17 de agosto de 2013

The "art" of the coconut and the floating market


A las 7 de la mañana ahí estábamos en la puerta para visitar uno de los mercados flotantes que existen en las afueras de Bangkok.

Tras echarle un ojo a las posibilidades de hacerlo por libre, la verdad es que no nos pareció mala idea contratarlo para olvidarnos un poco de tanto transporte y sobre todo perder demasiado tiempo. Así que nos pusimos en manos de la versión de Gangnam Style en tailandés, muy salado el hombre y además pues nos dio algunos datos como el coste un poco de la vida en Bangkok (7000 bahts por un alquiler, etc.) y además tuvo el detalle de parar para que vieramos uno de esos mercados que están en mitad de las vías del tren, los risky markets.

La excursión salió por unos 30 euros por cabeza y bueno, está bien, pero como siempre te dan una de cal y otra de arena.
Lo bueno sin duda fue la experiencia en el mercado flotante, la mala que en la ida y en la vuelta, a pesar de la intención didáctica del guía para enseñarnos algunas costumbres, pues te meten de relleno la visita a la tienda de marras. No es que no lo entendamos, es más por la pérdida de tiempo.

En fin, la primera parada fue en unas casas donde los lugareños tratan el coco para crear desde azúcar a la famosa leche de coco tan utilizada en las sopas. El tipo se sentó, raspó un coco, lo exprimió y salió lógicamente el líquido. Imagino que la gente debe de tener un saber estar del que yo carezco, pero la peña soltó un “oohh” que a mí me dejó helado, es decir, por Dios, si el tipo saca oro de ahí yo es que le compro el disco...quiero creer que era un “ooh” irónico.

Después de la magistral clase del uso del coco llegó lo bueno. Cerca del lugar llegamos a un embarcadero y nos llevaron a través de unos canales pasando por casas flotantes de todo tipo, algunas cubiertas de flores, otras con las barcas a medio hacer, pescadores...el sitio fantástico, los canales parecían sacados de Apocalipse Now.
Al cabo de un rato de serpentearlos, llegamos a lo que es el centro del mercado, fantástico, una orgía de canoas y gente vendiendo de todo, desde pescado a postres, carnes, fruta y por supuesto el gato ese que saluda con la mano.
El sitio es un poco hiptnótico, es decir, no es que vendan nada del otro jueves, pero tiene un encanto especial y la postal que forma la escena es digna de ver en movimiento. El momento de crisis vino cuando nos apeamos de las “lanchas” (parecida a la express que pillamos el día anterior) y nuestro guía experto en exprimir cocos dijo que nos íbamos a otra parte del mercado a lo que yo le dije que a la otra parte del mercado se iba Rita la cantaora, antes nos teníamos que subir en una de esas canoas típicas y atravesar esa marabunta de gente.
Al parecer el plan era bordear el mercado, entre tiendas y demás, pero no meternos en las canoas. Al final por 300 bahts tuvimos nuestro paseo atravesando el gentío y en primera persona. La experiencia merece mucho la pena, el sitio es tremendamente dinámico y no te acabas todo lo que ves.

Ya de vuelta al grupito regresamos hacia Bangkok no sin antes parar ootra vez en un sitio donde hacían tallas en la madera. Muy currado, los trabajos realmente eran impresionantes, casi tanto como la tienda que vino a continuación. Yo esperaba que el tipo se pusiera a tallar algo y le saliera una golondrina o algo, pero al parecer el tipo se centra en los cocos.

Una vez vivida la experiencia en grupo, no es que no la recomiende, probablemente mucha gente quedará colmada y es suficiente para ver un poco el mundillo de estos mercados, pero de disponer de tiempo suficiente sin duda lo haría por mi cuenta. Los mercados están en las afueras, a una distancia considerable (1 hora más o menos), pero merece la pena dedicarle una jornada y no es difícil encontrar muchas combinaciones desde la ciudad.

Comimos en un thai una sopa Tom Yang Kun y unos fideos con pato a la miel acompañados de unos rollitos de verduras. Regado todo con birra of course. Fantástico y barato.

Para bajar un poco la comida y ya que estábamos muy cerca, nos pasamos por el parque Lumphini, donde al parecer la peña se queda congelada rollo zombi cada vez que suena el himno nacional. Para nuestra sorpresa, el sitio estaba sitiado por tiendas de campañas en lo que parecía una especie de manifestación pro monarquía. Casi estaba por ofrecerles a los nuestros.

En fin, en cualquier caso nos dejamos caer cerca de la orilla del estanque principal, con unas bonitas vistas y a la sombra de la arboleda. De paso vimos un montón de lagartos enormes que intentaban atacar a las palomas, rollo documental, el bicho sacaba la cabecilla del agua e intentaba sorprender a la paloma. De friki el tema, pero olle, para la hora de la siesta fantástico.

Como ahí no sonaba el himno y había un pavo que comenzó a dar un discurso, dejamos el lugar antes de que se caldeara el asunto y nos fuimos a visitar el Golden Mount, al norte de Chinatown, un complejo budista que al parecer tiene unas vistas cojonudas, y como llegaríamos más o menos al atardecer pintaba bien para las panorámicas.

