8 de enero de 2014

The Blacklist

Sinceramente, lo primero que me llamó la atención de The Blacklist fue que uno de los protagonistas era James Spader, pero un James Spader que tardé un rato en reconocer porque el tipo debe de haber estado de catador de gintonics durante un buen tiempo. A pesar de tener tan sólo 53 tacos, se nos ha dejado un poquito de la mano de Dios el científico de Stargate, aunque está mejor que a los 45.



Pero bueno, dejando a un lado la dieta de James, el caso es que comencé a ojear el piloto de esta serie porque la idea de que un tipo se entrega a los federales con los secretos de muchos malotes desperdigados por el mundo parecía interesante, como en su día interesó la magnífica cinta interpretada por Kevin Spacey, Sospechosos Habituales, y que al parecer es en quien se basa originalmente para presentar el personaje de Spader. Buenos recuerdos de Keyser Söze.
El problema es que da pavor comenzar una serie así a lo loco, porque tal y como está el cotarro montado, es francamente sencillo que la ficción no aguante ni una temporada, con la consiguiente pérdida de tiempo y posible frustración ante un producto que a ti personalmente pueda gustarte.

A pesar de mis temores, algo parecía funcionar en mitad de se pequeño drama, y finalmente consiguió que dejara mi lectura para centrarme en qué iba todo eso.

Raymond Reddington es un maleante al parecer de los más buscados del planeta que posee valiosa información de tipos igual o más peligrosos que él, con lo que pacta su rendición con el FBI  a cambio de una serie de condiciones, como la de gozar de cierta inmunidad y la más enigmática, tratar únicamente con una novata llamada Elizabeth Keen.


Robert Knepper no podía faltar a la cita como malote, desde luego en comedias románticas no tiene su sitio el pobre hombre.

El papel de Spader es el típico en el que un actor se ve a gusto, entre otras cosas porque siempre va por delante de los demás, le otorga libertad absoluta para dar rienda suelta a su capacidad de vividor, la palabra más afilada y ese punto canalla sin reglas que tanto agradece el público. Esto no quita el tipo lo haga bien, Spader cumple y resulta atractivo de cara a la audiencia.
Keen es la Clarice de todo el asunto, su personaje parece en construcción y su trama de momento consigue avanzar, llamando nuestro interés pero sin desvirtuar la esencia del capítulo, que no es otra que la de atrapar al monstruo de turno.
Y digo monstruo porque hasta ahora la verdad es que no es que se conformen con presentar al típico traficante de información de tres al cuarto, no, la elección del enemigo natural de cada episodio se presenta con un perfil muy interesante, con datos curiosos sobre el modus operandi de estos villanos y a todo ello se suma el frenetismo de darle caza en poco más de 40 minutos, con lo que no queda demasiado tiempo para perderse en cosas superfluas.

Es por esto que la serie ha conseguido engancharme, su ritmo, sus interesantes personajes principales en construcción, sus llamativos villanos, su entretenida trama, y su fácil digestión, hacen de The Blacklist una serie a tener en cuenta dentro de su género.
The Blacklist parece que tiene alma propia y de momento parece que la cosa promete, está por ver cómo consiguen mantener el interés y si sobrevive a esos periodos entre temporada y temporada que en ocasiones enfrían demasiado el cuerpo como para retomar según qué ficciones.

De momento tiene asegurada la segunda temporada, para los que se quieran acercar a esta nueva propuesta de NBC, creo que no se sentirán defraudados.

Un saludo.

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