los colegas y nos dirigimos a Tam Coc para hacer el paseo en barca ya que eran sobre las 16h y como el paseo dura 1:30, calculamos que veríamos la puesta en la barca, y así fue.
Entrar al “parque” de Tam Coc cuesta 30k y una barca 80k. La primera suma te permite pasear por los caminos que llevan a un templo de la zona y algún sitio más, el segundo importe te da derecho a un paseo en canoa. Encontrar el sitio no tiene misterio ya que está muy indicado y se ve a la legua por el gentío que transita la zona.

Durante 1:30 atravesamos tres pequeñas cuevas (nada que ver con la mega cueva del Buda de por la mañana), donde realmente luce este paseo es sin duda al emerger tras salir de la gruta y encontrarse rodeado de ese paisaje, con el único ruido de los animalillos del lugar, el chapoteo del agua y el viento. Por cierto que los conductores de la canoa aquí tienen la habilidad de remar con los pies, es digno de ver, casi tan digno como la gesta de estar 1:30 dándole al remo sin apenas pausa, así que al llegar a la mitad del camino (son 45 minutos de ida y regreso) le pagamos una bebida al buen hombre, que además nos iba avisando de algunas zonas interesantes y nos hizo algunas fotos.

Tras el viajecito devolvimos la moto y nos fuimos para el hotel directos a la piscina, un poquito de relax después de un día en el que por cierto brilló el sol como nunca. Cenamos y todavía no teníamos muy claro si alargar un día más nuestra estancia por aquí o regresar a Hanói para darle un día y medio a la ciudad.
Lo decidiríamos a la mañana siguiente.


Un saludo!

28 de agosto de 2013

Back to the Ninh Binh


Durante la noche me desperté una vez tan sólo para ver cómo en alguna zona cercana sucedía una tormenta de mil pares, en ocasiones casi se hacía de día por los relámpagos, pero como el barco ni se movía supuse que sería en otro lugar, estamos curados de espanto ya.

A las 5 y media de la mañana ya estábamos en pie para ver el amanecer, aunque estaba algo nublado y tan sólo pudimos ver algún rayo de luz atravesar el cúmulo de nubes. Una lástima, pero de todas formas el lugar no dejaba de ser espectacular, ya que una densa neblina cubría las moles que nos rodeaban y le daba al lugar un aspecto un poco fantasmagórico, ideal para Eli que le encantan estas cosas, en su salsa.

A eso de las 7 desayunamos a bordo mientras navegábamos hacia una de las villas de pescadores de la zona, donde además de vivir de la pesca, recolectan perlas.
El paseito fantástico, a pesar de que comenzó a llover, no muy fuerte, pero sí lo suficiente como para que no pudiéramos bañarnos por la zona, así que fuimos directamente a la villa de los pescadores, donde nos llevaron en canoa para que viéramos cómo viven y nos paramos en una villa para poder ver alguna escuela y cómo son las casas por dentro, la verdad es que no deja de ser interesante pero parece un poco circo turístico todo, vale que esa gente vivía ahí antes de que la zona se convirtiera en un plató de televisión, pero vamos, que deja una impresión como de que los utilizan como reclamo turístico de forma un poco exagerada.
Ellos por supuesto pasan de todo, eso sí, no pierden la sonrisa y resultan muy amables.

Ya de vuelta al barquito navegamos por entre los islotes y a eso de las 10 nos ofrecieron un menú a la carta para sobre las 11 y pico llegar al punto de partida, donde todos se despidieron de nosotros dando un discurso en perfecto vietnamita (esta vez procuramos no reírnos) y así poner punto y final a esta experiencia.

Qué decir, pues que es un lujo que nos queríamos dar y que evidentemente navegar por entre esas maravillas, con ese juego de luces, ese ambiente, esa atención...a quién no le gustaría?
Poco más que añadir, no obviaré tampoco que existe cierto tufillo a turisteo en algunas actividades, pero a pesar de ello, todo va acompañado de algo que lo hace único, con lo que inevitablemente el disfrute está asegurado.

Ya en tierra nuestro chófer nos llevó de nuevo hasta la estación de Hanói, donde sobre las 17h nos recogería un coche para llevarnos a Ninh Binh.
Se puede ir desde Halong a Ninh Binh directamente, pero la combinación que hay que realizar en muchos lugares había leído que era un poco liosa y que se perdía menos tiempo yendo a Hanói (porque la autopista es en línea recta básicamente) que serpenteando los caminos costeros que llevan al destino.

Nos recogió Marty MacFly en versión vietnamita y nos llevó a toda hostia a través de una autopista en la que de vez en cuando algún bache hacía que nuestro coche pareciera una atracción de Port Aventura.
Una vez fuera de la misma, el desvío hacia Ninh Binh pasaba por unas carreteras algo más rurales y entre la falta de iluminación y el tráfico a lo loco del lugar nos recordó a lo bestia lo vivido ahora hacía 5 años de camino entre Guilin y Yangshuo, por aquella carretera de tierra en la que casi nos da algo a Eli y a mi.

Finalmente llegamos al hotel, un resort a las afueras de Ninh Binh y pegadito a la zona que queríamos visitar, Tam Coc, tan pegadito que el sitio está justo en medio de las montañas kársticas, con lo que uno está en la piscina y de fondo tiene ese paisaje marciano. Fantástico, brutal, estonopuedeestarpasándonos...

Apenas pudimos hacer gran cosa ya por la tarde, así que nos fuimos al restaurante, cenamos y nos relajamos tumbados en las hamacas viendo otro de esos cielos estrellados que auguran un día de esos despejados, y por Dios que estuvo despejado...


Un saludo!

Halong Bay


Nuestro último día en Sapa amaneció lluvioso, después de una noche de tormentas, así que se fue al traste nuestro plan de pillar una moto y volver a perdernos por ahí.
Así que no nos quedó otra que comentar con el hotel si podíamos alargar nuestra estancia hasta las 6 de la tarde, que es cuando debíamos partir hacia Lao Cai para pillar el tren de las 9 hacia Hanói.

Pensamos en dar una vuelta por el pueblo pero la lluvia caía con bastante fuerza, así que finalmente desistimos de cualquier plan y nos quedamos organizando un poco los siguientes días.
Sobre las 17h el bueno del gerente del hotel, Mr David, nos vino para avisarnos que había preparado un bus para los clientes del hotel ya que debido a las fuertes lluvias es posible que más tarde ningún vehículo pudiera viajar por las carreteras hacia Lao Cai.
Evidentemente no nos quisimos arriesgar por una hora de espera, así que aceptamos el bus y además el buen hombre nos preparó un par de bocadillos y fruta para el viaje, sencillamente lo de este hotel no tiene nombre. La verdad es que el trato ha sido fantástico, casi familiar y han tenido unos detalles muy buenos, como traerte una merienda a base de zumos y pastelitos cada tarde cuando llegas a última hora, recomendable al 100%, Paradise View Hotel, apunten leche, que me ha caído bien el tipo.

