30 de agosto de 2013

Hanói


Amaneció soleado, la intención del día anterior era salir muy temprano para ver las actividades matutinas en el lago Hoan Kiem, pero a estas alturas del viaje ya no fue posible y tras meditar si ver a los abueletes hacer tai chi o dormir un poco más...pues como que ya hemos visto hacer tai chi en China, en Japón y hasta en las Ramblas de Barcelona, así que mejor descansar para poder aguantar el resto del día de forma digna.

Tampoco crean que nos levantamos a las 11, a eso de las 8:30 ya habíamos almorzado y estábamos rumbo del Templo de la literatura (Van Mieu), un lugar que quedaba algo apartado del centro y que visitaríamos antes de dirigirnos a la zona del lago para comenzar una ruta que pasaba por el Old Quarter (o barrio antiguo) y que atravesaba distintas zonas, tanto de mercadeo como culturales, aunque la zona es en su mayor medida un gran mercado.

Ya en el templo pudimos dictaminar que el primer taxista que nos pilló nos pegó una buena clavada, teníamos nuestras sospechas, pero se confirmó al pagar más de la mitad por un trayecto similar.
Así que para moverse en taxi por Hanói, y después de haber pillado unos cuántos, es totalmente recomendable pillar los que son blancos y pone taxigroup. Éstos activan el taxímetro y te suelen cobrar por un trayecto de 5km unos 70k dongs. El primer cabrito nos cobró 180k por menos distancia, ahí queda.

La entrada al templo son 20k dongs. El lugar, construido allá por el 1070 en honor a Confucio, es bastante majo, hay cierta armonía que se respira en el ambiente.
La recepción está formada por unos jardines muy agradables que dan paso a una zona donde un estanque cuadrado es flanqueado por una serie de inscripciones en piedra de los más ilustres estudiantes del centro, ya que el lugar fue la primera universidad de Vietnam.
Pasada esta zona llega un generoso patio con una estructura al fondo donde se realizan ceremonias, de hecho tenía lugar una ya que es muy visitado por escuelas. Allí mismo había un buen grupo de mozos, más tarde llegó otro de pequeñajos muy graciosos todos ellos con su uniforme y que se lo pasaban en grande, contagiando de buen rollo a los demás visitantes.
La última zona es un santuario donde se exponen piezas, textos y en la parte alta del edificio se puede ver a gente orando.

Sin duda, la visita a este templo es muy agradable y además el sitio está muy bien conservado y cuidado, creo que es una muy buena manera de empezar un ajetreado día en Hanói, o para acabarlo.

Pillamos otro taxi para dirigirnos a la zona del lago y empezar la rutilla por el barrio antiguo, esta vez nos tocó a un tipo que cantaba como el culo pero muy gracioso, hicimos un dueto como pudimos hasta llegar a destino, frikismo puro.
Ya en el lago seguimos en esencia una ruta que rodea completamente el barrio, comenzando por el templo de Ngoc (sinceramente, no merece la pena, con verlo desde fuera ya luce bien), situado en una pequeña isla al norte del lago y caminando hacia el norte hasta llegar al mercado de Dong Xuan, allí giramos hasta llegar a la zona de los herreros y nos dirigimos hacia el sur para acabar en la catedral de St. Joseph, cerca del lago de nuevo.

Todo este circuito por supuesto serpenteando calles, parándonos en puestos a tomar café, cerveza (probamos la famosa Bia Hoi, cerveza de muy poca graduación con la fama de ser la más barata del mundo y que no lleva aditivo ninguno, con lo que es de consumo “en el día”) o delicias “callejeras”, en una zona en la que básicamente está formada por sectores, hay una parte en la que por ejemplo venden artesanía, otra especializada en sedas, otra en comida, otra en souvenirs, etc.
Aunque souvenirs se pueden encontrar en casi todas.

Para comer nos metimos por algunos de los callejones cercanos al mercado de Dong Xuan y allí nos sentamos en uno de los puestos, donde una mujer que pegaba unas voces considerables, nos sirvió un Bun Cha que estaba de vicio, ya vimos que el garito tenía éxito entre ellos, así que nos decidimos por ese mismo motivo, no son tontos no..

Seguimos correteando la zona, en modo aspirador de humos y es que si te tiras un día por estos sitios lo normal es que llegues al hotel con una serie de olores muy interesantes, entre al ahumado y algo desconocido, básicamente llegas hecho unos zorros.
Atraviesas cortinas de humo de gente cocinando desde mazorcas a pinchos de carne de todo tipo. Patas de gallo, pescado, arroz glutinoso...una maravilla, quedarse mirando una de estas calles puede hacer que la retina se sature y acabes viendo cerdos de color rosa volar sobre tu cabeza, más en una ciudad en la que viven 7 millones de personas, repito, una ciudad.

La verdad es que quizás en Siemp Reap o Ninh Binh es donde más calor hemos pasado, pero tras ver al final del día que en Hanói alcanzamos los 37 grados con un 66 % de humedad...no quiero ni pensar en los sitios en los que hemos estado a cuántos grados hemos llegado. Siem Reap tuvo que ser el infierno en cualquier caso. Ni os cuento el equipo fotográfico cuando sale del hotel con el aire acondicionado y toma contacto con ese ambiente cómo queda, totalmente empañado. No hay dolor x2.

Terminamos la ruta con muy buen sabor de boca, con la sensación de haber atravesado un campo de batalla considerable pero habiendo colmado nuestras expectativas, dejándonos llevar por el ambiente de Hanói y por la locura y frenetismo de sus calles. Probando algunas de sus bondades culinarias (seguro que un 0,2%) y participando en su día a día, viendo cómo se mueve y cómo reacciona ante la mirada de estos extraños extranjeros.

Nos sentamos en los bancos del lago y dejamos pasar un buen rato mientras caía la tarde, hacía calor y el tráfico seguía amartilleando al fondo, pero así funciona este lugar y así se disfruta también.

A pesar de cierto cansancio, decidimos caminar sin rumbo fijo hacia el norte, con la idea de pillar un taxi y volver al hotel para cenar por aquella zona y recogernos pronto, ya que nuestro vuelo salía a las 8 de la mañana el día siguiente con lo que tendríamos que levantarnos sobre las 5 para hacer el checkout y llegar al aeropuerto (unos 40 minutos).

Sin darnos cuenta caminamos y caminamos, de nuevo embobados por el lugar. Es difícil de explicar, es tan distinto a “nuestro mundo”...hay tanto que ver en un metro cuadrado, tanto con lo que alucinar para bien o para mal...negando ofrecimientos de motos, taxis, comida...ahora una moto pasa rozándote, un cruce imposible en el que te lanzas casi sin mirar mientras te esquivan por todos lados, la gente hablando un idioma del que no entiendes ni papa, perros, gatos, gallos, niños corriendo, mujeres cargando género con esas balanzas enormes con el rostro oculto tras el sombrero cónico, tipos sobre las motos fumando pitillos en camisa de tirantes, otros durmiendo sobre cualquier sitio, gente sacando ropa a los balcones, operarios cableando lo que ya es casi imposible de cablear, una sonrisa, un grito dirigido a alguien, un anciano trabajando madera, un grupo de chicos tomando fideos en humeantes cuencos, una mujer soplando brasas en una chimenea improvisada, una fugaz mirada...y llegas a un cruce, miras al fondo y ves un taxi blanco.

Te subes, indicas destino mostrando una tarjeta y todo queda apagado, tras un cristal que te aisla de esa calor, de ese mundo extraño, de esa película.

Llegas a tu hotel, mañana vuelves a casa.


Un saludo.

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