Pero es que además de estas zonas, aquí se encuentran los principales museos de la ciudad, como el de Historia Nacional Estadounidense, el de Historia Natural, el del Aire y el Espacio....una brutalidad de sitios en tamaño y contenido que además son gratuitos.
Así que uno se puede hacer a la idea de que para visitar Washington y sus propuestas se puede necesitar algunos días, pero lamentablemente nosotros no disponíamos de este privilegio y como ya habíamos visitado el de Historia Natural en Nueva York y para el de Historia Nacional necesitaríamos mucho mucho tiempo, y (principalmente) como el que aquí escribe se emociona un poco con los temas relativos al cosmos, Eli tuvo el detalle de dejarme escoger, así que nos fuimos al Smithsonian Air and Space, que resultó una maravilla para perderse un día entero con tranquilidad y donde se pueden ver desde rocas lunares hasta reproducciones del Hubble a tamaño real, la New Horizons (qué pequeña!), el módulo del Apollo 11 o aviones de la Segunda Guerra Mundial. Una colección impresionante, donde se puede interactuar con muchas secciones de forma didáctica e incluso con un cine Imax en su interior con algunos documentales.
De los lugares emblemáticos que comentaba, impresiona el monumento a Washington, sobre ese montículo de un verde intenso y el conjunto de paseo con el característico lago artificial rectangular que lleva al monumento a Lincoln, lago en el que se refleja el edificio en el que se encuentra la figura (enorme) del ex presidente sentado de forma solemne y desde el que, a su vez, desde las escaleras de entrada, se refleja el monumento a Washington en la lejanía.
Un lugar muy bonito al que volvimos al atardecer, merece la pena volver para ver el espectáculo crepuscular sobre las distintas piscinas de agua.
Un lugar muy bonito al que volvimos al atardecer, merece la pena volver para ver el espectáculo crepuscular sobre las distintas piscinas de agua.
Lamentablemente el Capitolio se encontraba en obras, con lo que no resultaba demasiado llamativo, así que enfocamos el tiempo en disfrutar del día en el resto de atracciones.
Ya bien entrada la tarde, paseamos dirección norte entre rascacielos y algunos barrios muy agradables, con esa sensación de haber cumplido con el viaje.
Para el último "medio día" del que dispusimos en Washington antes del retorno, lo dedicamos básicamente al museo National Geographic, ya que vimos que hacían una exposición de Indiana Jones y por tiempo se ajustaba, así que nos despedimos de D.C. a golpe de látigo del Dr. Jones y comiendo más tarde en el lugar más americano (de esos que sirven costillar a lo bestia, patatas a kilo y hamburguesas de dinosaurio) que encontramos por la zona, el Black Rooster Pub.
Parece una tontería, pero no es tan sencillo encontrar estos sitios (a un precio razonable) en las grandes ciudades dada la moda generalizada de comida "sana" a base de ensaladas. Eso sí, ensalada a la que le meten dos kilos de salsa...
Ya bien entrada la tarde, paseamos dirección norte entre rascacielos y algunos barrios muy agradables, con esa sensación de haber cumplido con el viaje.
Para el último "medio día" del que dispusimos en Washington antes del retorno, lo dedicamos básicamente al museo National Geographic, ya que vimos que hacían una exposición de Indiana Jones y por tiempo se ajustaba, así que nos despedimos de D.C. a golpe de látigo del Dr. Jones y comiendo más tarde en el lugar más americano (de esos que sirven costillar a lo bestia, patatas a kilo y hamburguesas de dinosaurio) que encontramos por la zona, el Black Rooster Pub.
Parece una tontería, pero no es tan sencillo encontrar estos sitios (a un precio razonable) en las grandes ciudades dada la moda generalizada de comida "sana" a base de ensaladas. Eso sí, ensalada a la que le meten dos kilos de salsa...