Después de despedirnos uno a uno, nos metimos en el mini bus y tras una hora y pico de curvas, zonas de visibilidad nula y mucha lluvia, llegamos a la estación de Lao Cai. Allí cambiamos el “vale” que nos dio el contacto de Hanói y poco después nos metimos en el tren rumbo a Hanói para visitar la tan famosa Bahía de Halong.

Tras bajarnos del tren, una personita estaba esperándonos en la misma puerta del vagón con un letrero que indicaba mi nombre. Con los tipos que contraté el crucero por la bahía, acordamos que nos hospedarían en un hotel hasta las 8 de la mañana, así podríamos ducharnos y descansar unas horas más antes de partir.
Llovía a mares también en Hanói, pero por fortuna todavía aguantaban los chubasqueros que habíamos comprado unos días antes, así que una vez con pinta de El protegido caminamos unos metros hasta el hotel Victory.
A pesar de que eran poco más de las 5 de la mañana, la actividad en las calles era frenética. Definitivamente estas ciudades no duermen, con un montón de gente agolpándose en la entrada de la estación, algunos vendiendo fruta, otros fumando y hablando, otros cruzando la calle con bolsitas en las que cargan desde desayunos a vete tú a saber qué...
Por un momento me recordó a las escenas de Blade Runner, cuando el bueno de Ford pasea por esas calles de mercados asiáticos, pequeñas chimeneas humeantes, tráfico y carteles de neón con letras oscurecidas. La lluvia y toda esa gente hablando un idioma extraño...estas son algunas de las sensaciones que buscamos al viajar.

Tras descansar y asearnos en el hotel, previo amago del dueño de meternos en otro que había justo en frente (hay que ponerse firme y dejar bien claro que se va al hotel acordado, sino pueden llevarte al que les rote), llegó el conductor y nos pusimos en camino hacia la bahía.

Unas tres horas más tarde por fin pudimos ver de nuevo aquél paisaje kárstico que nos maravilló ahora hacía 5 años, una postal que jamás se olvida pero que impacta como la primera vez. No hay escapatoria, todos los cuellos se giran a la vez para ver ese paisaje irreal, formado por infinidad de montañas con forma ahuevada, con colores grises y cubiertas de un verde penetrante, moteadas algunas con vetas de un color crema más claro y erosionadas de las formas más curiosas que uno pueda imaginar.
Pero lo que en Yangshuo vimos en tierra, aquí poco a poco dio paso a un enorme mar que engullía las formaciones, y nosotros íbamos a navegar por entre esas moles.

Llegamos a las oficinas centrales de Indochina Junks, la empresa con la que había contratado por internet el barco y nos condujeron a una sala independiente para los cruceros privados, ya que hace tiempo pensamos en darnos el lujillo de contratar un barco para nosotros dos solos, lo dicho, menudo viaje mochilero...

En la sala conocimos a una pareja de barceloneses que viajaban con un guía vietnamita que hablaba castellano, el tipo resultó ser de lo más salao y todo un personaje. La verdad es que no somos muy amigos de viajar con guía, personalmente me pone de los nervios tener una wikipedia andante pegado todo el rato, preferimos informarnos de lo que queremos ver y aunque no dominemos absolutamente todos los registros de la historia del sitio que visitamos, más tarde nada te impide realizar consultas y complementar lo vivido. Sabemos que en ocasiones puedes pasar por alto detalles, pero preferimos descubrirlos por nuestra cuenta que tener un tipo hablando sin parar al que por cortesía tampoco puedes ignorar.
A pesar de todo, debo reconocer que el guía era la leche, le pregunté entre otras cosas sobre el motivo del por qué los barcos en la bahía ya no tenían el color característico de los juncos clásicos vietnamitas (ahora todos son blancos) y nos comentó que era posible que algún empresario hubiera conseguido algún tipo de contrato con el gobierno para dictaminar la ley que obligaba a que fueran de ese color, ya que una empresa se encargaba de pintar las embarcaciones cada X tiempo.
Todas las tripulaciones estaban descontentas con esta ley, ya que el blanco es muy poco sufrido, con lo que gastan muchísimo en mantenimiento.
Desconozco si esto es verdad o no, pero no parecía tener reparos en criticar abiertamente el granujeo que existe en su patria. Granujeo que personalmente compartía en cuanto a opinión.

Poco después se nos presentó un tal Mr One, así, como suena, qué será lo próximo, el Sr. Rosa? Esto es un cachondeo de nombres, al próximo que me pregunte le digo que me llamo Obi Wan Kenobi.
Nos explicó el planning, que sería el que nos informara de las actividades a bordo y nos preguntó si teníamos intolerancia a una lista de alimentos.
Finalmente nos subimos en un pequeño bote que nos llevó a nuestra embarcación donde esperaba la tripulación; un cocinero que parecía sacado del videojuego Day of the tentacle, un mecánico con pinta de Benito y compañía, un jovencito y risueño camarero/grumete, el Sr. One y el capi, que es un clon de los demás capis vistos en las oficinas, rechoncho, con pinta de darle al sake y que no hablaba ni una palabra de inglés. Como tiene que ser, un capitán vietnamita de los de antes.
Tuvieron un detalle con Eli regalándole una cajita con forma de corazón donde venía una caracola, nos dijeron unas palabras en perfecto vietnamita, nos aplaudieron y nos pusimos en marcha.

La verdad es que nos quedamos a cuadros, por supuesto que no estamos acostumbrados a este tipo de trato, con lo que la escena era un poco para verla, Eli y yo ahí plantados mientras el capi recitaba vete tú a saber qué en vietnamita, aquí el amigo con la camiseta de Superman y Eli con los ojos como platos mirando a todos lados todavía sin creerse que el maldito barco fuera para nosotros solos.
Por fortuna tienen muy medido este tipo de cruceros, así que nos dejaron nuestro rato para asimilar el lugar, nos trajeron unas bebidas y poco después estábamos ya relajaditos sobre unas tumbonas y admirando el paisaje.
Sin darnos cuenta ya estábamos atravesando las formaciones montañosas, en mitad de aguas color turquesa y dejando atrás otras embarcaciones, poco después nos encontrábamos solos navegando en mitad de un paisaje increíble.

Nos ofrecieron una serie de platos de marisco fresco y más tarde llegamos a una zona en la que comenzaban las actividades. Primero visitamos unas cuevas dentro de una de las formaciones, en las que había incluso vivido gente, desde la cima pudimos admirar la zona, donde algunos barcos habían varado. Las nubes de fondo, las montañas, una playa justo debajo....por Dios por Dios.

