7 de enero de 2013

Killing Them Softly (Mátalos Suavemente)

De vez en cuando surgen algunas películas que parece que conecten épocas. Funcionan como ese eslabón perdido en el que se dio paso de forma crepuscular, como en cintas tipo Sin Perdón, a un cine distinto, nuevo en su concepción o simplemente a modo de tributo, pero un tributo realizado con mimo como es el caso que nos atañe.

Estas cintas suelen resultar frescas, mucho más dinámicas que las obras a las que solemos estar acostumbrados en dicho género, Killing Them Softly podría enclavarse en ese tipo de cintas y, aunque el resultado no sea perfecto (o casi), lo conseguido por Andrew Dominik tras la magnífica El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford merece mucho la pena, resultando una pequeña evolución en sí misma.


La historia es bien simple, tras el robo en una partida de póker, la mafia contratará los servicios de un sicario para que descubra y haga pagar a los culpables de dicho "desorden" en su comunidad.

Tras este suceso, entenderemos cómo funciona esa pequeña comunidad y poco a poco iremos vislumbrando que este universo funciona distinto al de las cintas sobre el género que recordemos haber visto, que las reglas parecen haber sido cambiadas en algún momento de la historia (digo parece) y que los personajes parecen abocados a cierto aburguesamiento, a esa falta de valor tan características que los hacía saltar a la primera de cambio antaño y a no querer mancharse las manos más de lo necesario, fruto quizás de la desidia, de problemas mundanos o de un control mediático taladrante que nos acompaña durante todo el metraje.

Este mensaje quizás sea uno de los puntos no flojos del film, porque no podría considerarse como fallo, pero sí quizás el más inocente en cuanto a ejecución a pesar como digo de sus buenas intenciones. En ocasiones sufrimos una pequeña recaída a modo de "vale vale lo he entendido" por utilizar algunos recursos de forma algo chusquera (hablo de la radio, cojones), pero que en el fondo forma parte de esa sensación de miedo, duda y falta de convicción que parece provocar en los personajes, incluido el que aparentemente más claro lo tiene de toda la peli, Brad Pitt, que vuelve a hacer un gran papel a excepción de lo irritantemente hostiable que resulta en la escena del bar con Tony Soprano.

Los diálogos por cierto, son una parte fundamental de la historia, no llegando a ser tan retorcidos como los de Quentin Tarantino pero resultando de una claridad meridiana, directos y sin la sensación de estar demasiado prefabricados. Todo un punto a su favor que además redondea en un final simplemente magnífico pero que deja con ganas de mucho más.

Por cierto, comentar también las fantásticas escenas puntuales de violencia con mucho estilo y un sonido que hasta llega a doler en ocasiones.

Muy muy recomendable.

Un saludo!


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