Y así llegó el final, tras 16 días muy intensos, con los 7 vuelos, las no sé cuántas millas, los hoteles, moteles...en definitiva un viaje como los que nos gustan, exigentes, de desconexión casi absoluta porque no te queda otra, no hay opción a pensar en otra cosa que sea el mismo por la cantidad de lugares y rutas, de emoción continua, de conocer día sí y día también rincones desconocidos, gente de todo tipo, de momentos con tensión, de alegrías y cierta tristeza a la hora de dejar algunos sitios.
Hemos vuelto a lugares emblemáticos como Nueva York, a la que en futuro estoy seguro regresaremos de nuevo (en otra estación), entre otras cosas porque existen algunas rutas hacia el norte que pueden ser muy atractivas usando como punto de partida la ciudad que nunca duerme.
Hemos visitado un poco esa América profunda, anclada en ocasiones en un tiempo remoto, llegando hasta las costas de Carolina del Norte, con paisajes de película, bosques, ríos enormes (pero enormes), carreteras perdidas....
Nueva Orleans, un lugar sin duda especial, probablemente la estrella de nuestro viaje, que nos ha hecho descubrir nuevos matices musicales, ser parte de esa devoción por el arte en infinitas manifestaciones, con ese aire urbano decadente, esa alegría sureña y ese pequeño chute adrenalínico que supone caminar por esas callejuelas llenas de magia y misterio.
Lancaster, otro reducto aislado en el tiempo, ese entrar y salir continuamente de nuestra era tecnológica, una ventana a otra época mientras esperas que el tren pase por las vías, a un lado un Chrysler Voyager y al otro un carro tirado por caballos, esa dualidad única envuelta en campos interminables de maíz.
Y todos esos pueblos y ciudades, grandes o pequeñas, Gettysburg, Luray, Charlottesville, Greenville, Columbia, Annapolis, Richmond, Alexandria....todas ellas han pasado por nuestras vidas, a través de carreteras de 1, 2, 3, 4 y 5 carriles, mientras la radio quemaba pista tras pista, hasta llegar a esa cafetería perdida en Virginia, donde se sirve una y otra vez ese maldito café aguado, donde seguro un día alguien tuvo un sueño...nosotros por nuestra parte hemos cumplido humildemente uno de los nuestros.
Hemos vuelto a lugares emblemáticos como Nueva York, a la que en futuro estoy seguro regresaremos de nuevo (en otra estación), entre otras cosas porque existen algunas rutas hacia el norte que pueden ser muy atractivas usando como punto de partida la ciudad que nunca duerme.
Hemos visitado un poco esa América profunda, anclada en ocasiones en un tiempo remoto, llegando hasta las costas de Carolina del Norte, con paisajes de película, bosques, ríos enormes (pero enormes), carreteras perdidas....
Nueva Orleans, un lugar sin duda especial, probablemente la estrella de nuestro viaje, que nos ha hecho descubrir nuevos matices musicales, ser parte de esa devoción por el arte en infinitas manifestaciones, con ese aire urbano decadente, esa alegría sureña y ese pequeño chute adrenalínico que supone caminar por esas callejuelas llenas de magia y misterio.
Lancaster, otro reducto aislado en el tiempo, ese entrar y salir continuamente de nuestra era tecnológica, una ventana a otra época mientras esperas que el tren pase por las vías, a un lado un Chrysler Voyager y al otro un carro tirado por caballos, esa dualidad única envuelta en campos interminables de maíz.
Y todos esos pueblos y ciudades, grandes o pequeñas, Gettysburg, Luray, Charlottesville, Greenville, Columbia, Annapolis, Richmond, Alexandria....todas ellas han pasado por nuestras vidas, a través de carreteras de 1, 2, 3, 4 y 5 carriles, mientras la radio quemaba pista tras pista, hasta llegar a esa cafetería perdida en Virginia, donde se sirve una y otra vez ese maldito café aguado, donde seguro un día alguien tuvo un sueño...nosotros por nuestra parte hemos cumplido humildemente uno de los nuestros.
John The Revelator - Curtis Stigers & The Forest Rangers
Gracias por leernos, un saludo.
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