Tras salir de la cueva aparecimos en una playa donde habían preparado unos kayaks, nos subimos en uno y paseamos por la bahía, llegando a zonas de absoluta soledad, rodeados por esas enormes montañas, con el único sonido de nuestros remos y los animales salvajes que vivían en la zona, indescriptible, sencillamente, una de esas experiencias únicas.

Tras darle al remo una horilla más o menos llegamos de nuevo a la playa y nos pegamos unos chapuzones mientras el sol caía y el mar y las montañas se teñían de un color dorado que te dejaba embobado mirando para todos lados. Huelga decir que en todo este proceso a la cámara de fotos le iba a dar algo de tanto usarla.

Regresamos a la embarcación y nos alejamos todavía más en dirección a la bahía de Bai Tu Long, subidos en la parte alta, con unas bebidas y disfrutando de la puesta de sol. Los colores y la escena eran de otro mundo, pocas cosas son comparables en cuanto a belleza de lo que hemos visto, muy pocas.

Cenamos, nos bebimos un vinito australiano y ya anclados en una silenciosa bahía, nos quedamos tumbados viendo las estrellas, sobra decir cómo se ven en un lugar así, aunque debido a las nubes que suelen tapar algunas partes del firmamento, no llega al nivel de, por ejemplo, lo que vimos en el desierto del Thar, India, el cielo más impresionante que jamás hemos visto.

Al día siguiente visitaríamos una villa de pescadores que viven por la zona, navegaríamos de nuevo entre los islotes y pondríamos punto y final a una experiencia sencillamente única, para poner rumbo a Ninh Binh, la versión vietnamita de Yangshuo.


Un saludo!

27 de agosto de 2013

Journey


Como en la joya de Thatgamecompany, sobran las palabras y quizás es mejor mostrar imágenes del lugar, porque el trekking que realizamos desde Sapa hasta Giang Ta Chai fue una experiencia difícil de olvidar.



Pero como somos muy cansinos vamos a explicar un poco las sensaciones.
Primero nos llevaron en bus hasta Y Linh Ho donde nos apeamos una pareja de alemanes y nosotros, así que finalmente seríamos 4 los que realizaríamos el camino, tal y como prometió David.
La pareja se llamaba Julia y Hugo, muy simpáticos, amables y con los que realizamos el trayecto a muy buen ritmo, parándonos cuando era preciso y con absoluto 0 problemas en definitiva.

Comimos en Ta Van donde la mayoría de gente se vuelve para Sapa o algunos siguen hasta donde nosotros pero hacen noche en dicho lugar. Hay que decir que para visitar estos pueblos suelen cobrar dongs, varía en función del pueblo, pero creo que van de los 10k a los 30k, en nuestro circuito estaba incluido, así como la comida, pollo asado que tenía un sabor muy muy bueno. Imagino que nos lo cruzaríamos por el camino.
También nos acompañaron durante el viaje algunos grupos de mujeres de distintas etnias, normalmente te ayudan en algún paso complicado o vigilan que no te pierdas, al final suelen pedirte que compres alguna cosa, es tu decisión, nosotros a una le pillamos un par de cosillas y a otro grupo nada, sin problemas.

El viaje finalizó en una catarata donde pudimos refrescarnos y desde donde las vistas son espectaculares ya que a esa hora de la tarde (sobre las 16h) todo comienza a coger ese tono dorado que vimos el día anterior, pero claro, a pradera abierta y con los montañotes de fondo se puede uno imaginar la estampa. Muy bruto todo.

Esto es un breve resumen, lógicamente en el camino atravesamos laderas, bosques embarrados, caminos de todo tipo, ríos, puentes colgantes y algunas aldeas. Todo con unas vistas que parecen irreales mientras la cámara de fotos parece a punto de explotar o nosotros de volvernos locos por querer inmortalizar a cada escena más bella.
Para postres nos hizo un día espectacular, con alguna nube que más que empañar se agradecía por aquello del calor pero en general con un sol radiante y un cielo azul intenso, hasta nuestra guía, una Hmong llamada Lu muy amable y que nos fue explicando diversas curiosidades durante el trayecto, nos dijo que podíamos sentirnos afortunados, porque días así en esta época del año eran raros.
Con ese tiempo, los riachuelos tenían las aguas claras, así que podías mojarte sin problemas de quedar embarrado.

De vuelta al hotel directos a la ducha y más tarde a cenar, esta vez si, al Little Sapa donde cenamos de muerte, sopa de tofu, rollitos y ternera con verduras a la brasa que se terminaba de cocinar en plato caliente. Para postres conviene saber que aunque ponga "pequeño" pastel de Sapa, es un pastelote del quince, aun así estaba tan bueno que casi nos lo zampamos. Un tipo que pasaba por ahí de la cocina hasta pasó dos o tres veces mirándonos y riéndose rollo "estos no tienen fondo!"

Mañana finalizamos nuestra estancia en Sapa (eso sí, al final del día) para poner rumbo a Hanói de nuevo en tren nocturno y dirigirnos a la Bahía de Halong, donde nos espera un barco para hacer noche, ahí es nada.

Un saludo!

26 de agosto de 2013

Sapa


Descansamos todo lo que se puede descansar en un tren, despertándonos a ratos y con alguna mirada por la ventanilla para saber dónde estábamos, ni idea, oscuridad absoluta y lluvia.

A eso de las 7 de la mañana llegamos a Lao Cai y nada más salir de la estación te asaltan para llevarte a buses o taxis. Finalmente nos subimos en uno esta vez estudiando la jugada para ver qué bus tenía ya más gente, ya que hasta que no lo llenan no se van de la estación.

A pesar de ir de listillos la jugada no salió bien, el tipo nos cobró 100k dongs por el trayecto, el precio fue bueno, pero como no llenó el bus, comenzó a dar vueltas por la zona en busca de unos mochileros que iban caminando por la calle y a los que intentaban sacar más pasta de lo normal, uno de ellos se me acercó y me dijo que les pedían 2 millones por llevar a un grupo de 4, de locos.

Al poco rato y con un cabreo de mil pares (se iba parando en cada esquina para captar a más pasajeros), se paró antes de tomar la carretera que va a Sapa para pedir el dinero al resto (nosotros habíamos pagado al subir, error, pagad al final!) y al parecer a un grupo de viajeros les habían engañado pues ellos tenían incluido el transporte hasta su hotel, les comentaron que no tenían que pagar y ahora les pedían una buena cantidad. Increíble.