Pillamos el metro en Silom hasta Hua Lamphong. Como curiosidad, a los thais no les mola este transporte porque va bajo tierra y les da mal rollo, en fin, el caso es que es bastante nuevo, fresco y no hay mucha gente, para nosotros perfecto para los traslados.

En Hua acordamos con un tuk tuk llegar al lugar ya que quedaba bastante apartado según el mapa, así que por 140 bahts nos subimos. Lo vimos algo caro, pero al no tener una referencia clara de las distancias nos pareció justo. Más tarde calculamos que el precio justo quizás hubieran sido 60/80 bahts, pero bueno. El viaje divertido, contaminante y para varias conducen como locos.

Llegamos al complejo y nada más entrar ya vimos que todo estaba lleno de monjes budistas con su característica ropa de seda naranja y flores por todos lados que decoraban la vía principal.
Sacamos los tickets para subir, 20 bahts por cabeza. La subida se hace llevadera, ya que hay cascaditas de agua desde la que unos surtidores lanzan un humillo imagino para darle un toque místico al lugar, con lo que el efecto que consigue es curioso. Además, mientras vas subiendo ya divisas parte de la ciudad.
Una vez en la cima las vistas merecen la pena ya que se contampla todo bangkok desde los 4 puntos cardinales, y en mitad de la azotea, una campana enorme dorada y otras pequeñitas desde donde la gente las hace sonar y reza. Comenzaba a caer la tarde, con lo que la luz era fantástica, una bonita estampa para las fotos y un sitio tranquilo.

Ya de regreso decidimos pasar por la calle mochilera Khao Sang, por aquello de quitarnos el gusanillo y no perdernos uno de los lugares más famosos. Una basura.
Una calle llena de guiris bebiendo a morro litronas, cuatro puestos y mucho restaurante con una pinta horrible. Además el sitio es bastante pequeño, quizás por fortuna. No nos dio buenas vibraciones.

Salimos pitando para visitar el famoso Buda reclinado de Wat Pho, ya que incomprensiblemente el día anterior nos fuimos sin verlo estando el Grand Palace, complejo que está casi al lado.
El caso es que llegamos a las 18:30 y vimos que el cartel ponía que cerraban a esa hora, glups. Pues nada, el tipo de la puerta nos dejó pasar, no nos cobró nada y cuando llegamos a las puertas del Buda, otro hombre estaba cerrando, nos vio cara de penilla y nos dejó pasar.
Impresionante.
Creo que es el segundo Buda más grande que he visto en mi vida, después del de Japón, pero su característica forma estirada, flanqueado por columnas y con ese rum rum de oración lo hacen muy especial. Sin duda merece la pena pasar y echar un vistazo, y más todavía si tenemos en cuenta el complejo arquitectónico que rodea el lugar, parecido al del Grand Palace pero con especial predilección por las pirámides escalonadas, alguna me recordó poderosamente a Kajuraho, India. Encima caía ya bien entrada la tarde con lo que la luz le daba un tono dorado al lugar espectacular, nos encantó.
Ya que parecía que la gente todavía danzaba por el sitio, me pareció escuchar un rum rum en un complejo cercano, me metí y allí estaban los monjes budistas cantando, todos en coro unidos por un fino cordel, mientras al fondo una montaña dorada observaba desde las alturas, con candiles y todas las paredes decoradas. El sitio es digno de ver y el complejo de Wat Pho resulta tremendamente recomendable.

Regresamos en ferry hasta Saphan Taksin, desde donde pillamos el SkyTrain Silom Line para volver a nuestra zona, ya era de noche aunque el reloj marcaba cerca de las 20h.
Aquí sucede como en muchos lugares asiáticos, que a las diez de la noche cierran casi todos los garitos para comer, así que el cuerpo debe acostumbrarse a cenar un poco antes o bien tirar de puesto callejero. Por fortuna vimos un garito chino que tenía buena pinta y acertamos de lleno. El pollo al limón y la tarnera en salsa con cebolla estaban increíbles, acompañamos con unos rollitos rellenos de plátano y salsa de alubias que estaban de vicio. Regamos con birra, of course. 1000 bahts. Bien pagados.

Algo cansados decidimos pasear un poco por el mercado nocturno de la zona y regresamos para descansar unas horas antes de poner rumbo a Camboya.
Mañana nos despedimos de Bangkok, una ciudad que nos ha encantado, llena de posibilidades y con una gente menos agresiva de lo que nos imaginábamos. Merece mucho la pena dedicarle tiempo, quizás nosotros nos hemos quedado cortos ya que seguro que tiene rincones por explorar a montones. Para el viajero que nunca ha pisado ningún país asiático, Bangkok debe resultar algo parecido a lo que nosotros experimentamos en Shanghái, por ese choque de costumbres, culturas, brutalidad urbanística, suciedad, frenetismo...
Para nosotros ha resultado ser una ciudad completa, que ofrece una buena puerta para adaptar el resto de nuestro viaje y de paso conocer esos lugares especiales que quedan grabados en la retina.


Un saludo!

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