28 de agosto de 2013

Halong Bay


Nuestro último día en Sapa amaneció lluvioso, después de una noche de tormentas, así que se fue al traste nuestro plan de pillar una moto y volver a perdernos por ahí.
Así que no nos quedó otra que comentar con el hotel si podíamos alargar nuestra estancia hasta las 6 de la tarde, que es cuando debíamos partir hacia Lao Cai para pillar el tren de las 9 hacia Hanói.

Pensamos en dar una vuelta por el pueblo pero la lluvia caía con bastante fuerza, así que finalmente desistimos de cualquier plan y nos quedamos organizando un poco los siguientes días.
Sobre las 17h el bueno del gerente del hotel, Mr David, nos vino para avisarnos que había preparado un bus para los clientes del hotel ya que debido a las fuertes lluvias es posible que más tarde ningún vehículo pudiera viajar por las carreteras hacia Lao Cai.
Evidentemente no nos quisimos arriesgar por una hora de espera, así que aceptamos el bus y además el buen hombre nos preparó un par de bocadillos y fruta para el viaje, sencillamente lo de este hotel no tiene nombre. La verdad es que el trato ha sido fantástico, casi familiar y han tenido unos detalles muy buenos, como traerte una merienda a base de zumos y pastelitos cada tarde cuando llegas a última hora, recomendable al 100%, Paradise View Hotel, apunten leche, que me ha caído bien el tipo.

Después de despedirnos uno a uno, nos metimos en el mini bus y tras una hora y pico de curvas, zonas de visibilidad nula y mucha lluvia, llegamos a la estación de Lao Cai. Allí cambiamos el “vale” que nos dio el contacto de Hanói y poco después nos metimos en el tren rumbo a Hanói para visitar la tan famosa Bahía de Halong.

Tras bajarnos del tren, una personita estaba esperándonos en la misma puerta del vagón con un letrero que indicaba mi nombre. Con los tipos que contraté el crucero por la bahía, acordamos que nos hospedarían en un hotel hasta las 8 de la mañana, así podríamos ducharnos y descansar unas horas más antes de partir.
Llovía a mares también en Hanói, pero por fortuna todavía aguantaban los chubasqueros que habíamos comprado unos días antes, así que una vez con pinta de El protegido caminamos unos metros hasta el hotel Victory.
A pesar de que eran poco más de las 5 de la mañana, la actividad en las calles era frenética. Definitivamente estas ciudades no duermen, con un montón de gente agolpándose en la entrada de la estación, algunos vendiendo fruta, otros fumando y hablando, otros cruzando la calle con bolsitas en las que cargan desde desayunos a vete tú a saber qué...
Por un momento me recordó a las escenas de Blade Runner, cuando el bueno de Ford pasea por esas calles de mercados asiáticos, pequeñas chimeneas humeantes, tráfico y carteles de neón con letras oscurecidas. La lluvia y toda esa gente hablando un idioma extraño...estas son algunas de las sensaciones que buscamos al viajar.

Tras descansar y asearnos en el hotel, previo amago del dueño de meternos en otro que había justo en frente (hay que ponerse firme y dejar bien claro que se va al hotel acordado, sino pueden llevarte al que les rote), llegó el conductor y nos pusimos en camino hacia la bahía.

Unas tres horas más tarde por fin pudimos ver de nuevo aquél paisaje kárstico que nos maravilló ahora hacía 5 años, una postal que jamás se olvida pero que impacta como la primera vez. No hay escapatoria, todos los cuellos se giran a la vez para ver ese paisaje irreal, formado por infinidad de montañas con forma ahuevada, con colores grises y cubiertas de un verde penetrante, moteadas algunas con vetas de un color crema más claro y erosionadas de las formas más curiosas que uno pueda imaginar.
Pero lo que en Yangshuo vimos en tierra, aquí poco a poco dio paso a un enorme mar que engullía las formaciones, y nosotros íbamos a navegar por entre esas moles.

Llegamos a las oficinas centrales de Indochina Junks, la empresa con la que había contratado por internet el barco y nos condujeron a una sala independiente para los cruceros privados, ya que hace tiempo pensamos en darnos el lujillo de contratar un barco para nosotros dos solos, lo dicho, menudo viaje mochilero...

En la sala conocimos a una pareja de barceloneses que viajaban con un guía vietnamita que hablaba castellano, el tipo resultó ser de lo más salao y todo un personaje. La verdad es que no somos muy amigos de viajar con guía, personalmente me pone de los nervios tener una wikipedia andante pegado todo el rato, preferimos informarnos de lo que queremos ver y aunque no dominemos absolutamente todos los registros de la historia del sitio que visitamos, más tarde nada te impide realizar consultas y complementar lo vivido. Sabemos que en ocasiones puedes pasar por alto detalles, pero preferimos descubrirlos por nuestra cuenta que tener un tipo hablando sin parar al que por cortesía tampoco puedes ignorar.
A pesar de todo, debo reconocer que el guía era la leche, le pregunté entre otras cosas sobre el motivo del por qué los barcos en la bahía ya no tenían el color característico de los juncos clásicos vietnamitas (ahora todos son blancos) y nos comentó que era posible que algún empresario hubiera conseguido algún tipo de contrato con el gobierno para dictaminar la ley que obligaba a que fueran de ese color, ya que una empresa se encargaba de pintar las embarcaciones cada X tiempo.
Todas las tripulaciones estaban descontentas con esta ley, ya que el blanco es muy poco sufrido, con lo que gastan muchísimo en mantenimiento.
Desconozco si esto es verdad o no, pero no parecía tener reparos en criticar abiertamente el granujeo que existe en su patria. Granujeo que personalmente compartía en cuanto a opinión.