Total que tras varias amenazas con avisar a la policía decidieron llevarlos de nuevo a la estación y que ahí se buscaran la vida.
Habíamos leído que el decir “call the police” normalmente tenía un efecto disuasorio, pero o bien han aprendido muy rápido o aquí en Vietnam les da absolutamente igual que se llame a la policía. Por otro lado, ya sabíamos que la poli aquí es más corrupta que incluso el del bus.
Tras bajarse el grupo, nos quedamos dos parejas y el tipo con todo su morro volvió a dar vueltas por el sitio. Un poco asqueados con la situación y con muy pocas ganas de que al tipo le diera por hacer alguna gilipollez una vez en ruta, decidimos bajarnos y buscar otro transporte, aun perdiendo los 100k dongs, ya que evidentemente al pedírselos algunos es como si volvieran a la época de las cavernas, parece que se les olvida hasta el respirar.
Finalmente sacamos otro transporte por 85000 y éste además nos llevaba hasta nuestro hotel ya que le explicamos lo sucedido y parecieron comprender el tema. Pagamos al final y sin ningún problema, cosas que pasan, paciencia.

Ya en el hotel (Paradise View Hotel) hicimos el checking y el encargado, un tal Mr David (para los amigos supongo, porque el tipo tenía de David lo que yo de Luke Skywalker) nos explicó un poco las actividades y las rutas que se suelen hacer por la zona.
Teníamos pensado realizar un trekking “largo” hasta Giang Ta Chai, un poblado de la etnia Dzao pasando Ta Van y Lao Chai, de étnias Hmong y Dzay respectivamente.
Pero en lugar de hacer noche en una de las aldeas, queríamos volver a última hora en coche y dio la casualidad que precisamente ese fue el planning que nos ofreció, por 30 dólares cada uno con un guía que nos llevaría por la zona, en un grupo en principio de máximo 4 personas y sin prisas a la hora de parar, muy importante esto para mi porque yo igual me pongo a hacerle una foto a una piedra y me tiro 10 minutos, o me quedo embobado mirando al infinito y como me metan prisas al igual muerdo. Tenía buena pinta, así que aceptamos el trato.

Ya en las calles de Sapa nos dimos un paseo por el mercado y allí vimos lo variopinto de condimentos que utilizan por aquí sus gentes. Nos recordó a otros parecidos como el de Lijiang en China, con su “limpieza” y características zonas con carne desperdigada por las mesas, pescado en barreños oxigenados con mangueras, sacos de especias, verduras, frutas y por supuesto gusanos y demás delicatessen que gastan aquí los amigos. Proteína pura. Por supuesto todo en unas condiciones limpísimas.

Paseando por la zona vimos que en casi todos los sitios alquilaban motos por un par de dólares el día, así que recordando mis tiempos moteros nos hicimos con una y tras llenarle el deṕosito y nos perdimos por las carreteras que rodean Sapa.
Comentar que las “gasolineras” aquí son puestos callejeros donde un tipo o tipa le enchufan gasoil a una jeringa gigante que marca los litros y a su vez la manguerita (manguera pelá y mondá) que sale del “horror tecnológico” va al depósito. Parece una máquina de Tim Burton.
Ah, si no se va a hacer una ruta larga, mejor llenar medio depósito ya que tal y como la entregues así se queda, sin reembolso alguno por el exceso de combustible. El litro estaba sobre los 30k dongs, aunque varía el precio en función del puesto.
Atravesamos pequeños pueblos, con unas vistas impresionante en mitad de bancales de arroz, agricultores, críos jugando entre plantaciones...pasamos un rato cojonudo, sinceramente, si esto ya era así, caminar entre senderos, con riachuelos y demás debe de ser increíble, ganazas de hacer el trekking al día siguiente.

Comimos en un garito de la calle Cau May, una de las arterias de la ciudad cercana a la iglesia que domina el centro del pueblo y unas señoras de la etnia Hmong se nos acercaron para vendernos artesanía que realizan ellas.
El tema desvarió de tal manera que al final acabamos hasta haciéndonos fotos y la señora comentando que la podía llamar “mi mamá de Sapa”...la madre que la trajo.
Debo reconocer que a pesar de que ellas pues lo que quieren es vender, pasamos un rato muy divertido e incluso nos explicaron cómo se las gasta la policía con los que no pagan los “tributos” por tener un puesto fijo en la calle...lo dicho, más corruptos que el del bus. Las señoras Hmong para nosotros, entrañables.
Les pillamos una pulsera de artesanía porque sinceramente se lo curraron mucho.

Eran sobre las 16:30 y teníamos que devolver la moto a eso de las 18h, así que decidimos utilizarla para acercarnos a la aldea de Cat Cat, a unos 3 kilómetros de Sapa.
Se ha de pagar un ticket para acceder de 40k dongs y la moto has de dejarla en un parking en el que te cobran 5000, por supuesto no nos avisaron de esto y mira que preguntamos para dejarla donde los tickets, que había sitio y era gratuito, en fin, para esto sirve también este diario, para prevenir a futuros viajeros, aunque sea a nuestra costa bribones.

Primero atravesamos unas cuántas casas típicas, algunas de ellas tiendas de souvenirs, con críos bañándose en barreños, gallinas, cerdos...todo eso que a los de ciudad nos quedamos así un poco como parados mirando.

Descendimos por unas laderas mientras el sol iba cayendo y teñía los bancales de arroz de un color semi dorado, sobre todo algunas partes que tal y como nos comentarían al día siguiente, eran las partes que estaban a punto para recogerse, y que en lugar de ese tono verde tan intenso adquieren una tonalidad más amarillenta.
Qué decir, el sitio es de postal.
Un poco más hacia delante, y bajando por unas empinadas escaleras de piedra llegamos a la zona de la cascada, tras atravesar un puente colgante.
El sitio queda oculto entre la maleza, con un pequeño mirador frente al torrente de agua desde donde se puede uno sentar y contemplar el espectáculo natural a pocos metros, madre de Dios qué sitio más bonito.
El resto del camino de vuelta no tiene mucho misterio, a pesar de alguna vista, está más pensado para que el visitante contrate alguno de los motoristas de alquiler para que los devuelva a la entrada, como teníamos tiempo lo hicimos a pie, pero vaya, que si se vuelve hacia atrás una vez llegado a la cascada puede no ser mala opción.

Ya motorizados devolvimos la máquina y callejeamos un rato por la ciudad, viendo el lago central, la pequeña iglesia...el sitio no es excesivamente grande, aunque al ser tan turístico hay una grandísima variedad de tiendas, sobretodo de trekking y similares, así que se ve en pocas horas.

Probamos a cenar en un sitio que nos había recomendado una pareja amiga de Eli, que habían estado aquí hace unos cuántos años, Tere y David. El sitio se llamaba Little Sapa pero al llegar el jefe estaba cerrando el sitio, con lo que intentaríamos ir al día siguiente ya que el menú además nos pareció muy variado y los precios estaban muy bien.
Era un poco tarde y la mayoría de sitios que quedaban abiertos ya eran un poco rollo guiri cervecero con karaoke incluido, no apetecía cenar con berridos de fondo, así que finalmente nos decidimos a probar el restaurante de nuestro hotel.

