Nuestro último día en
Sapa amaneció lluvioso, después de una noche de tormentas, así que
se fue al traste nuestro plan de pillar una moto y volver a perdernos
por ahí.
Así que no nos quedó
otra que comentar con el hotel si podíamos alargar nuestra estancia
hasta las 6 de la tarde, que es cuando debíamos partir hacia Lao Cai
para pillar el tren de las 9 hacia Hanói.
Pensamos en dar una
vuelta por el pueblo pero la lluvia caía con bastante fuerza, así
que finalmente desistimos de cualquier plan y nos quedamos
organizando un poco los siguientes días.
Sobre las 17h el bueno
del gerente del hotel, Mr David, nos vino para avisarnos que había
preparado un bus para los clientes del hotel ya que debido a las
fuertes lluvias es posible que más tarde ningún vehículo pudiera
viajar por las carreteras hacia Lao Cai.
Evidentemente no nos
quisimos arriesgar por una hora de espera, así que aceptamos el bus
y además el buen hombre nos preparó un par de bocadillos y fruta
para el viaje, sencillamente lo de este hotel no tiene nombre. La
verdad es que el trato ha sido fantástico, casi familiar y han
tenido unos detalles muy buenos, como traerte una merienda a base de
zumos y pastelitos cada tarde cuando llegas a última hora,
recomendable al 100%, Paradise View Hotel, apunten leche, que me ha
caído bien el tipo.
Después de despedirnos
uno a uno, nos metimos en el mini bus y tras una hora y pico de
curvas, zonas de visibilidad nula y mucha lluvia, llegamos a la
estación de Lao Cai. Allí cambiamos el “vale” que nos dio el
contacto de Hanói y poco después nos metimos en el tren rumbo a
Hanói para visitar la tan famosa Bahía de Halong.
Tras bajarnos del tren,
una personita estaba esperándonos en la misma puerta del vagón con
un letrero que indicaba mi nombre. Con los tipos que contraté el
crucero por la bahía, acordamos que nos hospedarían en un hotel
hasta las 8 de la mañana, así podríamos ducharnos y descansar unas
horas más antes de partir.
Llovía a mares
también en Hanói, pero por fortuna todavía aguantaban los
chubasqueros que habíamos comprado unos días antes, así que una
vez con pinta de El protegido caminamos unos metros hasta el hotel
Victory.
A pesar de que eran
poco más de las 5 de la mañana, la actividad en las calles era
frenética. Definitivamente estas ciudades no duermen, con un montón
de gente agolpándose en la entrada de la estación, algunos
vendiendo fruta, otros fumando y hablando, otros cruzando la calle
con bolsitas en las que cargan desde desayunos a vete tú a saber
qué...
Por un momento me
recordó a las escenas de Blade Runner, cuando el bueno de Ford pasea
por esas calles de mercados asiáticos, pequeñas chimeneas
humeantes, tráfico y carteles de neón con letras oscurecidas. La
lluvia y toda esa gente hablando un idioma extraño...estas son
algunas de las sensaciones que buscamos al viajar.
Tras descansar y
asearnos en el hotel, previo amago del dueño de meternos en otro que
había justo en frente (hay que ponerse firme y dejar bien claro que
se va al hotel acordado, sino pueden llevarte al que les rote), llegó
el conductor y nos pusimos en camino hacia la bahía.
Unas tres horas más
tarde por fin pudimos ver de nuevo aquél paisaje kárstico que nos
maravilló ahora hacía 5 años, una postal que jamás se olvida pero
que impacta como la primera vez. No hay escapatoria, todos los
cuellos se giran a la vez para ver ese paisaje irreal, formado por
infinidad de montañas con forma ahuevada, con colores grises y
cubiertas de un verde penetrante, moteadas algunas con vetas de un
color crema más claro y erosionadas de las formas más curiosas que
uno pueda imaginar.
Pero lo que en Yangshuo
vimos en tierra, aquí poco a poco dio paso a un enorme mar que
engullía las formaciones, y nosotros íbamos a navegar por entre
esas moles.
Llegamos a las oficinas
centrales de Indochina Junks, la empresa con la que había contratado
por internet el barco y nos condujeron a una sala independiente para
los cruceros privados, ya que hace tiempo pensamos en darnos el
lujillo de contratar un barco para nosotros dos solos, lo dicho,
menudo viaje mochilero...
En la sala conocimos a
una pareja de barceloneses que viajaban con un guía vietnamita que
hablaba castellano, el tipo resultó ser de lo más salao y todo un
personaje. La verdad es que no somos muy amigos de viajar con guía,
personalmente me pone de los nervios tener una wikipedia andante
pegado todo el rato, preferimos informarnos de lo que queremos ver y
aunque no dominemos absolutamente todos los registros de la historia
del sitio que visitamos, más tarde nada te impide realizar consultas
y complementar lo vivido. Sabemos que en ocasiones puedes pasar por
alto detalles, pero preferimos descubrirlos por nuestra cuenta que
tener un tipo hablando sin parar al que por cortesía tampoco puedes
ignorar.