Poco después se nos presentó un tal Mr One, así, como suena, qué será lo próximo, el Sr. Rosa? Esto es un cachondeo de nombres, al próximo que me pregunte le digo que me llamo Obi Wan Kenobi.
Nos explicó el planning, que sería el que nos informara de las actividades a bordo y nos preguntó si teníamos intolerancia a una lista de alimentos.
Finalmente nos subimos en un pequeño bote que nos llevó a nuestra embarcación donde esperaba la tripulación; un cocinero que parecía sacado del videojuego Day of the tentacle, un mecánico con pinta de Benito y compañía, un jovencito y risueño camarero/grumete, el Sr. One y el capi, que es un clon de los demás capis vistos en las oficinas, rechoncho, con pinta de darle al sake y que no hablaba ni una palabra de inglés. Como tiene que ser, un capitán vietnamita de los de antes.
Tuvieron un detalle con Eli regalándole una cajita con forma de corazón donde venía una caracola, nos dijeron unas palabras en perfecto vietnamita, nos aplaudieron y nos pusimos en marcha.

La verdad es que nos quedamos a cuadros, por supuesto que no estamos acostumbrados a este tipo de trato, con lo que la escena era un poco para verla, Eli y yo ahí plantados mientras el capi recitaba vete tú a saber qué en vietnamita, aquí el amigo con la camiseta de Superman y Eli con los ojos como platos mirando a todos lados todavía sin creerse que el maldito barco fuera para nosotros solos.
Por fortuna tienen muy medido este tipo de cruceros, así que nos dejaron nuestro rato para asimilar el lugar, nos trajeron unas bebidas y poco después estábamos ya relajaditos sobre unas tumbonas y admirando el paisaje.
Sin darnos cuenta ya estábamos atravesando las formaciones montañosas, en mitad de aguas color turquesa y dejando atrás otras embarcaciones, poco después nos encontrábamos solos navegando en mitad de un paisaje increíble.

Nos ofrecieron una serie de platos de marisco fresco y más tarde llegamos a una zona en la que comenzaban las actividades. Primero visitamos unas cuevas dentro de una de las formaciones, en las que había incluso vivido gente, desde la cima pudimos admirar la zona, donde algunos barcos habían varado. Las nubes de fondo, las montañas, una playa justo debajo....por Dios por Dios.

Tras salir de la cueva aparecimos en una playa donde habían preparado unos kayaks, nos subimos en uno y paseamos por la bahía, llegando a zonas de absoluta soledad, rodeados por esas enormes montañas, con el único sonido de nuestros remos y los animales salvajes que vivían en la zona, indescriptible, sencillamente, una de esas experiencias únicas.

Tras darle al remo una horilla más o menos llegamos de nuevo a la playa y nos pegamos unos chapuzones mientras el sol caía y el mar y las montañas se teñían de un color dorado que te dejaba embobado mirando para todos lados. Huelga decir que en todo este proceso a la cámara de fotos le iba a dar algo de tanto usarla.

Regresamos a la embarcación y nos alejamos todavía más en dirección a la bahía de Bai Tu Long, subidos en la parte alta, con unas bebidas y disfrutando de la puesta de sol. Los colores y la escena eran de otro mundo, pocas cosas son comparables en cuanto a belleza de lo que hemos visto, muy pocas.

Cenamos, nos bebimos un vinito australiano y ya anclados en una silenciosa bahía, nos quedamos tumbados viendo las estrellas, sobra decir cómo se ven en un lugar así, aunque debido a las nubes que suelen tapar algunas partes del firmamento, no llega al nivel de, por ejemplo, lo que vimos en el desierto del Thar, India, el cielo más impresionante que jamás hemos visto.

Al día siguiente visitaríamos una villa de pescadores que viven por la zona, navegaríamos de nuevo entre los islotes y pondríamos punto y final a una experiencia sencillamente única, para poner rumbo a Ninh Binh, la versión vietnamita de Yangshuo.


Un saludo!

3 comentarios:

  1. Mas te vale que las fotos sean buenas... Por cierto ya miraras mi galería en otro momento ahora disfrutad!!

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  2. Pues acabo de ver la del dominó tuya y me ha encantado, ya era hora que empezaras a tirar buenas fotos XD
    Amigo, mis fotos no van a concurso, lo tengo asumido..

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  3. Desde luego quien os ha visto y quien os ve ... vacaciones en el mar??? jejeje
    Pero muy xula la foto ;-)

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