Al llegar, el dueño estaba sentado con unos amiguetes y nos invitaron a acompañarles un rato antes de irnos a nuestra mesa. Nos invitaron a unos tragos a base de vino de arroz (fuerte que te cagas) y probamos salmón que cocinaban en una olla allí mismo. Muy majetes, conversamos un ratillo y luego nosotros nos fuimos a nuestra mesa para cenar cerdo a la miel y ternera especiada con setas y verduritas a la brasa. Pa cagalse.
Café vietnamita y capuccino, como no podía ser de otra manera para la amiga y a dormir, que mañana espera un trekking larguillo.


Un saludo!

25 de agosto de 2013

De paso por Hanói


Abandonamos el hotel (Eden Saigón, por cierto, bueno, bonito, bien situado y no especialmente caro) y pillamos un taxi que nos llevó al aeropuerto, importante diferenciar si es vuelo doméstico o internacional, ya que las terminales están separadas y pueden dejarte en la otra punta.

Dos horas más tarde pisábamos Hanói a ritmo de Simon & Garfunkel. Por la pinta, parece una Ho Chi Minh 2.0, pero hasta que no exploremos bien la ciudad no podremos dictar sentencia.

Al salir del terminal pillamos un mini-bus que se encuentran a mano derecha de la puerta principal. Por dos dólares por cabeza te llevan al centro de la ciudad, a unas dos calles de la estación de tren central.
En un principio nos pedía 5 pavos, pero como sabíamos que el precio oficial eran 2 insistimos y al final resulta que nos pedía 5 porque nos ofrecía llevarnos hasta la misma puerta de la estación. Por dos calles 3 dólares, no aceptamos.
Conviene saber una cosa con estos mini-buses si se tiene relativa prisa (rollo que te salga un tren en 1 o 2 horas). Estos tipos tienen que llenar el vehículo, y no se van hasta que esté hasta arriba. En un bus de estos que caben 15 íbamos 18, más equipaje, para hacerse una idea. No cabía un alfiler.
Unos chavales al parecer llevaban esperando bastante rato y comentaron que perderían su tren si no salían ya, al final tuvieron que bajarse e irse en taxi. Nosotros apenas esperamos ya que llegamos casi de los últimos.

Una vez en Hanói caminamos hasta la estación de trenes, hay dos, una llamada Ga Hang Co y la otra Quy Cap. La primera está al norte y desde ahí salen los trenes a Sapa, la otra parte hacia el sur (Hué, Ho chi Minh, etc.).
Allí dejamos en unas taquillas las mochilas para recogerlas por la noche, 30000 dongs 8 horas.

Ya en la calle callejeamos un poco por la zona marcada en el mapa como de garitos de comida vietnamita, concretamente la calle Tong Duy Tang, al norte de la estación de tren, pero como eran las 15h allí estaba todo recogido, al parecer a esa hora es difícil encontrar comida “fresca”, así que seguimos caminando y al final nos metimos en un restaurante que tenía una parte superior con cristalera desde la que se veía el tráfico, algo así como Bistro. El sitio era caro pero servían un menú por 160.000 dongs que estaba bastante apañado, entrante, plato y postre. 7 dólares al cambio...you know where I mean...y encima en una habitación privada para nosotros. Estas cosas las vamos a echar de menos.

De nuevo con las pilas cargadas nos fuimos en dirección a la zona del Mausoleo de Ho Chi Minh, siguiendo la calle Dien Bien Phu (quién diablos pone esos nombres?), una suerte de Avinguda Diagonal pero con unas pocas bastantes más de motos.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de atracciones entre las 16-17:30 horas cierran hasta el día siguiente. Museos, templos, etc. Además, es posible que entre las 13 y las 15h también permanezcan cerrados ya que aquí parece que la siesta también es deporte nacional.
Así que como no teníamos muchas más opciones decidimos visitar la Plaza de Ba Dinh, una especie de mitad de Tiananmen donde la gente hace deporte, juegan los críos, se hacen fotos y pasean por unos jardines. Incluso entramos en un templo donde estaban rezando, justo al lado del Museo Ho Chi Minh, cerrado por supuesto.
Vimos el atardecer en el lugar, bastante animado y con gente saludándonos, haciendo fotos y jugando un poco con los críos, un rato bastante agradable, y la gente muy simpática.
Eran sobre las 18:30, así que pusimos rumbo hacia el centro de nuevo, parándonos en una cafetería de las muchísimas que hay por la ciudad (al parecer es tendencia) para pillar algo de wifi, hablar con la familia y de paso tomar el fresco. La polución por cierto en Hanói es igual o peor que Ho Chi Minh, definitivamente tienen un serio problema que solventar.

Llegamos a la estación y a la hora que nos indicaron en la reserva que realizamos para los billetes apareció un tipo en moto que nos trajo los tickets, le pagamos lo acordado (unos 140 euros ida y vuelta en compartimento privado con camas para dos) y entramos por la puerta número 7.

Para pillar los billetes a Sapa se suele hacer por internet, pero no existe (o por lo menos yo no lo encontré) página rollo Renfe para reservarlos. En su defecto hay unas cuántas bastantes agencias que lo que hacen es reservarlos por ti, llevándose una comisión y te son entregados una hora antes de partir.
La verdad es que la cosa acojona, pero si no se quiere hacer así, la única manera es llegando a Hanói y comprarlos directamente en taquilla, aunque te arriesgas a que no haya camas para pasar la noche o que directamente no tengan billetes, ya que en agosto sube mucho la demanda.
Para la vuelta a Hanói se sufre el mismo riesgo. Así que consultando precios de lo que se paga en taquilla y lo que cuesta “por adelantado”, en mi opinión merece la pena. Como siempre, con tiempo estos viajes salen muucho más baratos.

Comenzó a llover a lo bestia y para llegar a nuestro tren teníamos que atravesar los andenes, pero no por pasos subterráneos o elevados, no, por delante mismo de los trenes, a lo loco, y con la que estaba cayendo nos íbamos a poner buenos. Así que preguntamos a una señora de un kiosko si tenía chubasqueros y por supuesto se sacó unos cuantos del cajón, es que no falla, son más listos que el hambre.

Nos pidió 50000 dongs por los dos y regateamos hasta los 30000, la verdad es que es de esas situaciones en las que si la tipa se empeña saca los 50, porque vamos, era evidente que los necesitábamos, así que sólo nos timó 30k.
Ya equipados, cruzamos las vías y nos metimos por el andén 6 en nuestro tren y compartimento. Un camarote privado con algunas bebidas, picapica y dos camitas para aquí los “mochileros”. Vaya tela, con lo que hemos sido.

