4 de mayo de 2015

Daredevil (serie)

El peñazo interpretado por Ben Affleck hace ya unos añitos sobre el temerario héroe ciego de Marvel ciertamente ponía fácil la tarea de mostrar algo mejor en la pequeña pantalla.
Pues bien, Netflix ha conseguido llamarnos la atención con esta oscura, sobria y trepidante aventura en la que se mima desde el thriller más purista hasta flirtear con el género noir, sin temblarle el pulso a la hora de dar hostias, de las buenas por cierto.


La historia presenta a un par de abogados que comienzan su aventura empresarial en uno de los barrios más chungos de Nueva York (por lo menos hace unos años), Hell's Kitchen, donde uno de ellos, además de defender la ley ante los tribunales, aplica otro tipo de sentencias algo menos diplomáticas.

Reconozco que éste es el tipo de historias de la abrumadora cantidad de cintas del universo de super héroes que más me atrae, ese perfil oscuro, ese clasicismo del bien y el mal balanceado peligrosamente sobre la delgada línea que separa la cordura de la locura en un protagonista enfrentado a sus propios miedos, con su némesis interpretado por un villano con presencia que huye del ridículo de los planes de conquista tan manidos y absurdos, para incluso presentar un proyecto de dudosa moralidad pero que plantea cuestiones interesantes sociales como hasta dónde estamos dispuestos a llegar en pos de la paz y el estado de bienestar en nuestras vidas a cambio de arrancarnos nuestra alma por mirar hacia otro lado ante sacrificios inocentes.

Aquí no hay invasiones extraterrestres (de momento), ni malotes embutidos en trajes de acero que lanzan rayos por el trasero. Aquí se presenta una historia oscura, de ambiciones ocultas, de trabajo en la sombra, de corrupción, de manipulación de los medios y de poder, envuelto todo ello entre secuencias a tortazo limpio, con unas coreografías cojonudas y que nos recuerdan que no es necesario atravesar un edificio, patinar sobre cristales y acabar machacando doscientos monigotes para impresionar al espectador, tan solo son necesarios cuatro golpes secos y un crujir de huesos para que nos llegue el escalofrío y el dolor a través de la pantalla.

La profundidad que una serie se puede permitir, con unos personajes interesantes, potentes, que creen en el proyecto, en especial un Vincent d'Onofrio como Kingpin (o Wilson Fisk) que sencillamente se come la pantalla cada vez que aparece, unido a un apartado técnico a la altura que no escatima en recursos a la hora de mostrar músculo, redondea una pequeña joya en forma de 13 episodios que desde ya se sitúa por delante de muuchos productos más ruidosos de Marvel.

Con placer se espera su segunda temporada.

Un saludo.

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