A pesar de todo, debo
reconocer que el guía era la leche, le pregunté entre otras cosas
sobre el motivo del por qué los barcos en la bahía ya no tenían el
color característico de los juncos clásicos vietnamitas (ahora
todos son blancos) y nos comentó que era posible que algún
empresario hubiera conseguido algún tipo de contrato con el gobierno
para dictaminar la ley que obligaba a que fueran de ese color, ya que
una empresa se encargaba de pintar las embarcaciones cada X tiempo.
Todas las tripulaciones
estaban descontentas con esta ley, ya que el blanco es muy poco
sufrido, con lo que gastan muchísimo en mantenimiento.
Desconozco si esto es
verdad o no, pero no parecía tener reparos en criticar abiertamente
el granujeo que existe en su patria. Granujeo que personalmente
compartía en cuanto a opinión.
Poco después se nos
presentó un tal Mr One, así, como suena, qué será lo próximo, el
Sr. Rosa? Esto es un cachondeo de nombres, al próximo que me
pregunte le digo que me llamo Obi Wan Kenobi.
Nos explicó el
planning, que sería el que nos informara de las actividades a bordo
y nos preguntó si teníamos intolerancia a una lista de alimentos.
Finalmente nos subimos
en un pequeño bote que nos llevó a nuestra embarcación donde
esperaba la tripulación; un cocinero que parecía sacado del
videojuego Day of the tentacle, un mecánico con pinta de Benito y
compañía, un jovencito y risueño camarero/grumete, el Sr. One y el
capi, que es un clon de los demás capis vistos en las oficinas,
rechoncho, con pinta de darle al sake y que no hablaba ni una palabra
de inglés. Como tiene que ser, un capitán vietnamita de los de
antes.
Tuvieron un detalle con
Eli regalándole una cajita con forma de corazón donde venía una
caracola, nos dijeron unas palabras en perfecto vietnamita, nos
aplaudieron y nos pusimos en marcha.
La verdad es que nos
quedamos a cuadros, por supuesto que no estamos acostumbrados a este
tipo de trato, con lo que la escena era un poco para verla, Eli y yo
ahí plantados mientras el capi recitaba vete tú a saber qué en
vietnamita, aquí el amigo con la camiseta de Superman y Eli con los
ojos como platos mirando a todos lados todavía sin creerse que el
maldito barco fuera para nosotros solos.
Por fortuna tienen muy
medido este tipo de cruceros, así que nos dejaron nuestro rato para
asimilar el lugar, nos trajeron unas bebidas y poco después
estábamos ya relajaditos sobre unas tumbonas y admirando el paisaje.
Sin darnos cuenta ya
estábamos atravesando las formaciones montañosas, en mitad de aguas
color turquesa y dejando atrás otras embarcaciones, poco después
nos encontrábamos solos navegando en mitad de un paisaje increíble.
Nos ofrecieron una
serie de platos de marisco fresco y más tarde llegamos a una zona en
la que comenzaban las actividades. Primero visitamos unas cuevas
dentro de una de las formaciones, en las que había incluso vivido
gente, desde la cima pudimos admirar la zona, donde algunos barcos
habían varado. Las nubes de fondo, las montañas, una playa justo
debajo....por Dios por Dios.
Tras salir de la cueva
aparecimos en una playa donde habían preparado unos kayaks, nos
subimos en uno y paseamos por la bahía, llegando a zonas de absoluta
soledad, rodeados por esas enormes montañas, con el único sonido de
nuestros remos y los animales salvajes que vivían en la zona,
indescriptible, sencillamente, una de esas experiencias únicas.
Tras darle al remo una
horilla más o menos llegamos de nuevo a la playa y nos pegamos unos
chapuzones mientras el sol caía y el mar y las montañas se teñían
de un color dorado que te dejaba embobado mirando para todos lados.
Huelga decir que en todo este proceso a la cámara de fotos le iba a
dar algo de tanto usarla.
Regresamos a la
embarcación y nos alejamos todavía más en dirección a la bahía
de Bai Tu Long, subidos en la parte alta, con unas bebidas y
disfrutando de la puesta de sol. Los colores y la escena eran de otro
mundo, pocas cosas son comparables en cuanto a belleza de lo que
hemos visto, muy pocas.
Cenamos, nos bebimos un
vinito australiano y ya anclados en una silenciosa bahía, nos
quedamos tumbados viendo las estrellas, sobra decir cómo se ven en
un lugar así, aunque debido a las nubes que suelen tapar algunas
partes del firmamento, no llega al nivel de, por ejemplo, lo que
vimos en el desierto del Thar, India, el cielo más impresionante que
jamás hemos visto.
Al día siguiente
visitaríamos una villa de pescadores que viven por la zona,
navegaríamos de nuevo entre los islotes y pondríamos punto y final
a una experiencia sencillamente única, para poner rumbo a Ninh Binh,
la versión vietnamita de Yangshuo.
Un saludo!
Mas te vale que las fotos sean buenas... Por cierto ya miraras mi galería en otro momento ahora disfrutad!!
ResponderEliminarPues acabo de ver la del dominó tuya y me ha encantado, ya era hora que empezaras a tirar buenas fotos XD
ResponderEliminarAmigo, mis fotos no van a concurso, lo tengo asumido..
Desde luego quien os ha visto y quien os ve ... vacaciones en el mar??? jejeje
ResponderEliminarPero muy xula la foto ;-)