Mañana a las 6 de la mañana llegamos a Sapa!


Un saludo!

24 de agosto de 2013

Cu Chi tunnels


El día anterior preguntamos en recepción por cuánto salía la salida a los túneles. Nos dijeron que 20 dólares por cabeza y que estaríamos de vuelta sobre las 2-3 del medio día.
Por supuesto le preguntamos por la visita de rigor a algún sitio para comprar cosas y fueron sinceros comentando que se realizaría una parada de unos 20 minutos en un taller de arte gráfico con fines benéficos.
Mientras paseamos por el centro, preguntamos en alguna agencia y todas más o menos tenían el mismo tour, algunas algo más barato pero con visitas quizás menos constructivas. También estudiamos la posibilidad de contratar un conductor pero haciendo cuentas salía algo peor, así que tragamos de nuevo y dejamos que otros nos hicieran el trabajo sucio. No le dimos muchas vueltas, no obstante, no deja de ser un sitio muy de “guiri”.

Nos tocó un grupo de australianos muy salados ellos y un guía que cumplió su función, informar, ser amable, servicial y de vez en cuando algún chistecillo, aunque éste pedía más colaboración del personal con alguna pregunta al aire que el que tuvimos en Bangkok.
Parece que ahora el formato de guía es rollo monologuista. En fin.

La visita fue la programada, 20 minutos en un garito donde se trabajaban cuadros, figuras y demás elementos de decoración. La verdad es que al ver a esa gente trabajando allí en esos talleres un poco ruinosos no me dio muy buen rollo, a pesar de que un enorme sello de la fundación (rollo la Once aquí) se supone que financiaba el lugar y ofrecía una oportunidad laboral a aquella gente, el sitio pues parecía un poco esos típicos almacenes donde un montón de asiáticos se agolpan detrás de las máquinas de coser en talleres ilegales. Ojo, que la mayoría de los sitios que se ven por las calles donde trabajan resultan parecidos, así que quizás eso sea lo normal...pero creo que la línea que separa cierta explotación de lo que es oportunidad laboral estaba ahí ahí...

Y llegamos a Cu Chi, en total el trayecto ronda la hora, pero es más por el horrible tráfico de Ho Chi Minh que por la distancia en sí. Allí nuestro guía nos fue acompañando por las distintas secciones del lugar, de nuevo en mitad de una selva, rodeados por árboles, bambú y caminos que se perdían por todos lados. La verdad es que el sitio respeta bastante el entorno y no tienes sensación de que aquello sea muy artificial, dentro de lo que cabe, ya que también tienen muñequitos representando escenas que resultan algo ridículos. Casi tan casposo como un vídeo que te muestran al principio, del año catapum y donde te hacen un resumen como si de un NODO se tratase.

La visita continuó con las distintas trampas que el vietcong utilizaba para cazar al enemigo, todas ellas de una brutalidad bastante potente, no se iban con hostias los amigos.
Siguiendo la ruta, vimos zonas donde todavía estaba el cráter de impactos de bombas, algún tanque derribado y las famosas trampillas donde se metían para esconderse y sorprender a los malos. Eli y yo nos metimos, por supuesto.


A continuación llegamos a una zona donde puedes disparar munición real de distintas armas, en función de su potencia te cobran más o menos, lo normal es tirar con una Ak47 y te soplan 1 dólar por bala, con un mínimo de 10.
No es que me apasione disparar ninguna arma, pero ya que estábamos pillé a un chinito y le ofrecí tirar a medias esas 10 balas.
Así que nos fuimos a la zona de tiro e hicimos el paripé de pegar 5 tiros cada uno (hay que ponerse cascos antes de entrar, porque te deja sordo el pepino).

Finalmente llegamos a la famosa zona de los túneles, donde te dan la posibilidad de recorrer un circuito de 50 metros en total bajo tierra con posibilidad, eso sí, de salirse cada X metros y agrandados un poco para el turisteo.

La verdad es que la experiencia es una pasada, aunque de 20 únicamente acabamos 5 el recorrido y ciertamente hay un par de sectores donde los nervios pueden traicionarte, ya que hay que bajar un par de niveles y uno de los pasos se ha poner uno a rastras, ya que en cuclillas no es posible pasar. Los últimos metros son durillos ya que además se reduce un poco el tamaño del túnel. Resulta increible como ellos salen frescos, claro que el mamón no iba con una mochila llena de objetivos, una cámara en la mano y encima le sacábamos dos cabezas.

Tras reponernos con un té y patata hervida servida junto a azúcar y especias pusimos punto y final a la visita, regresando en bus a la ciudad.

Aunque pueda parecer una atracción muy de turista, y lo es, creo personalmente que es entretenida y merece la pena dejarse medio día en visitarla. Los detalles de su historia resultan de fácil acceso en cualquier web e incluso se pueden ver fotos de las trampas, de los túneles, etc.
Pero las dos o tres actividades en las que te dejan interactuar son muy curiosas y divertidas, con lo que al final lo que te llevas es una experiencia que probablemente no realices en ningún otro lugar, además de experimentar en tus propias carnes un poco lo que aquello supuso. Así que personalmente yo recomiendo dejarse caer por allí.

Ya en Ho Chi Minh, directamente continuamos con nuestra ruta donde la dejamos el día anterior, por la zona de la Ópera, donde se agolpan edificios de estilo colonial, jardines y tiendas más pijeras. Por cierto, Steve Jobs no debió haber visitado nunca esta ciudad, porque yo creo que se habría querellado hasta con el gato. En cada calle es posible ver hasta 4 o 5 tiendas con el logo de Apple, algunas incluso con el logotipo aquél que sustituía el mordisco por el perfil de Jobs cuando pereció. De friki. Logos de manzanas doradas, rojas, de neón...de 4 a 5 tiendas en TODAS las calles, brutal.

Para terminar el día, nos acercamos al rascacielos más alto de la ciudad, el Financial Tower, en el que por 200.000 dongs puedes visitar la planta 49 y disfrutar de panorámicas de toda la ciudad. Así que subimos y vimos el atardecer desde el lugar. Las vistas fantásticas, pero los cristales estaban un poco guarrunos, con lo que con los últimos rayos de luz las fotos salían con el filtro de “Cuéntame”.
Ya que estábamos nos tomamos una birra en el bar que queda justo una planta por encima, subiendo unas escales desde la misma 49. Unos 100.000 dongs, carísima, pero claro, en un sitio así tampoco vas a esperar 2x1. El desembolso nos sirvió para ver anochecer y disfrutar del espectáculo de luces sobre la ciudad.

