2 de septiembre de 2017

Narcos

Aunque su uso se remonta al Antiguo Egipto, el primer gran conflicto internacional sobre el comercio de sustancias tóxicas arrancó con la Guerra del Opio, en la que Inglaterra se las vio con China por la distribución (y legalización) de la preciada sustancia.
Fue la propia China la que introdujo el opio en México, a partir de entonces, y debido a las bonanzas del clima para cultivar la planta, desencadenó en lo que hoy en día genera miles de millones de dólares por todo el mundo y ha provocado infinidad de muertes.

Narcos retrata este mundo del hampa y se centra en sus dos primeras temporadas en el ascenso al poder de uno de los cabecillas del cartel mexicano más famoso de todos los tiempos, Pablo Emilio Escobar Gaviria, en su Colombia natal allá por los años 80.


Esta suerte de biopic, narrado desde el punto de vista de un miembro de la DEA, arranca ofreciendo una visión desde los dos bandos. Por un lado está la realidad colombiana, en la que estos grupos de maleantes pretenden forrarse amparados por la creencia de sentirse los Robin Hood del pueblo, ofreciéndoles seguridad (o plomo) e incluso llegando a flirtear con la política mediante promesas de mejoras sociales, todo ello construido con dinero manchado de sangre.
En el otro bando tenemos la lucha desde distintos puntos de vista y situaciones que mantienen las fuerzas del orden por, en ocasiones atrapar, y en otras aprovecharse de la situación.

Estas facciones enriquecerán el universo de Narcos para ofrecernos desde intrigas políticas hasta los entresijos internos de estas organizaciones criminales, amparado en el marco histórico, pues la ficción se fusiona con la realidad con las debidas licencias televisivas.

Una vorágine de poder, brutalidad e impunidad en el que el miedo, enmascarado bajo una falsa protección por parte de estos delincuentes, se hace latente desde el Parlamento hasta la calle más sórdida de la Medellín de los 80, en la que la "paz" pende siempre de un hilo y va en concordancia de si se deja "trabajar" a los narcos o no mediante el puro chantaje.

Interesantísimo retrato de una época en la llama muchísimo la atención la serie de argucias utilizadas para saltarse el peso de la ley así como esa inocente y desbordada burocracia que provoca que el criminal vaya siempre un paso por delante, sin olvidar la profundidad a la que somete a sus personajes.

Uno de los biopics más brillantes llevados a la "pequeña" pantalla, con un inconmensurable Wagner Riveiro caracterizando de forma brutal a Escobar, y con una ambientación y factura técnica sobresaliente, aunque como comentaba antes, con ciertas licencias, algunas de ellas fuertemente criticadas por el descendiente del mismo narco, Juan Pablo Escobar, el cual ha desmitificado todo el glamour que Netflix impregna a la vida de Escobar indicando que ni de lejos vivían como cuentan, así como alguna que otra situación excesivamente ficticia.

Narcos cuenta ya con una segunda temporada, de nuevo en Netflix, que retrata la progresiva caída de "Don Pablo" ya envuelto de lleno en el narcoterrorismo y que continua a un altísimo nivel, mejorando incluso en algunos aspectos, sobre todo en cuanto a poderío visual.

Recientemente se ha comunicado que se espera una tercera y cuarta temporada, lo que degenerará ya no sólo en un biopic sobre Escobar, sino en un retrato completo del narcotráfico y sus distintas familias, así como su legado.

Un saludo.

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