Amaneció soleado, la intención del
día anterior era salir muy temprano para ver las
actividades matutinas en el lago Hoan Kiem, pero a estas alturas del viaje ya no
fue posible y tras meditar si ver a los abueletes hacer tai chi o
dormir un poco más...pues como que ya hemos visto hacer tai chi en
China, en Japón y hasta en las Ramblas de Barcelona, así que mejor
descansar para poder aguantar el resto del día de forma digna.
Tampoco crean que nos levantamos a las
11, a eso de las 8:30 ya habíamos almorzado y estábamos rumbo del
Templo de la literatura (Van Mieu), un lugar que quedaba algo
apartado del centro y que visitaríamos antes de dirigirnos a la zona
del lago para comenzar una ruta que pasaba por el Old Quarter (o
barrio antiguo) y que atravesaba distintas zonas, tanto de mercadeo
como culturales, aunque la zona es en su mayor medida un gran
mercado.
Ya en el templo pudimos dictaminar que
el primer taxista que nos pilló nos pegó una buena clavada,
teníamos nuestras sospechas, pero se confirmó al pagar más de la
mitad por un trayecto similar.
Así que para moverse en taxi por
Hanói, y después de haber pillado unos cuántos, es totalmente
recomendable pillar los que son blancos y pone taxigroup. Éstos
activan el taxímetro y te suelen cobrar por un trayecto de 5km unos
70k dongs. El primer cabrito nos cobró 180k por menos distancia, ahí
queda.
La entrada al templo son 20k dongs. El
lugar, construido allá por el 1070 en honor a Confucio, es bastante
majo, hay cierta armonía que se respira en el ambiente.
La recepción está formada por unos
jardines muy agradables que dan paso a una zona donde un estanque
cuadrado es flanqueado por una serie de inscripciones en piedra de
los más ilustres estudiantes del centro, ya que el lugar fue la
primera universidad de Vietnam.
Pasada esta zona llega un generoso
patio con una estructura al fondo donde se realizan ceremonias, de
hecho tenía lugar una ya que es muy visitado por escuelas. Allí
mismo había un buen grupo de mozos, más tarde llegó otro de
pequeñajos muy graciosos todos ellos con su uniforme y que se lo
pasaban en grande, contagiando de buen rollo a los demás visitantes.
La última zona es un santuario donde
se exponen piezas, textos y en la parte alta del edificio se puede
ver a gente orando.
Sin duda, la visita a este templo es
muy agradable y además el sitio está muy bien conservado y cuidado,
creo que es una muy buena manera de empezar un ajetreado día en
Hanói, o para acabarlo.
Pillamos otro taxi para dirigirnos a la
zona del lago y empezar la rutilla por el barrio antiguo, esta vez
nos tocó a un tipo que cantaba como el culo pero muy gracioso,
hicimos un dueto como pudimos hasta llegar a destino, frikismo puro.
Ya en el lago seguimos en esencia una
ruta que rodea completamente el barrio, comenzando por el templo de
Ngoc (sinceramente, no merece la pena, con verlo desde fuera ya luce
bien), situado en una pequeña isla al norte del lago y caminando
hacia el norte hasta llegar al mercado de Dong Xuan, allí giramos
hasta llegar a la zona de los herreros y nos dirigimos hacia el sur
para acabar en la catedral de St. Joseph, cerca del lago de nuevo.
Todo este circuito por supuesto
serpenteando calles, parándonos en puestos a tomar café, cerveza
(probamos la famosa Bia Hoi, cerveza de muy poca graduación con la
fama de ser la más barata del mundo y que no lleva aditivo ninguno,
con lo que es de consumo “en el día”) o delicias “callejeras”,
en una zona en la que básicamente está formada por sectores, hay
una parte en la que por ejemplo venden artesanía, otra especializada
en sedas, otra en comida, otra en souvenirs, etc.
Aunque souvenirs se pueden encontrar en
casi todas.