Ho Chi Minh definitivamente nos ha encantado, tiene un toque caótico algo más acusado que el visto en Bangkok (y ya es decir), aquí notas que la gente no está al 100% acostumbrada al turismo y hay cierta inocencia en el trato que la hace entrañable. Trato que es tremendamente educado en cualquier establecimiento en el que te metas, por cierto, con lo que inevitablemente uno sale encantado de cualquier lugar que visite.

Mañana volaremos a Hanoi para por la tarde pillar un tren nocturno que nos llevará a Sapa, seguimos para Bingo.


Un saludo!

22 de agosto de 2013

Enter Vietnam


Uno no puede decir que conoce un país por visitar únicamente una ciudad a pesar de contener una de las maravillas del mundo...pero de todas formas nos vamos con una muy buena sensación de Camboya.

Habíamos escuchado de todo, que si la gente era muy agresiva a la hora de comerciar, que si no te dejaban en paz en los templos, que si se pasaban tres pueblos con los precios...
Sinceramente, cuando llegas a éstos alguna personilla puede venir a ofrecerte algo, pero personalmente no hemos tenido percepción alguna de pesadez, malos modos o unos precios desorbitados teniendo en cuenta que estás en un sitio esencialmente turístico.

Si vas a las pirámides de Guiza te van a clavar, si vas a Pisa te van a clavar, si vas a Fushimi Inari te van a clavar, si vas a Chichen Itzá te van a clavar, si vas a Lloret, te van a clavar...qué esperan? Pero es que encima hablamos de que te cobran 1 dólar por una coca cola...1 dólar, en mitad de la maldita selva.

Pero por si fuera poco, aunque se te acerquen a ofrecer algo, con decirles que no es suficiente, te sonríen y siguen a lo suyo. En definitiva, que a poco que hayas estado en otros sitios mucho peores y tengas un poco de paciencia, el lugar no es agobiante para nada. Otra cosa es cómo te lo quieras tomar o tengas el día un poco cruzado.

Más interesante me parece definir Camboya (o la zona de Siem Reap) como un sitio de naturaleza hostil en cuanto a que es un lugar realmente duro por su clima. Uno puede estar en un hotel (la zona está llena de mega complejos y hotelazos), tumbado en una amaca junto a una piscina, pero notará un calor punzante a poco que el sol impacte sobre la piel, y eso que es Agosto, los meses de mayo a julio al parecer son peores, con el añadido de tormentas de arena que azotan la zona.
Pasear por sus calles a piel descubierta para el occidental medio puede ser bastante jodido si no se lleva la protección adecuada, súmale el calor y que salvo los restaurantes, por la calle no hay mucho sitio donde cobijarse para tomar el fresco.
Añadida a esa calor, la humedad es considerable y la fauna reclama su sitio en cada rincón. A pesar de mantener el lugar lo más agradable para el turista (en los hoteles, en las calles sálvese quien pueda), si enfocas la vista sobre algún punto, descubrirás un lagarto acechando, un arácnido o una mantis junto a una palmera. Todo eso está ahí porque es su hábitat natural en una región que está hecha de otra pasta, una pasta ciertamente dura y en los que sus habitantes se han acostumbrado de manera sorprendente.

A pesar de que pueda parecer el maldito infierno, es un lugar que merece mucho la pena ya que Angkor Wat sólo hay uno y está en mitad de la selva, con todo lo que ello conlleva.


Dejamos así pues atrás Camboya y aterrizamos de forma brusca y con los Creedence de fondo en Ho Chi Minh, antiguamente conocida como Saigón.

Nada más llegar, lo típico, cambio de moneda y buscar transporte. Existe un bus cerca del aeropuerto que te lleva al centro, pero para no perder mucho tiempo pillamos un taxi de los públicos que te aseguran activarán el taxímetro, cobrándote lo legal. El trayecto suele salir entre los 200 a los 300k dongs máximo, en función del tráfico.

Por cierto, que en minutos nos convertimos en millonarios, por 100 euros nos dieron unos 3 millones, la mejor inversión de nuestras vidas. No tenía tantos kilos en mis manos desde que firmé la maldita hipoteca, claro que me duraron unos 30 minutos en la cuenta...

Ya en el taxi pudimos comprobar la fama que tienen las ciudades de Vietnam en cuanto a la conducción y las famosas motos. Increíble.

Mira que hemos visto tráfico loco, pero el torrente de máquinas que inunda cada cruce es tan bestia y a la vez tan armonioso que resulta hasta bonito de ver, es hipnótico, y encima funciona y nadie se estampa. Añade peatones pasando a través de esa marabunta, que se abre y se cierra para dejarlos pasar como si fueran gotas de aceite flotando en el agua. Digno de ver.

Más tarde comprobamos en nuestras carnes que “el salto de fe” al que le llaman cruzar algunas calles es totalmente cierto. Tan sólo debes avanzar sin dudar y ellos te esquivan, aunque sinceramente yo no le quitaba el ojo al que tenía cerca. Qué subidón, qué tensión en cada cruce!

Ya en el hotel hicimos el checking y nos largamos a hacer una ruta a pie que suelen recomendar para ver los lugares más importantes de la ciudad, aunque anocheció sobre las 18h y decidimos acabarla al día siguiente.

A pesar de todo, pudimos callejear un buen rato, probar alguna especialidad ambulante de estos sitios y visitar el famoso mercado Ben Thanh, un laberinto de puestos de ropa, comida, café, especias y olores de todo tipo, de TODO tipo.
Nos paramos en un garito a comernos un pincho de cerdo a la brasa que una mujer cocinó después de pasar sus marinadas manos por el género. Eli comentó no sé qué de Sanidad.
Por cierto, que había leído maravillas del café vietnamita y la verdad es que una vez probadas unas tres variedades, está muy bueno, es muy denso y aromático además de tener alguna variedad sorprendentemente dulce, con un olor cercano al chocolate. Pillamos un paquete de 300gr para traernos de lo cojonudo que estaba.
Una vez fuera, callejeamos de nuevo, cruzamos unas cuántas calles toreando motos y cuando nos cansamos de hacer el canelo vimos un japo con unos precios de locura y nos pusimos hasta arriba de makis, carne de cerdo empanada rellena de queso, miso, birras...ni 6 euros por cabeza, ea. Fantástico.

Así un poco como que a petar deambulamos por la noche de Ho Chi Minh, entre motos, pitidos, luces de neón, la zona del puerto con barcos temáticos que simulan un tiburón (con su boquita con dientes y todo), piratas...donde “artistas” cantaban lo que podían y la gente cenaba. La oferta parece extensa en una ciudad que no para, casi como su tráfico.

Mañana visitaremos los túneles de Cu Chi, a unos 50 kilómetros a las afueras y terminaremos de visitar las principales zonas de Ho Chi Minh, una ciudad que de momentos nos ha encantado.


