Dejamos la habitación casi a las 10 de la mañana para apurar el sueño, ducharnos, etc. Por la noche viajaremos en tren y al día siguiente también, con lo que estaremos guarrunos hasta llegar a nuestro próximo destino hotelero.
En el hostel ya no estaba Amelie, en su lugar había un tipo con cara de haber salido de Prison Break, que hablaba muy deprisa y que no se le entendía una mierda. Como no le entendía le hablé en perfecto castellano para ver si así me ayudaba un poco con mi precario nivel inglés-húngaro. Funcionó, vocalizó y nos entendimos. Al próximo le hablo en catalán, a ver si así nos hace un descuento.
Nos guardaron las mochilas y nos fuimos a visitar el mercado. Budapest está muy bien comunicada por tranvías, autobuses y metro. El ticket que nos sacamos sirve para cualquiera de estos transportes, así que abusamos de ellos cuanto pudimos para salvar determinadas distancias, sobre todo en las horas de más calor.
El mercado se encuentra justo al pie del puente Szabadsag (el verde, vamos) y parece más una estación de tren que un mercado, en cuanto a forma. Por dentro está lleno de paradas en su planta principal, en su planta baja se vende el pescado y en la superior ropa y restaurantes donde comer y picar a precios bastante asequibles. Gulash, salchichas, etc. Mucho plato húngaro, Paprika por un tubo (venden la salsa en tubos) y pastas con una crema por encima que son una bomba de calorías.
El mercado es bonito, curioso de ver, pero se repite bastante en cuanto a puestos, se puede decir que vistos unos pocos vistos todos. En casi todos venden lo mismo. El sitio, está limpio como una patena, eso si, de los más limpios que hemos visto. Curioso.
Había también una exposición de setas, tanto comestibles como venenosas.
Ya fuera del mercado nos fuimos en tranvía hasta la isla Margarita, nos bajamos en la parada que está cerca del puente amarillo. Hay cuatro, el verde, el blanco, el de piedra y el amarillo, los nombres imposibles salvo el que se llama Isabel en honor a Sisí, que es el blanco y el “central” por así decirlo.
A mitad de puente, una carretera a medio asfaltar nos llevó por un paseo hasta la isla que es un enorme pulmón para Budapest en forma de parque con fuentes, extensas zonas de césped donde la gente se tumba y toma el sol, corre, etc.
Nada más entrar en el parque una enorme fuente soltaba chorros de agua al son del himno de Hungría con lo que daba bastante subidón (aunque nos sudan los himnos, pero es chulo). El parque es un lugar muy tranquilo y se agradece el paseo por sus tranquilas arboledas, piscinas públicas y algún que otro restaurante con aromáticas comidas.
Volvimos con las pilas cargadas después de estar tirados un rato por el césped y nos fuimos hacia el Castillo de Buda, para subir por el tren cremallera que dejamos el otro día. Pero antes nos fuimos a comer a un garito en el que pedimos unas setas enormes (pero enormes) rebozadas con salsa y unos macarrones con espinacas. Por cierto que en algunos sitios, en la factura te clavan un servicio extra bien por guiri o bien por sentarte en la terraza en lugar de en el interior. El caso es que va de los 100 a los 400 y pico florines. Lo hemos visto únicamente en los sitios paracomer, cuando te tomas algo no. Pues no se deja propina, a tomar viento.
Ya comidos subimos en el tren cremallera por 800 florines cada uno. La bajada cuesta 1600 pero lo vimos excesivo e inútil, pues la bajada se hace por unas escaleras justo al lado del tren cremallera que, subirlas vale que es un poco palo, pero de bajada...
El tren bien, muy cortito y te ahorra las escaleras (el que vaya al Moon Hill en Yangshuo, China...boh! Eso si eran escaleras) pero poco más, las vistas chulas se aprecian desde la parte alta.
Paseamos por el castillo y cuando nos hartamos de ver a guiris tirando fotos haciendo el mongo regresamos a Pest para tomar unos cafés y descansar un ratillo antes de pillar las mochilas.
La estación de Budapest es un poco caos...no está muy bien indicado lo de los billetes “internacionales” y los marcadores te indican la hora y el destino del tren pero no el número (?¿?¿). Por no decir de que los andenes se dividen en del 1-6 a la izquierda y del 9-13 en la otra. El nuestro era el número 7. Buscad buscad....En el andén del medio, pero bah, para qué poner número si es obvio.
Budapest nos ha gustado muchísimo, es un cambio radical en cuanto a sitios en los que hemos estado hasta ahora. Su gente puede ser algo borde, algunas calles tienen pinta chunga (sobre todo por la noche) y se nota que llevan 20 años de democracia. Pero esto la hace especial y con un toque diferente. Es un sitio para fliparlo en contrastes y para probar cosas nuevas. Mención especial a sus maravillas en forma de paisajes en el Danubio (la primera vez uno se queda de piedra) y sus edificaciones. Tres días muy intensos.
