6 de septiembre de 2013

En Brazos de la Fiebre


Y se acabó.

Después de 15 intensos días, de visitar 3 países, de viajar en avión, moto, coche, lancha, canoa, bici, tuk-tuk, kayak, ferry, bus, metro, tren, junco y en ascensor, acabamos nuestra aventurilla por tierras asiáticas.

Teníamos mono de Asia, bueno, en gran parte lo tenía yo, para qué engañarnos, pero Eli no le hace ascos a eso de perderse por sitios así, o eso me hace creer para que yo vaya más tranquilo. En cualquier caso, para tenerla algo más contenta este año como mínimo no la he tenido durmiendo en sitios precarios y creo que no tiene mucha (qué diablos, no tiene ninguna) queja en ese sentido.

Ha sido un placer volver a sentir esa locura que impregna cada rincón de esta parte del planeta tan distinta a nuestro entorno, tanto en lo culinario como en lo social, pasando por las costumbres, por las maneras de hacer...todo aquí en el sudeste asiático sigue arraigado a su pasado, a pesar de que inevitablemente, por lo menos en Vietnam, todo parece ir en la misma dirección que su gigantesco vecino chino.

Bangkok ya lleva muchos años abierto al turismo, eso se nota. Es una ciudad con muchas posibilidades y, de no haber estado nunca en Asia, resulta un contacto de primera como lo podría ser Shanghái en China, ya que posee cierto caos entre la modernidad y la tradición que la hacen muy atractiva de cara al turismo.
Nuestro contacto con Camboya no puede decirse que sea motivo suficiente para opinar a la ligera de un país, pero sí diré que Siem Reap me pareció en muchas ocasiones que tenía poderosamente un aire a India. Sus calles, su gente y ese entorno hostil, caluroso y rebelde para con el extranjero...y esos templos de Angkor, con aquél amanecer que sencillamente quedó grabado en nuestra memoria como una de las escenas más bonitas que hayamos tenido la suerte de presenciar, sencillamente impagable.


Y finalmente llegamos a Vietnam, lo que en definitiva tenía que ser el grueso de nuestro viaje.

Veo a Vietnam como un espejo de China, incluso estando en Ho Chi Minh, en la Financial Tower, pude comprobar como se había expropiado una inmensidad de terreno para construir la nueva zona financiera, un Pudong 2.0 en toda regla, con rascacielos y pantallas multicolor. Y no es la única zona, se pretenden construir un buen número de distritos nuevos de este tipo.
Pero es que lugares tipo Halong Bay, Ninh Binh o Sapa también van camino de convertirse en las explotadas zonas turísticas, algo inevitable de todas formas viendo las maravillas que ocultan.
Está por ver cómo acabará todo esto, si de alguna forma intentarán mantener parte de su esencia y respetar un entorno privilegiado en muchas regiones, o por contra, no respetarán esos dones que les han sido otorgados para intentar sacar el máximo número de dólares posible a su costa.
Y es que este es uno de los fallos que pueden acusar más los viajeros, el hecho de que absolutamente todo huela a efectivo, a sacar la máxima tajada del asunto a toda costa, aunque no sea nada nuevo, lo único que hay que hacer es mantenerse alerta y tener sentido común.
He visto a más de uno perder los nervios por negociar medio dólar...ellos saben lo que supone para un occidental medio dólar, y a veces esta gente se siente hasta insultada por pretender regatear ese importe en un artilugio que igual le ha llevado horas realizar de forma manual.

Son gente de cierto genio, pero amigables, y ciertamente el perfil que ofrecen es parecido al que nos encontramos en China hace 5 años, con mucha gente saludándote por la calle, bastante cachondos y ofreciéndote de todo...pero en general basta un “no” para que te dejen en paz. No nos hemos encontrado ningún caso de acoso, la verdad.

Y finalmente está el entorno, las calles es un hervidero de situaciones, de frenetismo puro como en Ho Chi Minh, con esos cruces imposibles...pero también es un país de paisajes, donde hemos visto algunos de los más bonitos, como esas montañas de Sapa, Ninh Binh o la bahía de Halong, sencillamente estos tres lugares ya merecen un viaje para ellos, y eso que no hemos pisado el Mekong...en un futuro quién sabe, también llegamos a pensar que no veríamos más aquél paisaje marciano de Yangshuo, y mira..


Ya ha pasado una semana desde que volvimos, a una oficina, a sentarse delante de un ordenador y todavía sentir en tu cabeza la locura que se mueve a 13000 kilómetros de distancia...y personalmente añorar en parte esa extraña sensación, a pesar de que tal y como relaté en el post Hanói, sinceramente el último día caminamos hasta llegar a un punto en el que sentimos colmados nuestra ansia, creo que entramos en perfecta simbiosis con el ambiente, apareció ese taxi y nos subimos en él porque pensamos que el viaje estaba listo, y así era, pero el eco es tan poderoso...ese caos resulta sedante en nuestras entrañas.
Cuando llegas allí en las primeras horas más de uno probablemente se pregunte qué cojones hace allí, sobre todo si se va por libre, claro. Sientes que estás muy lejos de ese entorno "controlado", pero poco a poco te abres paso y te aclimatas a ese nuevo lugar, poco a poco vas viendo detalles, lugares...y cuando te das cuenta la gente pasa a tu lado como una silenciosa serpiente, con cierto orden dentro de la locura, ya no es necesario preocuparse de esquivarlos y te sientes en brazos de la fiebre, pero es una fiebre pasajera y si resistes la embestida finalmente te muestra su increíble naturaleza.


En Brazos de la Fiebre - Héroes del Silencio

1 comentario:

  1. Hay "resacas" de un viaje como el vuestro o el mio que no son pasajeras...

    Hay emociones que para siempre ya viviran con nosotros.

    Iolanda

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