Descansamos todo lo que
se puede descansar en un tren, despertándonos a ratos y con alguna
mirada por la ventanilla para saber dónde estábamos, ni idea,
oscuridad absoluta y lluvia.
A eso de las 7 de la
mañana llegamos a Lao Cai y nada más salir de la estación te
asaltan para llevarte a buses o taxis. Finalmente nos subimos en uno
esta vez estudiando la jugada para ver qué bus tenía ya más gente,
ya que hasta que no lo llenan no se van de la estación.
A pesar de ir de
listillos la jugada no salió bien, el tipo nos cobró 100k dongs por
el trayecto, el precio fue bueno, pero como no llenó el bus, comenzó
a dar vueltas por la zona en busca de unos mochileros que iban
caminando por la calle y a los que intentaban sacar más pasta de lo
normal, uno de ellos se me acercó y me dijo que les pedían 2
millones por llevar a un grupo de 4, de locos.
Al poco rato y con un
cabreo de mil pares (se iba parando en cada esquina para captar a más
pasajeros), se paró antes de tomar la carretera que va a Sapa para
pedir el dinero al resto (nosotros habíamos pagado al subir, error,
pagad al final!) y al parecer a un grupo de viajeros les habían
engañado pues ellos tenían incluido el transporte hasta su hotel,
les comentaron que no tenían que pagar y ahora les pedían una buena
cantidad. Increíble.
Total que tras varias
amenazas con avisar a la policía decidieron llevarlos de nuevo a la
estación y que ahí se buscaran la vida.
Habíamos leído que el
decir “call the police” normalmente tenía un efecto disuasorio,
pero o bien han aprendido muy rápido o aquí en Vietnam les da
absolutamente igual que se llame a la policía. Por otro lado, ya
sabíamos que la poli aquí es más corrupta que incluso el del bus.
Tras bajarse el grupo,
nos quedamos dos parejas y el tipo con todo su morro volvió a dar
vueltas por el sitio. Un poco asqueados con la situación y con muy
pocas ganas de que al tipo le diera por hacer alguna gilipollez una
vez en ruta, decidimos bajarnos y buscar otro transporte, aun
perdiendo los 100k dongs, ya que evidentemente al pedírselos algunos
es como si volvieran a la época de las cavernas, parece que se les
olvida hasta el respirar.
Finalmente sacamos otro
transporte por 85000 y éste además nos llevaba hasta nuestro hotel
ya que le explicamos lo sucedido y parecieron comprender el tema.
Pagamos al final y sin ningún problema, cosas que pasan, paciencia.
Ya en el hotel
(Paradise View Hotel) hicimos el checking y el encargado, un tal Mr
David (para los amigos supongo, porque el tipo tenía de David lo que
yo de Luke Skywalker) nos explicó un poco las actividades y las
rutas que se suelen hacer por la zona.
Teníamos pensado
realizar un trekking “largo” hasta Giang Ta Chai, un poblado de
la etnia Dzao pasando Ta Van y Lao Chai, de étnias Hmong y Dzay
respectivamente.
Pero en lugar de hacer
noche en una de las aldeas, queríamos volver a última hora en coche
y dio la casualidad que precisamente ese fue el planning que nos
ofreció, por 30 dólares cada uno con un guía que nos llevaría por
la zona, en un grupo en principio de máximo 4 personas y sin prisas
a la hora de parar, muy importante esto para mi porque yo igual me
pongo a hacerle una foto a una piedra y me tiro 10 minutos, o me
quedo embobado mirando al infinito y como me metan prisas al igual
muerdo. Tenía buena pinta, así que aceptamos el trato.
Ya en las calles de
Sapa nos dimos un paseo por el mercado y allí vimos lo variopinto de
condimentos que utilizan por aquí sus gentes. Nos recordó a otros
parecidos como el de Lijiang en China, con su “limpieza” y
características zonas con carne desperdigada por las mesas, pescado
en barreños oxigenados con mangueras, sacos de especias, verduras,
frutas y por supuesto gusanos y demás delicatessen que gastan aquí
los amigos. Proteína pura. Por supuesto todo en unas condiciones
limpísimas.
Paseando por la zona
vimos que en casi todos los sitios alquilaban motos por un par de
dólares el día, así que recordando mis tiempos moteros nos hicimos
con una y tras llenarle el deṕosito y nos perdimos por las
carreteras que rodean Sapa.
Comentar que las
“gasolineras” aquí son puestos callejeros donde un tipo o tipa
le enchufan gasoil a una jeringa gigante que marca los litros y a su
vez la manguerita (manguera pelá y mondá) que sale del “horror
tecnológico” va al depósito. Parece una máquina de Tim Burton.
Ah, si no se va a hacer
una ruta larga, mejor llenar medio depósito ya que tal y como la
entregues así se queda, sin reembolso alguno por el exceso de
combustible. El litro estaba sobre los 30k dongs, aunque varía el
precio en función del puesto.