Ya en el tren, nos marchamos a Auschwitz para visitarla en 1 día y salir por la noche hacia Praga. Ya veremos como sale el asunto en cuanto a trenes.
Un saludo!
En el hostel ya no estaba Amelie, en su lugar había un tipo con cara de haber salido de Prison Break, que hablaba muy deprisa y que no se le entendía una mierda. Como no le entendía le hablé en perfecto castellano para ver si así me ayudaba un poco con mi precario nivel inglés-húngaro. Funcionó, vocalizó y nos entendimos. Al próximo le hablo en catalán, a ver si así nos hace un descuento.
Nos guardaron las mochilas y nos fuimos a visitar el mercado. Budapest está muy bien comunicada por tranvías, autobuses y metro. El ticket que nos sacamos sirve para cualquiera de estos transportes, así que abusamos de ellos cuanto pudimos para salvar determinadas distancias, sobre todo en las horas de más calor.
El mercado se encuentra justo al pie del puente Szabadsag (el verde, vamos) y parece más una estación de tren que un mercado, en cuanto a forma. Por dentro está lleno de paradas en su planta principal, en su planta baja se vende el pescado y en la superior ropa y restaurantes donde comer y picar a precios bastante asequibles. Gulash, salchichas, etc. Mucho plato húngaro, Paprika por un tubo (venden la salsa en tubos) y pastas con una crema por encima que son una bomba de calorías.
El mercado es bonito, curioso de ver, pero se repite bastante en cuanto a puestos, se puede decir que vistos unos pocos vistos todos. En casi todos venden lo mismo. El sitio, está limpio como una patena, eso si, de los más limpios que hemos visto. Curioso.
Había también una exposición de setas, tanto comestibles como venenosas.
Ya fuera del mercado nos fuimos en tranvía hasta la isla Margarita, nos bajamos en la parada que está cerca del puente amarillo. Hay cuatro, el verde, el blanco, el de piedra y el amarillo, los nombres imposibles salvo el que se llama Isabel en honor a Sisí, que es el blanco y el “central” por así decirlo.
A mitad de puente, una carretera a medio asfaltar nos llevó por un paseo hasta la isla que es un enorme pulmón para Budapest en forma de parque con fuentes, extensas zonas de césped donde la gente se tumba y toma el sol, corre, etc.
Nada más entrar en el parque una enorme fuente soltaba chorros de agua al son del himno de Hungría con lo que daba bastante subidón (aunque nos sudan los himnos, pero es chulo). El parque es un lugar muy tranquilo y se agradece el paseo por sus tranquilas arboledas, piscinas públicas y algún que otro restaurante con aromáticas comidas.
Volvimos con las pilas cargadas después de estar tirados un rato por el césped y nos fuimos hacia el Castillo de Buda, para subir por el tren cremallera que dejamos el otro día. Pero antes nos fuimos a comer a un garito en el que pedimos unas setas enormes (pero enormes) rebozadas con salsa y unos macarrones con espinacas. Por cierto que en algunos sitios, en la factura te clavan un servicio extra bien por guiri o bien por sentarte en la terraza en lugar de en el interior. El caso es que va de los 100 a los 400 y pico florines. Lo hemos visto únicamente en los sitios paracomer, cuando te tomas algo no. Pues no se deja propina, a tomar viento.
Ya comidos subimos en el tren cremallera por 800 florines cada uno. La bajada cuesta 1600 pero lo vimos excesivo e inútil, pues la bajada se hace por unas escaleras justo al lado del tren cremallera que, subirlas vale que es un poco palo, pero de bajada...
El tren bien, muy cortito y te ahorra las escaleras (el que vaya al Moon Hill en Yangshuo, China...boh! Eso si eran escaleras) pero poco más, las vistas chulas se aprecian desde la parte alta.
Paseamos por el castillo y cuando nos hartamos de ver a guiris tirando fotos haciendo el mongo regresamos a Pest para tomar unos cafés y descansar un ratillo antes de pillar las mochilas.
La estación de Budapest es un poco caos...no está muy bien indicado lo de los billetes “internacionales” y los marcadores te indican la hora y el destino del tren pero no el número (?¿?¿). Por no decir de que los andenes se dividen en del 1-6 a la izquierda y del 9-13 en la otra. El nuestro era el número 7. Buscad buscad....En el andén del medio, pero bah, para qué poner número si es obvio.
Budapest nos ha gustado muchísimo, es un cambio radical en cuanto a sitios en los que hemos estado hasta ahora. Su gente puede ser algo borde, algunas calles tienen pinta chunga (sobre todo por la noche) y se nota que llevan 20 años de democracia. Pero esto la hace especial y con un toque diferente. Es un sitio para fliparlo en contrastes y para probar cosas nuevas. Mención especial a sus maravillas en forma de paisajes en el Danubio (la primera vez uno se queda de piedra) y sus edificaciones. Tres días muy intensos.
Ya en el tren, nos marchamos a Auschwitz para visitarla en 1 día y salir por la noche hacia Praga. Ya veremos como sale el asunto en cuanto a trenes.
Un saludo!
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