29 de abril de 2013

End of Watch (Sin tregua)

El género policiaco yanki suele provocar estados de alerta a los que más o menos ya hemos visto alguna que otra cinta del género. Cuando merodea Willis o el típico boyscout graciosín la cosa está clara, y lo que en Estados Unidos probablemente sea visto como lo más normal del mundo, desde nuestros televisores europeos se tacha de fantasmada e incluso en ocasiones de insoportable directamente.

La alerta pasa a def con dos cuando la cinta pretende ser seria, cuando viene avalada por cierta crítica positiva o cuando, como en esta ocasión, aparece un actor que de vez en cuando suele ofrecer algún registro interesante, como es el caso de Jake Gillenhaal.


Pues bien, David Ayer presenta una cinta rodada al estilo documental, aunque no al 100%, en el que una pareja de polis de calle de Los Ángeles van abriéndose paso a base de constancia y coraje en un mundo real, peligroso y con unas reglas que no están hechas para héroes, sino para personas normales.

Lo que en un principio parece la típica cinta de chorradas entre colegas, chistes muy americanos y relaciones mundanas, poco a poco va calando en el espectador gracias al buen pulso en el que se mueve la acción y a una factura que está mucho más cuidada de lo que parece, disimulando el cansino formato cámara en mano con algunas tomas muy bien paridas y que recogen de forma muy inteligente el espacio disponible, para ofrecer una visión cojonuda en todo momento, con situaciones asfixiantes, escenas muy brutas y algunas tomas de conducción muy bien rodadas. Mención especial a una banda sonora que suena a las mil maravillas, sin escapar de los rapeos típicos, pero con la contundencia que merece.


Sin duda, todo funciona porque la pareja protagonista consigue la empatía del espectador, pero sus bondades se extienden más allá para profundizar en un perfil de policía que bien podría estar ahora mismo rondando aquellas calles, con su idiosincrasia concreta, alejada o no de los estereotipos, pero punzada por una sociedad de una oscuridad que se escapa a la comprensión racional porque el mundo puede no estar hecho para los que aparentemente quieren o crean obrar bien.

En definitiva, que el estado de alerta en el que estábamos antes de verla, por miedo a encontrarnos algo pretendidamente "serio" y que acabase por ser otra pérdida de tiempo se diluyó a los pocos minutos, enganchados a una historia que avanza a buen ritmo y que deja cierto fondo interesante y una visión concreta de lo que se cuece en esos barrios del sur de Los Ángeles.

Un saludo!


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