Atravesamos pequeños
pueblos, con unas vistas impresionante en mitad de bancales de arroz,
agricultores, críos jugando entre plantaciones...pasamos un rato
cojonudo, sinceramente, si esto ya era así, caminar entre senderos,
con riachuelos y demás debe de ser increíble, ganazas de hacer el
trekking al día siguiente.
Comimos en un garito de
la calle Cau May, una de las arterias de la ciudad cercana a la
iglesia que domina el centro del pueblo y unas señoras de la etnia
Hmong se nos acercaron para vendernos artesanía que realizan ellas.
El tema desvarió de
tal manera que al final acabamos hasta haciéndonos fotos y la señora
comentando que la podía llamar “mi mamá de Sapa”...la madre que
la trajo.
Debo reconocer que a
pesar de que ellas pues lo que quieren es vender, pasamos un rato muy
divertido e incluso nos explicaron cómo se las gasta la policía con
los que no pagan los “tributos” por tener un puesto fijo en la
calle...lo dicho, más corruptos que el del bus. Las señoras Hmong
para nosotros, entrañables.
Les pillamos una
pulsera de artesanía porque sinceramente se lo curraron mucho.
Eran sobre las 16:30 y
teníamos que devolver la moto a eso de las 18h, así que decidimos
utilizarla para acercarnos a la aldea de Cat Cat, a unos 3 kilómetros
de Sapa.
Se ha de pagar un
ticket para acceder de 40k dongs y la moto has de dejarla en un
parking en el que te cobran 5000, por supuesto no nos avisaron de
esto y mira que preguntamos para dejarla donde los tickets, que había
sitio y era gratuito, en fin, para esto sirve también este diario,
para prevenir a futuros viajeros, aunque sea a nuestra costa
bribones.
Primero atravesamos
unas cuántas casas típicas, algunas de ellas tiendas de souvenirs,
con críos bañándose en barreños, gallinas, cerdos...todo eso que
a los de ciudad nos quedamos así un poco como parados mirando.
Descendimos por unas
laderas mientras el sol iba cayendo y teñía los bancales de arroz
de un color semi dorado, sobre todo algunas partes que tal y como nos
comentarían al día siguiente, eran las partes que estaban a punto
para recogerse, y que en lugar de ese tono verde tan intenso
adquieren una tonalidad más amarillenta.
Qué decir, el sitio es
de postal.
Un poco más hacia
delante, y bajando por unas empinadas escaleras de piedra llegamos a
la zona de la cascada, tras atravesar un puente colgante.
El sitio queda oculto
entre la maleza, con un pequeño mirador frente al torrente de agua
desde donde se puede uno sentar y contemplar el espectáculo natural
a pocos metros, madre de Dios qué sitio más bonito.
El resto del camino de
vuelta no tiene mucho misterio, a pesar de alguna vista, está más
pensado para que el visitante contrate alguno de los motoristas de
alquiler para que los devuelva a la entrada, como teníamos tiempo lo
hicimos a pie, pero vaya, que si se vuelve hacia atrás una vez
llegado a la cascada puede no ser mala opción.
Ya motorizados
devolvimos la máquina y callejeamos un rato por la ciudad, viendo el
lago central, la pequeña iglesia...el sitio no es excesivamente
grande, aunque al ser tan turístico hay una grandísima variedad de
tiendas, sobretodo de trekking y similares, así que se ve en pocas
horas.
Probamos a cenar en un
sitio que nos había recomendado una pareja amiga de Eli, que habían
estado aquí hace unos cuántos años, Tere y David. El sitio se
llamaba Little Sapa pero al llegar el jefe estaba cerrando el sitio,
con lo que intentaríamos ir al día siguiente ya que el menú además
nos pareció muy variado y los precios estaban muy bien.
Era un poco tarde y la
mayoría de sitios que quedaban abiertos ya eran un poco rollo guiri
cervecero con karaoke incluido, no apetecía cenar con berridos de
fondo, así que finalmente nos decidimos a probar el restaurante de
nuestro hotel.
Al llegar, el dueño
estaba sentado con unos amiguetes y nos invitaron a acompañarles un
rato antes de irnos a nuestra mesa. Nos invitaron a unos tragos a
base de vino de arroz (fuerte que te cagas) y probamos salmón que
cocinaban en una olla allí mismo. Muy majetes, conversamos un
ratillo y luego nosotros nos fuimos a nuestra mesa para cenar cerdo a
la miel y ternera especiada con setas y verduritas a la brasa. Pa
cagalse.
Café vietnamita y
capuccino, como no podía ser de otra manera para la amiga y a
dormir, que mañana espera un trekking larguillo.
Un saludo!
Los Hmong no son los de gran Torino?
ResponderEliminarNo visteis por allí a Clint Eastwood??
Pues sí, aunque diría que los de la peli eran de China, es que están esparcidos por varios sitios.
ResponderEliminarEeeh no, no lo he visto. Si le veo te aviso.