Los Vengadores a lo vietnamita.


Un saludo!

20 de agosto de 2013

Angkor


Maldito Martini seco. Eran las 3:45 cuando sonó el despertador, más le valía al amanecer de Angkor ser algo que nos hiciera llorar durante tres días.

Mr. Lo nos esperaba en la puerta del hotel. Teníamos la posibilidad de que el conductor nos llevara de templo en templo pero ya desde hacía tiempo estábamos empecinados en hacerlo por libre pillando unas bicis, por aquello de parar cuando quieras y porque nos resultaba más divertido, a pesar de que cabía la posibilidad de ver menos cosas.

El caso es que para ganar tiempo, Bruce nos acercó al complejo y así pudimos pillar buen sitio ante la enorme cantidad de gente que se agolpa frente al templo para ver el amanecer. Para que se hagan una idea, al principio yo creo que éramos unos 10 como mucho, en total oscuridad, pero al cabo de media hora allí habían cientos de personas.
Por cierto, muy recomendable llevar linterna o en su defecto la aplicación que la suple en smartphones, porque hay que caminar la pasarela de piedra antes de llegar al estanque donde se refleja Angkor y no se ve un pijo.

Una vez posicionados, con el 10-22 preparado para echar humo y un café por 1 dólar que me trajo un tipo que nos ofreció bebidas allí mismo (yo creo que le pido un martini y me lo trae), empezó el espectáculo.
No sé qué decir, es equiparable a lugares indescriptibles como el Taj Mahal o Miyajima. Son sitios pensados para la grandeza, para que el ser humano se sienta tremendamente pequeño ante esa belleza pero a la vez tremendamente orgulloso de haber construido algo así.
Las estrellas todavía en el cielo, las nubes diseminadas con tonalidades rojizas y una creciente luz que quedaba justo detrás del complejo jemer, oscureciéndolo para que quede en las sombras mientras los colores posteriores toman todo el protagonismo, para llorar, una escena que jamás se puede olvidar y probablemente la justificación que por sí sóla hace que merezca la pena viajar tan lejos.

Tras...muchas, pero muchas fotos, decidimos regresar para pillar las bicis y comenzar la rutilla para visitar al menos 3 de los principales templos, Angkor, que prácticamente lo vimos el día anterior, Bayon y Ta Prohm.
El alquiler de bicis suele ir entre el dólar y los 5 dólares, en función del tipo que escojas.

Sobre el tema de las bicis. La experiencia es cojonuda, ya que te da absoluta libertad para meterte campo a través y llegar a algunas estructuras que en tuk-tuk pues tienes que aparcar, caminar, volver, etc. Con la bici puedes ir tranquilamente atravesando carreteras secundarias, ver el lugar y regresar libremente además de ser una actividad divertida y barata de no querer contratar un conductor privado.

Pero también tiene sus inconvenientes, y es que Camboya, bajo mi punto de vista, es un lugar hostil para con el ser humano en cuanto a que no hay que olvidar que nos encontramos en la puta selva, y en la selva hay infinidad de alimañas desde arañas como puños, pasando por serpientes, hormigas de las que pican seriamente...es decir, parece muy idílico ir con la bici y pensar que puedes dejarla tirada en cualquier sitio y sentarte a comerte un sandwich. Puedes hacerlo, pero es posible que tengas que inspeccionar el terreno, y aunque lo hagas, es más que probable que luego viajes con amigos.
No es que sea algo excesivamente grave, nosotros lo hicimos y aquí estamos, pero no vimos a nadie que iba en bici descansando a la sombra de un árbol ni nada parecido, y una vez comprobado el lugar, no nos extraña demasiado.

En cualquier caso, las carreteras están muy bien, vas encontrando estructuras en mitad de la nada en las que puedes pararte, inspeccionar, tomar alguna bebida fresca...eso sí, la humedad y el calor se hacen notar bastante, importante llevar gorra, ropa ligera y no dejar de hidratarse.

Dejando a un lado el transporte, seguimos hacia el templo de Bayon, famoso por contener 216 caras talladas en su estructura.
Como Angkor Wat, el lugar dispone de un pequeño estanque antes de entrar, fotográficamente hablando ese “extra” resulta fantástico, ya que el efecto de ver reflejado en el agua el templo es cojonudo.
El lugar es más pequeño de lo que imaginaba, lo que sumado al gentío que se agolpa para visitarlo resulta un poco “circo”, de todas formas, como la mayoría de lugares por aquí, posee varias capas desde su parte central hacia el exterior, con lo que normalmente en su capa externa se puede visualizar todo con cierta calma y soledad.

Seguimos de ruta por las carreteras, parando en algunas estructuras desperdigadas por la selva, atravesando praderas de arroz, algún que otro lago...el lugar ciertamente es para perderse.

Finalmente llegamos al templo de Ta Prohn, famoso porque su estructura es atravesada por enormes raíces. Personalmente, después del exterior de Angkor Wat, Prohn es el lugar que más me gustó de los visitados.
Recuerdo que leí algo que me gustó mucho sobre el tema, indicaba que este templo es el resultado de una lucha encarnizada entre la naturaleza y el ser humano, y no puedo estar más de acuerdo, ya que primero estaba la selva, luego se construyó sobre ella para terminar enzarzados en una lucha eterna. Creo que resulta poético y bello a la vez y el lugar, a pesar del maldito gentío, consigue que tengamos esa sensación.
Las raíces son de un tamaño descomunal y de cerca incluso parece hueso, atravesando las estructuras e incluso deborando algunas. Fantástico el sitio.

Con el circuito básico completado, “carreteamos” por la zona entrando en algunos sitios que se salían de las rutas principales, con algunos templos sobre pequeñas colinas, estructuras medio derruidas u ocultas tras una arboleda...y finalmente sobre las 15 horas y un “poco” agotados decidimos volver a Siem Reap y dejar las bicicletas para relajarnos en el hotel lo que quedaba del día. Barajamos la posibilidad de volver a ver el atardecer, pero todavía quedaban sus buenas 3 horas para ese momento y al haber estado ya el día anterior, pensamos que sería mejor descansar después de pasear un poco por la zona.

En Siem hay bastante oferta de restaurantes, se puede comer por 1 o 2 dólares en muchos puestos o te puedes meter en algún lugar en el que por poco más de 15 o 20 dólares salgas bastante redondo. Lo podemos confirmar ya que nos metimos en un sitio que tenía estos precios y como te flipes no te lo acabas. Claro que con el hambre después de estar desde el amanecer hasta el medio día dándole a la bici dimos buena cuenta del banquete.

Ya en el hotel descansamos, piscina y por la noche copa y cielo estrellado. Al día siguiente entraríamos finalmente en Vietnam, tres días, tres países, no está mal.


Un saludo!