Visitamos bien temprano
Alexandría, junto al río
Potomac, desde la cual se puede divisar en algún punto la capital de
Estados Unidos.
La parte que vimos fue básicamente la que está pegada al río, toda aquella zona es una avenida marítima muy bonita, con calles adoquinadas, parques, restaurantes y algún que otro crucero. Al ser tan temprano apenas había nadie, con lo que estuvimos muy muy tranquilos, en un paseo matutino muy agradable y con muy buena temperatura.
Debido a nuestra ubicación en el mapa, trazamos distintos puntos de visita antes de meternos en la ciudad, estos eran el
Pentágono y el cementerio de
Arlington.
Lamentablemente, más tarde veríamos un punto al que podríamos haber llegado gracias al vehículo,
Gravelly Point, desde donde al parecer los aviones pasan muy muy cerca por la cercanía del aeropuerto de
Ronald Reagan y que resulta un espectáculo curioso de ver. Siempre nos quedará el
Prat.
Del
Pentágono...pues qué decir, ese aire rollo
Fox y Mulder por todos lados, muchos carteles de prohibido esto y lo otro y un bonito memorial sobre las víctimas del vuelo 77 que pone los pelos como escarpias.
Los monumentos a los fallecidos simulan alas de avión a modo de banqueta sobre una pequeña superficie de agua, con su placa identificativa, luz y ordenadas por año de nacimiento. Realmente acongoja...una mezcla de rabia, impotencia...donde tienen cabida infinidad de interpretaciones de un bando y de otro, pero donde al final lo que queda son vidas apagadas, buenas o malas, pero vidas.
Como anécdota, comentar que llegamos al parking norte pero aquí al menda le pareció que estaba un poco alejado, así que nos acercamos tanto que llegamos a una especie de control donde pensaba que igual daban un ticket de esos rollo centro comercial, pero al parecer me colé hasta la puerta de entrada y el botón no escupía el maldito ticket, en su lugar un tipo masculló algo a través del interfono y como tampoco era plan de retroceder y la baliza del conductor que acababa de pasar estaba levantada le dije algo así como "bueno, yo si eso entro", y tiré.
O por lo menos "tiré" unos 5 metros, ya que entonces apareció un tipo uniformado bastante grande el cual nos dio el alto y nos invitó muy amablemente a salir de una de las entrada principales al Pentágono.
En fin, doy fe que el "
soy yo, abre" funciona. Un poco al menos.
Arlington es el mundialmente conocido cementerio donde podemos ver esas lápidas blancas apiladas hasta el infinito sobre un manto ajardinado y en las que descansan militares estadounidenses, con alguna excepción que otra como el memorial al
Challenger.
El sitio es enorme y realmente está muy bien cuidado, destacando lugares como la tumba del soldado desconocido, donde cada 30 minutos se realiza un cambio de guardia frente al monumento a los soldados que perdieron la vida en batalla y que no pudieron ser identificados, la tumba de
JFK o la casa museo
Arlington, desde donde se tienen unas vistas muy buenas de la ciudad.
Destacar también el memorial de
Iwo Jima, algo alejado pero que merece la pena acercarse a verlo y que nos sorprendió por su gran tamaño.
Era ya pasado el medio día con lo que decidimos realizar el checkin en el
Hotel Baron, ubicado al norte de la ciudad pero cerca de una parada de metro, parada que nunca utilizaríamos porque básicamente nos dedicaríamos a patear calles, y como la zona era bastante vistosa, era muy agradable pasear cuando se hacía de noche, con esas casitas rollo "
Arlington Road" con su pequeño jardín, escaleras de piedra y farolas en la entrada, arboledas y buena temperatura, quién quiere meterse en el maldito metro?
Realmente, caminando tranquilamente se podía llegar a la
Casa Blanca en menos de 30 minutos...
El hotel la verdad que muy bien, siendo
Washington una ciudad tan cara en cuanto a alojamientos, no hay que asustarse por ver la ubicación alejada del "centro", en realidad la distancia no es tan grave y la zona tiene restaurantes menos sangrantes que los de la zona "ejecutiva", además de una taberna en su planta baja (incomprensiblemente nada de ruidos por la noche) donde se realizan conciertos en directo y donde se puede degustar una variedad de cervezas impresionante, aunque eso sí, lo más barato 4 pavos.
Se acercaba la hora de devolver el vehículo, así que nos dirigimos a la estación central para entregarlo y una vez "liberados", y digo liberados porque tener coche en
Washington es algo así como un suicidio en cuanto a gastos de estacionamiento, y apostaría a que también lo es en cualquier ciudad ligeramente grande en
Estados Unidos, visitamos la susodicha estación y luego nos fuimos caminando hacia la zona de la
Casa Blanca.
Aunque la idea era profundizar en toda la zona central el día siguiente, no pudimos con la tentación de acercarnos "un poquito".
Nada destacable la zona que va desde la estación hasta el centro, la verdad, eso sí, una vez que comienzas a entrar en el distrito financiero, ya se nota el rum rum de la "verdadera" ciudad, coches patrulla a punta pala, ejecutivos muy ocupados ellos (con el litro de café incrustado en una mano y el móvil en la otra por supuesto), los bares a petar donde se reunen después de la faena para ponerse hasta arriba de vinos y hablar, hablar mucho...
En eso que llegamos a la parte trasera de la
Casa Blanca, donde se agolpan los turistas (nosotros no eh..) para hacer la foto de la zona que actualmente es la más cercana al público, que por cierto le da un aire tremendo a la casa del tío
Phil del
Príncipe de Bel Air. Esperamos para ver a
Jazz salir volando pero no fue así, en su lugar comenzaron a salir coches por todos lados, helicópteros militares, motos, polis y gente corriendo.
Cuando ya pensábamos tirarnos al suelo (ya sabía yo que lo del
Pentágono iba a traer cola), al parecer el tema era que el bueno de
Barak salía de "su casa" para tomar un avión que le llevaría a
Nueva Orleans, en la celebración del aniversario del desastre del
Katrina y para felicitar a las buenas gentes del sur por su esfuerzo y recuperación.
Segunda vez que venimos a
Estados Unidos y segunda vez que nos topamos con
Obama.
Obama, quieres conocernos, y lo sabes.
Regresamos al hotel y nos zampamos unos sushis en un garito cerca del hotel, "probamos" las birritas de la taberna y a dormirla. El día siguiente sería el último día a full por
Estados Unidos.
Un saludo.