A eso de las 4:30 el revisor escupió algo parecido a “osviz” y desapareció por donde había venido. 20 minutos después pisamos una estación bastante antigua, con el suelo lleno de helechos de hierva y con un frío que cada poco se hacía más intenso.
Ya a cubierto dentro del pequeño recinto, ni una palabra de inglés y unas taquillas para dejar las mochilas que sólo aceptaban zlotys la moneda polaca. Primero nos fuimos a la ventanilla y preguntamos por la reserva hacia Praga para era misma noche. Ni una palabra de inglés y por lo que entendimos no podía hacernos la reserva. Desde Auschwitz parece que sólo se pueden hacer reservas de trenes reginales. Bueno, pues después de nuestras visitas nos iríamos a Cracóvia ya que desde allí seguro que podemos ir a Praga directamente. Eso sería más tarde.
Necesitábamos moneda y una señora del quiosco no aceptaba euros así que salí de la estación y crucé la rotonda que hay nada más salir, unos pocos metros calle “abajo” (por decir algo), encontré un cajero y pude sacar efectivo.
Ya con la moneda local la señora sí me pudo cambiar y por 10zl dejamos el equipaje.
Liberados vimos un mapa de la zona y ubicamos el museo de Auschwitz en la parte suroeste de la ciudad, a unos 30 minutos andando. Los buses salen cada quince o veinte minutos algunos, hora otros....
Como teníamos tiempo decidimos caminar y ver si encontrábamos algo para almorzar. Todo cerrado. Absolutamente todo cerrado con el cartelito de que hasta las 8 de la mañana nada.
El sitio es un pueblo, pero pueblo pueblo, con grandes sectores de campo, casitas pequeñas y...hacía fresco, un fresco que cada vez hacía que nos alegráramos de haber pillado ropa de manga larga del equipaje para pasar el día. Incluso cuando sale el sol (que estaba algo nublado), se nota, vale que eran las 5 y pico de la mañana, pero durante el resto del día pudimos confirmar que si el día está nublado, hace un frío de cojones aunque sea agosto, así que mejor ir con algo de ropa.
A 30 minutos encontramos un cartel que indicaba “Auschwitz Museum”. Llegar es fácil, tan sólo salir de la estación, caminas hacia la derecha y la primera carretera que baja la sigues recto (también se puede ir por la segunda). Por el primer camino llegas a un cartel que te indica a la derecha la entrada y por la segunda opción llegas directamente. Nosotros fuimos por la primera por si encontrábamos algún maldito lugar, pero no hubo suerte, todo cerrado.
Entrada principal. En varios idiomas (español incluido) informa que el acceso a partir de las 10 de la mañana es obligatorio con guía contratado, no dice nada de que se puede entrar antes de forma gratuita.
Dimos unas vueltas por el recinto ya que quedaba tiempo y pudimos ver desde su lado oeste un muro con parte de alambrada y la parte superior de algún barracón, de momento, lo poco que podíamos ver desde allí estaba tremendamente bien conservado, tan jodidamente real que parecía estar viendo una peli. Llegamos hasta una torreta de esas típicas de vigía que quedaba fuera del complejo y poco después un pequeño altar con flores y una foto del papa polaco quedaba a pies de una valla desde la que se ve un monumento a las víctimas.
A las 8 en punto abrieron puertas y nos metimos. Al entrar a mano derecha hay un restaurante tipo self service en el que tomar un café o comer algo y nada más entrar tienen unas máquinas de café (se agradecen bastante con el frío). Nada de euros, moneda local.
Pasamos algunas salas y llegamos a una en donde se hace una proyección sobre el holocausto pero mira por donde del 1 al 31 de agosto no se hacía.
Giramos a mano izquierda y nos encontramos en un área grande, de tierra, con alguna zona ajardinada y un mapa del complejo que indica el número de los barracones, letras indicando zonas específicas y un lema llamando al respeto por lo que aquí sucedió.
