5 de agosto de 2011

Exploring Venecia


Quedamos sobre las 9:30 en la puerta del hotel y nos fuimos a almorzar a un bar pasando el puente que teníamos al este de nuestro hotel. Allí tomamos unos cafés mientras observamos el bullicio de un día cualquiera en la vida veneciana.

Barcos cargando frutas, verduras, pescado...puestos en las calles vendiéndolo...la vida en Venecia, turisteo a parte, es frenética y no se detiene. Tal y como nos comentó el caballero del bar el día anterior (bar llamado "sinnombre" por cierto), Venecia lo importa absolutamente todo. No tiene producción propia, con lo que viven exclusivamente del mercadeo.

Primero atravesaríamos Cannaregio, una zona en principio no muy turística. Luego pasaríamos por el famoso Ponte Rialto para pasear por San Polo. Finalmente, tomaríamos Dorsoduro para llegar a la plaza de San Marcos.

Cannaregio nos gustó más de lo que pensábamos. Es un lugar de mercadeo, con mucho bar pequeño, plazoletas y mucha actividad. Es la zona más residencial como quien dice. La pinta y los precios del material por lo que vimos más tarde es de lo más barato y con mejor calidad de lo que se puede encontrar.

Entre calle y calle, atravesamos los típicos puentes sobre los canales, nos encontramos con calles que daban directamente al agua....un laberinto, un precioso laberinto. Una de las cosas que hace que te pares de vez en cuando es la manera en la que inciden los rallos de luz sobre las callejuelas. En ocasiones sólo una parte de luz ilumina una zona del canal, el efecto de la luz sobre edificios erosionados e incluso algo inclinados, sobre las plantas que decoran gran parte de las ventanas y balcones...es de postal, sobrenatural. Con el paso de las horas, la luz cambia con lo que los canales parecen distintos, todo ello hace que se convierta aun más en un laberinto si no memorizas ciertas zonas. Lo único que puede “romper” el encanto es la saturación de turistas en algunos puntos, pero tampoco es difícil encontrar puntos solitarios. Sobre todo de noche.

Llegar de un punto a otro de Venecia es fácil si te orientas con los puntos importantes, pero dar un rodeo por una calle que no tiene salida o moverse de la ruta supone en ocasiones una vuelta enorme para intentar encontrar un puente que te lleve al lugar deseado. Pero esto es parte del encanto de esta ciudad.

Entre gentío, músicos callejeros y esquelas varias (cuelgan las esquelas por los muros de Venecia, con datos del difunto, lugar de entierro, etc.) finalmente llegamos divisamos el ponte Rialto, el corazón de Venecia y lugar donde se agolpan turistas mil, gondoleros cantando a capela...un lugar un poco de locura pero donde se aprecia muy bien la esencia veneciana. El lugar de postal, el puente es más grande de lo que imaginamos y, a pesar de tener los comercios cerrados, el lugar es muy bonito.

Decidimos pillar unos bocatas en un bar cercano al Ponte dell'Academia y nos tiramos en un parquecillo muy cuco en donde más de uno se estaba pegando una siesta considerable. Mientras comíamos, en la iglesia cercana tenían “pinchado” coros y música eclesiástica con lo que el efecto era cojonudo.

Ya comidos y después de alguna que otra charla nos acercamos para que los compis pudieran reservar su billete de ferry para Croacia. Esta vez lo pillaron sin problemas.

Seguimos nuestro camino y pasamos por el Ponte dell'Academia, que ofrece en mi opinión de las mejores vistas de Venecia a nivel del Canal Grande. De fondo se aprecia el Dogana di Mare, algo de la plaza San Marco y el tráfico marítimo es de película.

Avanzamos caminando ya por la zona de San Marco y finalmente irrumpimos en la famosa plaza.

