Cuando nos levantamos los bielorusos habían desaparecido tan silenciosamente como hablaban. Nos palpamos el cuerpo y parecía todo en su sitio.
Almorzamos en uno de esos cafés con tanto encanto que hay en cada esquina de la ciudad, con los canales de fondo, el fresco matutino y un solecillo que se dejaba ver tímidamente.
La famosa casa de Anne Frank se encontraba bastante cerca de nuestro hotel, a apenas unas “manzanas” al oeste, en Prinsengracht (es más fácil localizar el canal en el mapa que la calle). Nos habían comentado que era mejor reservar por internet dadas las kilométricas colas, y dimos fe. Digamos que daba la vuelta la esquina y se perdía en la plaza...el precio no estaba mal, 9 euros...aunque lo vimos algo caro y no nos apetecía nada perder tanto tiempo, así que de momento pasamos, si por la tarde volviendo por la zona estaba más liberado lo pensaríamos.
Nos dirigimos hacia el mercado de las flores, hacia el sur, concretamente en la calle Bloemenmarkt. Llegamos tranquilamente y vimos el famoso mercado. La verdad, no está mal, pero hemos visto infinidad de mercados mucho más pintorescos...lo único que tiene es que se venden semillas de todo tipo y mucho tulipán, pero poca flor a la vista, con lo que el aspecto es un poco soso. Tampoco es excesivamente grande.
Pasando de los tulipanes nos dirigimos hacia el sur ya que queríamos visitar la fábrica de Heineken. Nada más terminar el mercado de las flores, giramos a mano derecha y seguimos todo recto. Pasamos por una zona medio en obras y llegamos al edificio Heineken.
Preguntamos por los tickets y cobraban 16 euros por persona. Lo vimos excesivo. Ni la cerveza Heineken es de nuestras favoritas y menos ahora después de hablar con el gurú de la birra por la noche, el cual prácticamente escupió sobre Heineken, qué manía le tienen los holandeses....curioso.
Pasando, 32 euros a estas alturas del viaje es un abuso. Seguimos caminando hacia el oeste siguiendo los canales (no se cansa uno de pararse y disfrutar de las postales que te regalan las calles). Llegamos a la zona de los museos, flanqueado por el Rijksmuseum y con el Vondelpark justo en frente, un parque enorme en el que hay unas letras igual con el nombre “Amsterdam” y en las que todo Dios se sube, hace el mongo, etc.
Pasamos por el Rijksmuseum y vimos que la entrada costaba unos 22e los dos, visto el edificio y visto lo que se puede ver en su interior tenía buena pinta para dedicarle un buen rato. Seguimos más adelante y llegamos al museo Van Gogh, 22 eurazos cada uno....pero vamos a ver...no se supone que estas cosas deben ser accesibles para el pueblo?
Hay que decir, que existen unas tarjetas que valen creemos sobre los 30 y pico euros y que sirven para que te hagan descuentos en todos los museos, pero es que los descuentos son como mucho del 50% con lo que el ahorro prácticamente es inexistente.
Tras darle vueltas al asunto, decidimos entrar al Rijksmuseum y ver las masterpieces y los Rembrandt que exponían. Ni Eli ni yo somos unos especialistas en arte, pero el edificio del museo nos pareció impresionante, y puestos a visitar un museo mejor que sea enorme para ver el máximo de cosas...eso si, está en obras y sólo es visitable en una de sus partes, hasta el 2013 creo que no estará al 100%, pero como “premio”, digamos que lo que expone es lo mejor de lo mejor del museo.
El museo la verdad es que está cojonudo, ofrecen audioguías por 5 euros o unos panfletillos gratuitos que explican las exposiciones. Nos encantaron las piezas asiáticas y sobre todo la colección de Rembrandt, ya decimos que no somos expertos, pero hay que reconocer que son impresionantes.
Nos tiramos casi dos horas en el museo. Con todo eran cerca de las 17h así que nos fuimos paseando hacia una tienda en la que vimos que vendían unos pastelillos que tenían una pinta brutal. A la tienda se llega desde la plaza Dam por Raadhuisstraat, no hemos visto otra tienda con ese género, con lo que llama bastante la atención y no tiene pérdida.
Seguimos dirección norte para ir a la estación y sacar los billetes hacia París para el día siguiente. Tras consultar horarios, al parecer estaba todo cubierto salvo un tren rápido que nos clavaba 88 euros a los dos por llegar en 3 horas. La otra opción era tirar de trenes regionales desde las 6 de la mañana para llegar tras 3 trasbordos sobre las 16h. A tomar viento, no queríamos tren, pues en regional, como los hippies.
Para ese tipo de trenes no hace falta reservar con interrail, simplemente consultas horarios, te dan la hoja con la ruta y te subes al tren, respetando únicamente la clase del vagón en función de lo que hayas cogido, primera o segunda.
Tras solventar el tema tren, barajamos la posibilidad de ir a ver algunos edificios que habíamos visto recomendaban su visita en internet por su extraña arquitectura, o visitar el Amsterdam Arena por frikismo, pero finalmente decidimos terminar de explotar Amsterdam y sus calles.
Es una gozada, sobre todo cuando hace buen tiempo, pasear con la luz del atardecer por los canales. Sentarse en algún café o quedarse en algún puente viendo pasar bicis, gente y alguna barca que otra. Así que el resto de la tarde, de tranquis por Amsterdam, entrando en alguna tienda de música, de pelis....que estamos de vacaciones.
Cenamos en una pizzería que tenía muy buenos precios, imposible localizarla, dimos vueltas, vueltas y vueltas y nos topamos con ella, diría que por la parte sureste del barrio rojo. Pizzas generosas a 7 euros y cerveza a 2. Muy barato en comparación a la mayoría de sitios de menú.
Ya en la habitación nos topamos con nuevos compañeros, esta vez argentinos, con los que charlamos un buen rato y nos reímos la vida.
Amsterdam es una puta pasada. Es el caos, la belleza, el extremo, el estilo, lo clásico y lo sórdido. Tienes posibilidad de meterte en calles ultra comerciales y de golpe aparecer en una callejuela de apenas metro de ancho para toparte con el barrio rojo o con tranquilos canales. Puentes y arboledas, terrazas a pie de canal....un festín para la vista y los sentidos.
Como parte que nos ha “defraudado”, sus precios para visitar museos y lugares de interés. Nos ha parecido abusivo. Sin ánimo de ofender o de comparaciones odiosas, pero no nos cabe en la cabeza que visitar el Taj Mahal cueste 10 euros y visitar un casa (a pesar de la historia, que según cuentan tiene bastante de leyenda en muchos aspectos) 9. Una ciudad como Amsterdam, que de por si ingresa una barbaridad en cuanto a turismo, debería ser mucho más accesible en estos aspectos.
Recordemos que el acceso a Auschwitz antes de las 10 de la mañana es gratuito. Incluso el autobús, todo el día...
Mañana partiremos hacia nuestro último destino, París.
Un saludo!
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