Dos pasos más hacia delante, giramos la vista a la derecha y allí estaba la puerta con el lema “El trabajo hace libres” (Arbeit macht frei), esa que hemos visto en infinidad de pelis y documentales...huelga decir que mientras caminas te viene a la mente lo sumamente acojonado que debería estar aquella gente. Si ya viendo el panorama de lejos no es muy alegre, por las fotos que a ambos lados se ven de gente caminando a través del mismo sitio en el que estábamos ya ni te cuento. A ambos lados, cercas de alambradas intactas que forman los pasillos llenos de barro y cantos rodados por las que pasaban los prisioneros. El efecto de las alambradas es aterrador, a mi personalmente más que la imagen de los barracones, las alambradas electrificadas me parecen de un panorama muy sórdido y de puro miedo, con esas columnas de piedra inclinadas, el farol típico de alumbrado...todo muy como en las pelis, exactamente como en las pelis, acojonante. La idea de que si te paras a pensar no hace tanto de todo aquello, te amartillea continuamente.
Pasada la puerta puedes caminar libremente por el complejo. No todos los barracones están abiertos al público, pero la gran mayoría son accesibles y cada uno muestra un aspecto del horror.
Los barracones por fuera están exactamente igual que los que aparecen en las fotografías, por dentro se han adecuado para poder visitarlos pero las habitaciones algunas son exhibiciones con información, fotografías, etc y otras están cerradas y muestran tal y como estaban las estancias. Estas son las más acojonantes, pues puedes ver desde las letrinas hasta habitaciones con mobiliario tal y como se lo encontraron al liberar el campo. Pasando por estancias en las que han agolpado toneladas de objetos personales de los prisioneros, se pueden ver gafas, palanganas, cepillos, botas, ropas...
En casi todos los barracones, mientras caminas por las estancias tienes colgados cuadros con el nombre, la identificación y la fecha de ingreso y muerte. Muchos no duraban ni meses. Al principio el efecto choca, conforme avanzas en la visita reparas en la cantidad de gente que allí murió, puedes incluso consultar fichas personales...
Llegamos a la zona de los fatídicos bloques 10 y 11. En los que habían cámaras de aislamiento, celdas de castigo, se utilizaba el 10 para experimentos médicos....y un muro entre estos dos bloques que servía para fusilamientos. Ofrendas florales y un sitio en el que todavía se pueden ver los palos desde los que colgaban por las manos a los infelices mientras eran sometidos a torturas o esperaban su turno para meterles el balazo. Las fotos que acompañan el recorrido son, pues muy jodidas...
Estos dos bloques son un canto a la ida de olla, si ya en otros bloques te informan de que aquí morían por hambre, por esto o por otro, en estos ya te muestran habitaciones desde las que los mataban por inyecciones letales o simplemente salas desde las que se cambiaban antes de ser fusilados y ya ni salían de allí...las paredes manchadas, camillas raídas, picas sucias...de peli de susto, de susto de las de verdad.
Las celdas en la parte inferior muestran un pequeño recorrido desde la que se puede ver algunas en las que morían por asfixia, otras por hambre...otras en las que en 1 metro cuadrado metían a cuatro personas...puertas y mirillas desde la que se veía el recluso desde fuera están intactas. En fin.
Nos pateamos todos los barracones visitables, entre fotografías del horror, grabaciones de audio (algunas simulan el sonido de los raíles del tren...), video...luego puedes caminar por dentro de los cercos de alambrada mientras pasas por los carteles típicos de prohibido el paso en alemán.
Finalmente llegamos a la zona de las cámaras de gas e incineración. Una enorme chimenea deja a su falda un edificio oscuro, con una puerta como de búnker en su parte trasera y de madera en su principal. Un monolito negro pide respeto por la gente que sufrió en este lugar.
La primera sala es en la que gasearon con el Zyklon B a las primeras "cobayas" humanas para luego directamente usar las cámaras de Birkenau a gran escala. La siguiente tiene hornos para incinerar. La estancia no da mal rollo, da lo que viene después. Tocar esas paredes y pensar en el miedo, la impotencia, buf. El lugar tiene las marcas en las paredes y un pequeño monumento al fondo de la habitación.