El lugar está masificado, como la mayoría de lugares de este tipo, eso no es sorpresa, el mayor problema que nos encontramos era que gran parte de la misma se encontraba tapada por obras de restauración, con lo que el efecto se redujo un poco. En cualquier caso, la fachada principal de San Marco es acojonante a nivel de detalle, de columnas de colores en sus entradas....hasta vimos una boda, en la que apreciamos que los venecianos no usan arroz, tiran burbujas de jabón, curioso.

El Palacio Ducal está justo al lado, flanqueado por la torre del Campanario (que también estaba en obras, pero que se puede apreciar sin problemas), se trata de un edificio gótico blanco a primera vista pero con toques rosados y bastante grande. La parte superior tanto del Palacio como de San Marco es un laberinto de puntas, cúpulas y estatuas. Merece la pena reparar en ellas así como en los “monigotes” que dan las campanadas en la Torre del Reloj de San Marcos.

El puente de los suspiros (por el que pasaban los que iban a ser ahorcados, de ahí el nombre) queda detrás, pero estaba prácticamente ocultado por las obras de rehabilitación. Una lástima.

Repartidos por la plaza, hay varios cafés en donde una banda de músicos tocan en directo para la clientela. Estar sentado en uno de esos bares, mientras escuchas música y de fondo San Marcos no tiene precio, bueno si, 15 euros un capuccino, pero decidimos que sentados en la Plaza el efecto era parecido.
La plaza da directamente al mar, y se puede apreciar en las columnas como el nivel del mismo a veces inunda el lugar. Por las marcas casi medio metro, esto suele suceder en los meses de febrero. En noviembre (la mejor época para visitarla según nos han contado), una niebla poco a poco va cubriendo las calles y le da un aire de misterio acojonante. Por fotos que hemos visto, de película.

Ya de camino hacia el norte, nos paramos en un bar a tomar algo fresco y vimos que casi todo el mundo en Venecia se toma lo que parece ser un bermout rosado que tiene muy buena pinta, decidimos señalarse a la jefa del bar la copa del cliente y pedirle “lo mismo”. El bicho se llama Spritz y es un combinado de vino blanco, bermout rosado y gas. Es barato, está que te cagas y lo ponen en casi todos los lugares. No son tontos los italianos no.

A partir de entonces el Splitz se convirtió en nuestra bebida oficial en Italia, lo puedes encontrar de distintos precios, pero lo razonable es que te lo sirvan por 1,5e en copa normal o si es 2,5e en un copón. Si no te ponen una enorme oliva y naranja acompañando al brebaje, el sitio es cutre.

El resto de la tarde nos perdimos ya por los canales, paseando por calles estrechísimas, con los últimos rallos de luz acariciando esquinas, canales...como mola Venecia.

La ruta degeneró un poco ya que cada poco paramos a tomar un Splitz, con lo que al final pillamos una medio turca considerable. Por el Ponte Rialto encontramos el sitio definitivo para tomar las copas, el della Alba, un garito en el que sirven el mejor Splitz que hemos probado en Venecia, al mejor precio y además pinchan buena música. Sus paredes están decoradas con inscripciones de la gente, nosotros dejamos la nuestra.

Cenamos en una pizzería no muy lejana a Rialto, callejeamos un poco y dimos con ella Pizza Jazz Club y, como se puede imaginar, el sitio estaba ambientado haciendo honor a su nombre. Incluso teníamos al lado un piano que no pude evitar abrir y alguna nota se escapó, como me gustaría saber tocar piano.

Nuestro hostel cierra a la 1 de la madrugada, y aunque la temperatura por la noche es muy agradable, tampoco era plan de quedarnos tirados por alguna plaza. Así que volvimos hacia el hostel. Mañana salimos en tren hacia Viena a eso de las 21h. Nuestros compis se irán al medio día, pero todavía podremos visitar Burano, una pequeña isla que nos han recomendado. Así que mañana pillaremos el Vaporetto y nos daremos una vuelta por las islas colindantes antes de poner punto y final a nuestra estancia en Venecia.

Un saludo!

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