Almorzamos en un bar que se encontraba nada más volver la esquina del hostel. Hoy visitaríamos el complejo palaciego de Schönbrunn, famoso entre otras cosas por ser la residencia de la famosa Sisí.
Tras un transbordo de metro, llegamos cerca de la entrada principal, hasta los topes de autobuses y turistas mil. Aquello parecía como las batallas de William Wallace, con los clanes y sus estandartes.
Tras abordarnos unas cuantas veces para que les echáramos fotos los dos o tres japos de rigor y la pareja de turno. Llegamos a la entrada principal en donde te ofrecen el pack de entradas. Los hay de varios tipos, unos ofrecen entrada al palacio a medias, otros completo, otros con el completo más jardines...en fin, para todos los gustos y en función de lo que se quiera visitar. A nosotros nos hacía gracia visitar el complejo, los jardines y un laberinto cercano, con lo que la entrada de 16e por persona ya nos valía. La más barata es de 10e (pero sólo entra la visita al palacio “a medias”) y la más cara 40e que incluye hasta una degustación de cocina vienesa. Este último es un pase para varios días.
Tras pillarlo, y como el palacio no abría hasta las 12h nos fuimos a ver los jardines privados. Estos son sencillos, pero tienen unos corredores ajardinados muy bonitos y tranquilos por los que pasear. Decimos sencillos porque los “públicos” que son los que rodean el complejo son enormes, hiper cuidados y muy animados. Estos, se encuentran en la parte este de la entrada principal y se encuentran custodiados por estatuas de la mitología griega, terminando las mismas en una enorme fuente con Neptuno dando caña ahí. Menuda iban a liar los atléticos aquí.
Detrás de la misma, se eleva una colina adaptada para que la gente suba a la parte alta en el que se encuentra La Glorieta, una edificación convertida en bar en su parte baja y desde la que se puede subir a su parte alta para disfrutar de unas vistas privilegiadas de Viena. Este panoramio entraba en la entrada que pillamos, sino es de pago.
Volvimos hacia el Palacio para empezar la visita. Ya dentro te dan unas audio guías táctiles disponibles en 12 idiomas y que mientras tú vas caminando por las estancias, pulsando el dígito de la habitación te cuentan la historia del lugar.
La verdad es que estar en la estancia en la que Mozzart tocó por primera vez ante el emperador austríaco tiene su qué, así como ver las habitaciones privadas de Franz Joseph (Francisco José para los amigos) o Sisí y completar la historia con anécdotas pues resulta interesante. El Palacio además es una puta obra de arte, las habitaciones más nos gustaron fueron las salas asiáticas, aunque en general impresiona bastante lo bien conservado que se encuentra el lugar.
En cuanto a historia, dejando a un lado el tema “rosa” de la vida de Sisí, lo de siempre, un emperador tiene hijos que casa con este para que entre países no haya mal rollo...revoluciones, guillotinas...como casi siempre pasa en cualquier país, da igual que sea China, India, Japón o Austria. El poder y el ser humano tienen un lado muy oscuro. Como en Game of Thrones, pero sin dragones.
Ya fuera de palacio, nos fuimos a visitar el laberinto. Muy chulo y didáctico, entre otras cosas porque hay una zona para los críos con experiencias sensoriales. Huelga decir que Eli comenzó a deborar ideas para aplicarlas con los peques en la guarde. Si es que lo lleva en la sangre.
Decidimos volver al hostel para descansar un ratillo y planificar el resto de la tarde. De camino nos pillamos un par de generosas porciones de pizza y dos refrescos por 7e. Sinceramente, y vistos los precios de menús y demás, creemos que Viena no es cara. Se pueden comer platos desde 5-6e y no importa si el lugar tiene pinta de ser caro, porque los precios están más o menos igual en casi todos los sitios.
Sobre las 17h nos piramos para visitar la famosa ópera de Viena y terminar de callejear por el centro.
La ópera se encuentra nada más salir de la estación Karlsplatz, basta seguir los carteles en donde indica “Oper” por el metro. El edifico, comparado con otros que hemos visto en esta ciudad no es muy impresionante, pero en el metro te ponen música clásica que te acompaña hasta que sales a la calle con lo que da un efecto de euforia muy potente. Incluso lo grabamos en video, muy grande.
La mala noticia era que no podríamos visitarla por dentro, las visitas son cada hora de 10 de la mañana a 16h, así que llegamos tarde por poco, pero no podría ser, cawuentó lo que se menea.
Así que durante el resto de la tarde pateamos por las calles que rodean la Catedral de Viena y nos encontramos con unos espectáculos musicales fantásticos al aire libre, ideales para resarcirnos por lo de la ópera. Pasear por Viena escuchando gente tocando música clásica e incluso piezas de Metálica es tremendo, nos quedamos embobados en más de una ocasión. Además, hay un gran respeto por los artistas callejeros y la gente anima bastante. Es una experiencia muy grande.
Nos sentamos también a tomar algo en el café central, un garito de estilo clásico que lleva en funcionamiento desde principios de 1900 y que es un buen ejemplo de lo que comentamos sobre los precios. Sentarte en un lugar que parece más un palacio que un bar, con un tipo tocando el piano en directo y con un servicio del copón pues hace pensar que te van a clavar un puñal de la hostia. Pues no, un Kaiser Spritz (el vermut italiano de Venecia) y un capuccino nos costó 6e, prácticamente lo mismo que tomártelo en el bar de al lado del hostel. Con esto no decimos que sea barato, pero es para hacerse una idea de que en Viena está bastante equilibrado el tema de precios en cualquier lugar y en comparación con otros sitios de Europa (lo que llevamos visto), no es excesivamente caro.
Entre paseo y paseo nos encontramos un garito japo cerca de la ópera de Viena que tenía buenos precios. Apetecía atracón de sushi, así que nos metimos y pedimos Maki Bento y Tempura roll.
Nos pusimos muy cerdos. Cada menú eran 7e, bastante barato para la cantidad de makis, sushi, carne en teriyaki, salmón y mandangas que nos pusieron. Incluso nos sirvieron un cuenco de sopa de miso que estaba que te cagas.
Rodamos hasta el metro y llegamos al hostel. Mañana a eso de las 9:45 pillaremos el tren hacia Budapest.
No es de extrañar que Viena sea lugar de peregrinaje para amantes de la historia, el arte y la música. Es un lugar sumamente rico en cuanto a patrimonio cultural y ofrece multitud de opciones para que el viajero experimente entre sus múltiples opciones.
Nos ha parecido un lugar muy abierto y su gente, a pesar del rudo acento, bastante amable a pesar del susto inicial. Por compararla con alguna ciudad, es como si Barcelona y Madrid se unificaran para mostrar lo mejor de cada una, pero más completa a nivel organizativo y por supuesto, con una renta media per cápita de 40.000 dólares anuales.
Un saludo!
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