Visto el museo. El respeto y la crudeza con lo que lo muestran es asombroso. Si se está pensando en estancias con música lastimera para que todo Dios vaya por el lugar como si fuera un entierro, se está equivocado. El lugar es un templo del silencio, del horror mismo que no necesita de efectos para que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se haga a la idea de lo que allí sucedió. El clima frío e incluso de lluvia en pleno agosto, no hizo más que potenciar el efecto que nos causó. Un sitio que hay ver y como dicen, no olvidar.
En la misma puerta del museo, un bus cada 15 minutos lleva al segundo complejo, Birkaneu, o Auschwitz 2. Un campo de exterminio en el que llegaban a patadas y eran conducidos a las cámaras de gas o para experimentos médicos.
Llegamos en el bus y nos dejó justo a las puertas de la llama “Puerta de la muerte”, que atraviesa todo el complejo y que llega hasta los dos enormes hornos crematorios, totalmente derruidos tras la liberación y que se pueden visitar para ver los restos de las chimeneas, la salas donde apilaban los cadáveres...
El sitio es enorme, y da mucha más sensación de campo de concentración que Auschwitz 1 por así decirlo, ya que son hectáreas y hectáreas rodeadas por alambradas, con aquella vía del tren que atraviesa su centro.
Visitamos las ruinas de los hornos y un monumento por las víctimas. Nos sentamos a contemplar el final de la vía y la visión lejana de la puerta principal. Lo dicho, como estar en una peli de miedo.
Pudimos entrar en un par de barracones que se conservan perfectamente dentro de lo que cabe. El sitio es oscuro y la sensación de humedad, frío...si ahora es tremenda entonces ni te cuento. Como siempre, las fotos te comparan el antes y el después. Para verlo.
Y finalmente pusimos fin a nuestra visita. Hay muchísima información en internet, datos, números, nombres, pelis...verlo ha sido una experiencia sensorial muy potente, por mucho que se lea o se vean pelis, estar en un lugar así, tocar sus paredes, las vías, las alambradas, los barracones, estancias...supera toda ficción posible, lamentablemente con la realidad. Que no se repita.
Nos fuimos hacia la estación en bus (cualquier parada en la que ponga PKP lleva a la misma). 2Slz.
Pillamos billete a Cracóvia y un señor muy amable nos indicó el andén (aunque tu veas un 1 o 2, pregunta, que en Europa la gente es muy rara y tienen costumbres extrañas).
Nos metimos en el tren y conocimos a unos chavales de Albacete que estaban haciendo su interrail. Unos tíos muy majos con los que intercambiamos información ya que estaban haciendo su ruta a la inversa a la nuestra.
Ya en Cracovia fuimos a reservar los billetes a la estación pero no quedaban literas con lo que tendremos que viajar toda la noche sentados. Oh yeah, como mola. Es lo que hay. Reserva de los asientos 7e los dos.
Teníamos algunas horas, la visita a Auschwitz nos había llevado medio día (menos mal que fuimos a las 8, a partir de las 10 llegan hordas de gente, con lo que, por lo menos durante 2 horas se puede ver el lugar prácticamente solos). Eran sobre las 16h y caímos en que no comíamos nada desde la noche anterior (es lo que tiene estar de vacaciones).
La estación pasa por un centro comercial antes de llegar a la calle, así que buscamos un sitio y vimos un japo que tenía buena pinta, así que pedimos delicias orientales.
Es en general bastante barato, 4slz es un euro en estos momentos, y se hace fácil encontrar platos por 3, 4 o 6 euros bastante decentes. Suponemos que en un centro comercial será más caro, más tarde, paseando por el centro, vimos que hay un poco de todo, pero van por ahí los tiros en zonas turísticas.
Ya comidos pillamos un mapa en un puesto de información y nos dirigimos al centro de la ciudad, a pocos pasos. El sitio tiene buena pinta, un poco fresco para estas alturas del verano, pero bastante animado y con una plaza central enorme, llena de gente, con grupos musicales, algunos con marionetas...visita relámpago que nos dejó buena impresión.
Ya en el tren, como latas en sardinas, nos dirigimos a Praga, siguiente destino. A ver qué tal.
Un saludo!