25 de septiembre de 2015

Lancaster

Anclados en un tiempo ya casi olvidado, los Amish se encuentran repartidos por distintos puntos del globo, pero es en Lancaster donde se encuentra el segundo asentamiento más grande y donde se puede ver su estilo de vida de la forma más "auténtica", visitando sus casas y granjas, comiendo sus platos típicos y en definitiva, experimentando a grandes rasgos los motivos por los que esa gente rehuye a subirse al carro del progreso, principalmente al tecnológico.


Comenzamos nuestra ruta en una de las granjas/casas museos en las afueras de la ciudad, aprovechando que se encontraba cerca del motel donde pasaríamos la noche y entre dos localidades que según había leído, merecía la pena visitar, Bird in Hand y Paradise.

La granja se puede visitar de forma gratuita, y puedes ver ejemplos de cómo tratan el tabaco, trabajos de carpintería, la propia granja de animales, una escuela de chavales e incluso utilizar el típico patinete que utilizan para moverse (vimos muchísimos carros con caballos, pero no sé si ganan los patinetes...), además de un laberinto de maíz que tienen como recreo y que conviene no subestimar.

El sitio es un poco turistada, y para visitar la casa y subir a las estancias se debe pagar una entrada (10 dólares), pero eso no quita que resulte una visita agradable, entretenida y en definitiva una buena manera de iniciar la visita al condado. Más tarde veríamos otras granjas donde puedes pararte y verlos trabajar también, utilizando tractores por cierto, aunque ciertamente ninguna maquinaria excesivamente moderna.

Hay que entender, que ellos no niegan el utilizar cierta maquinaria e incluso tecnología para alguna de sus labores, lo que rechazan es la velocidad con la que el mundo adapta la tecnología y su explotación, ellos parecen asimilarla muy muy lentamente y únicamente utilizan algo de las que influyen en su trabajo, en su forma más rudimentaria o bien para convivir con el resto de forma civilizada, como las que hacen referencia a señalizaciones lumínicas en sus vehículos.


Evidentemente no utilizan ni móviles, ni ordenadores, ni similares, ya que no utilizan electricidad ni aparatos eléctricos más allá de un uso esporádico y de muy bajo voltaje. Del mismo modo, llevan vestimentas propias del siglo XVII.
Estos aspectos ya les relega de forma perpetua a un estado social cada vez más distante con el resto del mundo moderno y por lo tanto, a que su avance en cuestiones tecnológicas prácticamente sea nulo.

Creo sinceramente, una vez vivida la experiencia, que la mejor manera de visitar el lugar es perdiéndose por sus carreteras en su zona más rural, es ahí donde más actividad se puede ver y es tan sencillo como pararse en algún núcleo urbano (por núcleo urbano entiéndase 3 casas esparcidas en una extensión enorme de trigo o maíz) y verlos pasar, además de entrar en talleres (algunas son accesibles en modo turista) o detenerse en algún sitio a comer como el Dinner's Country, un lugar que nos encontramos tipo buffet que al parecer servían platos típicos y donde pensamos que sería un buen lugar para degustar "un poco de todo".
El sitio, relación calidad-precio brutal, una variedad enorme de platos, bien cocinados y unos postres muy (pero muy) destacables, diría que no he probado en mi vida unos pasteles más brutales, el arte que tienen con las cremas parece ser espectacular, yo doy fe.

Y finalmente nos alejamos de Lancaster, mientras caía la tarde, con cierta luz que parecía anunciar tormenta, a través de los campos de maíz, las casas de madera, el chaval en patinete, el carro tirado por caballos y el olor a campo recién arado.
Un lugar con el que mucha gente puede sencillamente no entender dicho estilo de vida, pero que resulta innegablemente atractivo y de esos sitios especiales que se ven con curiosidad a través de nuestros ojos acostumbrados a las comodidades que brindan las nuevas tecnologías.

Un saludo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario