Maldito Martini seco.
Eran las 3:45 cuando sonó el despertador, más le valía al amanecer
de Angkor ser algo que nos hiciera llorar durante tres días.
Mr. Lo nos esperaba en
la puerta del hotel. Teníamos la posibilidad de que el conductor nos
llevara de templo en templo pero ya desde hacía tiempo estábamos
empecinados en hacerlo por libre pillando unas bicis, por aquello de
parar cuando quieras y porque nos resultaba más divertido, a pesar
de que cabía la posibilidad de ver menos cosas.
El caso es que para
ganar tiempo, Bruce nos acercó al complejo y así pudimos pillar
buen sitio ante la enorme cantidad de gente que se agolpa frente al
templo para ver el amanecer. Para que se hagan una idea, al principio
yo creo que éramos unos 10 como mucho, en total oscuridad, pero al
cabo de media hora allí habían cientos de personas.
Por cierto, muy
recomendable llevar linterna o en su defecto la aplicación que la
suple en smartphones, porque hay que caminar la pasarela de piedra
antes de llegar al estanque donde se refleja Angkor y no se ve un
pijo.
Una vez posicionados,
con el 10-22 preparado para echar humo y un café por 1 dólar que me
trajo un tipo que nos ofreció bebidas allí mismo (yo creo que le
pido un martini y me lo trae), empezó el espectáculo.
No sé qué decir, es
equiparable a lugares indescriptibles como el Taj Mahal o Miyajima.
Son sitios pensados para la grandeza, para que el ser humano se
sienta tremendamente pequeño ante esa belleza pero a la vez
tremendamente orgulloso de haber construido algo así.
Las estrellas todavía
en el cielo, las nubes diseminadas con tonalidades rojizas y una
creciente luz que quedaba justo detrás del complejo jemer,
oscureciéndolo para que quede en las sombras mientras los colores
posteriores toman todo el protagonismo, para llorar, una escena que
jamás se puede olvidar y probablemente la justificación que por sí
sóla hace que merezca la pena viajar tan lejos.
Tras...muchas, pero
muchas fotos, decidimos regresar para pillar las bicis y comenzar la
rutilla para visitar al menos 3 de los principales templos, Angkor,
que prácticamente lo vimos el día anterior, Bayon y Ta Prohm.
El alquiler de bicis
suele ir entre el dólar y los 5 dólares, en función del tipo que
escojas.
Sobre el tema de las
bicis. La experiencia es cojonuda, ya que te da absoluta libertad
para meterte campo a través y llegar a algunas estructuras que en
tuk-tuk pues tienes que aparcar, caminar, volver, etc. Con la bici
puedes ir tranquilamente atravesando carreteras secundarias, ver el
lugar y regresar libremente además de ser una actividad divertida y
barata de no querer contratar un conductor privado.
Pero también tiene sus
inconvenientes, y es que Camboya, bajo mi punto de vista, es un lugar
hostil para con el ser humano en cuanto a que no hay que olvidar que
nos encontramos en la puta selva, y en la selva hay infinidad de
alimañas desde arañas como puños, pasando por serpientes, hormigas
de las que pican seriamente...es decir, parece muy idílico ir con la
bici y pensar que puedes dejarla tirada en cualquier sitio y sentarte
a comerte un sandwich. Puedes hacerlo, pero es posible que tengas que
inspeccionar el terreno, y aunque lo hagas, es más que probable que
luego viajes con amigos.
No es que sea algo
excesivamente grave, nosotros lo hicimos y aquí estamos, pero no
vimos a nadie que iba en bici descansando a la sombra de un árbol ni
nada parecido, y una vez comprobado el lugar, no nos extraña
demasiado.
En cualquier caso, las
carreteras están muy bien, vas encontrando estructuras en mitad de
la nada en las que puedes pararte, inspeccionar, tomar alguna bebida
fresca...eso sí, la humedad y el calor se hacen notar bastante,
importante llevar gorra, ropa ligera y no dejar de hidratarse.
Dejando a un lado el
transporte, seguimos hacia el templo de Bayon, famoso por contener
216 caras talladas en su estructura.
Como Angkor Wat, el
lugar dispone de un pequeño estanque antes de entrar,
fotográficamente hablando ese “extra” resulta fantástico, ya
que el efecto de ver reflejado en el agua el templo es cojonudo.
El lugar es más
pequeño de lo que imaginaba, lo que sumado al gentío que se agolpa
para visitarlo resulta un poco “circo”, de todas formas, como la
mayoría de lugares por aquí, posee varias capas desde su parte
central hacia el exterior, con lo que normalmente en su capa externa
se puede visualizar todo con cierta calma y soledad.
Seguimos de ruta por
las carreteras, parando en algunas estructuras desperdigadas por la
selva, atravesando praderas de arroz, algún que otro lago...el lugar
ciertamente es para perderse.
Finalmente llegamos al
templo de Ta Prohn, famoso porque su estructura es atravesada por
enormes raíces. Personalmente, después del exterior de Angkor Wat,
Prohn es el lugar que más me gustó de los visitados.
Recuerdo que leí algo
que me gustó mucho sobre el tema, indicaba que este templo es el
resultado de una lucha encarnizada entre la naturaleza y el ser
humano, y no puedo estar más de acuerdo, ya que primero estaba la
selva, luego se construyó sobre ella para terminar enzarzados en una
lucha eterna. Creo que resulta poético y bello a la vez y el lugar,
a pesar del maldito gentío, consigue que tengamos esa sensación.
Las raíces son de un
tamaño descomunal y de cerca incluso parece hueso, atravesando las
estructuras e incluso deborando algunas. Fantástico el sitio.
Con el circuito básico
completado, “carreteamos” por la zona entrando
en algunos sitios que se salían de las rutas principales, con
algunos templos sobre pequeñas colinas, estructuras medio derruidas
u ocultas tras una arboleda...y finalmente sobre las 15 horas y un
“poco” agotados decidimos volver a Siem Reap y dejar las
bicicletas para relajarnos en el hotel lo que quedaba del día.
Barajamos la posibilidad de volver a ver el atardecer, pero todavía
quedaban sus buenas 3 horas para ese momento y al haber estado ya el
día anterior, pensamos que sería mejor descansar después
de pasear un poco por la zona.
En Siem
hay bastante oferta de restaurantes, se puede comer por 1 o 2 dólares
en muchos puestos o te puedes meter en algún lugar en el que por
poco más de 15 o 20 dólares salgas bastante redondo. Lo podemos
confirmar ya que nos metimos en un sitio que tenía estos precios y
como te flipes no te lo acabas. Claro que con el hambre después de
estar desde el amanecer hasta el medio día dándole a la bici dimos
buena cuenta del banquete.
Ya en el
hotel descansamos, piscina y por la noche copa y cielo estrellado. Al
día siguiente entraríamos finalmente en Vietnam, tres días, tres
países, no está mal.
Un saludo!
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