Para comer nos metimos por algunos de
los callejones cercanos al mercado de Dong Xuan y allí nos sentamos
en uno de los puestos, donde una mujer que pegaba unas voces
considerables, nos sirvió un Bun Cha que estaba de vicio, ya vimos
que el garito tenía éxito entre ellos, así que nos decidimos por
ese mismo motivo, no son tontos no..
Seguimos correteando la zona, en modo
aspirador de humos y es que si te tiras un día por estos sitios lo
normal es que llegues al hotel con una serie de olores muy
interesantes, entre al ahumado y algo desconocido, básicamente
llegas hecho unos zorros.
Atraviesas cortinas de humo de gente
cocinando desde mazorcas a pinchos de carne de todo tipo. Patas de
gallo, pescado, arroz glutinoso...una maravilla, quedarse mirando una
de estas calles puede hacer que la retina se sature y acabes viendo
cerdos de color rosa volar sobre tu cabeza, más en una ciudad en la
que viven 7 millones de personas, repito, una ciudad.
La verdad es que quizás en Siemp Reap
o Ninh Binh es donde más calor hemos pasado, pero tras ver al final
del día que en Hanói alcanzamos los 37 grados con un 66 % de
humedad...no quiero ni pensar en los sitios en los que hemos estado a
cuántos grados hemos llegado. Siem Reap tuvo que ser el infierno en
cualquier caso. Ni os cuento el equipo fotográfico cuando sale del
hotel con el aire acondicionado y toma contacto con ese ambiente cómo
queda, totalmente empañado. No hay dolor x2.
Terminamos la ruta con muy buen sabor
de boca, con la sensación de haber atravesado un campo de batalla
considerable pero habiendo colmado nuestras expectativas, dejándonos
llevar por el ambiente de Hanói y por la locura y frenetismo de sus
calles. Probando algunas de sus bondades culinarias (seguro que un
0,2%) y participando en su día a día, viendo cómo se mueve y cómo
reacciona ante la mirada de estos extraños extranjeros.
Nos sentamos en los bancos del lago y
dejamos pasar un buen rato mientras caía la tarde, hacía calor y el
tráfico seguía amartilleando al fondo, pero así funciona este
lugar y así se disfruta también.
A pesar de cierto cansancio, decidimos
caminar sin rumbo fijo hacia el norte, con la idea de pillar un taxi
y volver al hotel para cenar por aquella zona y recogernos pronto, ya
que nuestro vuelo salía a las 8 de la mañana el día siguiente con
lo que tendríamos que levantarnos sobre las 5 para hacer el checkout
y llegar al aeropuerto (unos 40 minutos).
Sin darnos cuenta caminamos y
caminamos, de nuevo embobados por el lugar. Es difícil de explicar,
es tan distinto a “nuestro mundo”...hay tanto que ver en un metro
cuadrado, tanto con lo que alucinar para bien o para mal...negando
ofrecimientos de motos, taxis, comida...ahora una moto pasa
rozándote, un cruce imposible en el que te lanzas casi sin mirar
mientras te esquivan por todos lados, la gente hablando un idioma del
que no entiendes ni papa, perros, gatos, gallos, niños corriendo,
mujeres cargando género con esas balanzas enormes con el rostro
oculto tras el sombrero cónico, tipos sobre las motos fumando
pitillos en camisa de tirantes, otros durmiendo sobre cualquier
sitio, gente sacando ropa a los balcones, operarios cableando lo que
ya es casi imposible de cablear, una sonrisa, un grito dirigido a
alguien, un anciano trabajando madera, un grupo de chicos tomando
fideos en humeantes cuencos, una mujer soplando brasas en una
chimenea improvisada, una fugaz mirada...y llegas a un cruce, miras
al fondo y ves un taxi blanco.
Te subes, indicas destino mostrando una
tarjeta y todo queda apagado, tras un cristal que te aisla de esa
calor, de ese mundo extraño, de esa película.
Llegas a tu hotel, mañana vuelves a
casa.
Un saludo.