23 de mayo de 2011

Porco Rosso

Cuando visité el estudio Ghibli en Mitaka y, a pesar de disfrutar como un enano del lugar y de las reproducciones de las distintas obras de Hayao Miyazaki, había algo que me hacía especial ilusión ver, por encima de Mononokes y Chihiros....no era otra cosa que todo lo relacionado con esta grandísima cinta de animación.

Por fortuna allí se encontraban reproducciones como la del hidroavión de Porco, bocetos de la obra y un sinfín de fricadas que me hizo recordar aquella magnífica cinta que me marcó muchísimo hace ya cerca de 18 años y que todavía hoy recupero de vez en cuando para disfrutar de una aventura para mi, redonda.


Lo primero que tira para atrás a la hora de lanzarse a ver la cinta supongo que será el hecho de que el protagonista es un cerdo. Para todos los que les produzca urticaria la animación japonesa poco hay que hacer, salvo que probablemente esta sea una de las cintas en las que menos pueda aparecer ese "aire" nipón.

Marco sufrió una maldición que le convirtió en cerdo, dejando intacta su mente y sus habilidades como piloto de la Primera Guerra Mundial, época en la que se ambienta la historia...
Ahora vive como un cazarrecompensas al margen de la ley, buscado por los fascistas italianos y huyendo de cualquier tipo de ideología política...resulta curioso que el protagonista, que rechaza totalmente el fascismo acabe convertido en cerdo, pero no es más que una pincelada más de lo fino que estuvo Hayao en esta obra.


Miyazaki dibuja lo que es, en mi opinión, el personaje animado con más personalidad (o uno de ellos) que recuerde en una cinta de este tipo, todo un carácter, con valores, pero sin olvidar que es un "maldito" cerdo, como él mismo recita; "un cerdo que no vuela sólo es un cerdo".

La historia, una simple aventura, con mucho trasfondo social y muy bien integrado en la fantasía que no deja de ser, con personajes muy ricos en matices y conversaciones sin un ápice de pueril como suele suceder en muchas cintas de animación, que, para no caer en la seriedad de la carne y hueso, obvian material histórico o en cuanto a profundidad para no olvidar que el público lo que quiere es entretenerse o llevar a sus hijos para que vean dibujos.
Pero Porco Rosso no se ha de encasillar en esta segunda opción (que es válida en cualquier caso), y una vez vista la fantasía, la realidad y una bella historia, se funden para dejarte una sonrisa por haber asistido a toda una cinta de aventuras, que entretiene y que además no tima en absoluto al espectador. Y muy probablemente, hasta los críos, sin ser conscientes quizás de la obra que acaban de ver, disfruten a lo grande.

Pasajes bellísimos como el viaje a Milán ya me quedaron grabados en la mente hace muchísimos años, con ese vuelo al ocaso y esa música creada por Joe Hisaishi. Revisionándola ahora vuelve a erizárseme el bello de lo bien parida que está.
Por otro lado, no soy un entendido del mundo de la aviación, pero lo trata con mucho mimo, y da la sensación de que sabe perfectamente de lo que se habla...con las licencias propias de una cinta de ficción, claro está, pero ese micro-mundo creado para los pilotos de hidroavión consigue transmitir toda una pasión.

Llegados al punto y final, tiene un cierre soberbio, con esa mezcla de melancolía y ese espíritu que nos acompaña con Porco en sus viajes.

Fantástica, de verdad, no se la pierdan.

Un saludo!


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