Queríamos ver el
amanecer, así que a las 5 y media estábamos en planta (quién dijo
vacaciones?) y salimos para ver el espectáculo. Muy bruto.
Más que habitaciones,
son villas, unidas por caminos empedrados y rodeado de plantas,
palmeras...es decir, el sitio es como uno de esos resorts de la
Riviera Maya. Nada más salir de la nuestra teníamos un pequeño
puente de madera un poco más adelante los arrozales rodean el lugar,
así que la estampa dorada del lugar era como para llorar, con los
rayos de sol saliendo al fondo entre las montañas, alguna nube baja
y todo teñido de color oro mientras al fondo un tipo faenaba los
campos de forma silenciosa con el característico sobrero de pico
vietnamita. Es que no nos quedan lágrimas ya, maldición.
Mientras quemaba la
cámara y Eli asistía horrorizada a mi acto desenfrenado de frikismo
fotográfico, las alimañas comenzaron a agolparse a mi alrededor,
una libélula se zampó a otra al vuelo, aparecieron seres voladores
enormes, las ranas croaban a lo bestia, gusanillos por el suelo,
hacía un minuto ahí estaba yo sólo copón! Igual los envió Eli
para que dejara de fotografiar la postal.
Recordé ciertas
sanguijuelas muy majas que creo recordar habían por la zona según
un documental que vi no hace mucho, así que tras grabar cómo la
libélula se crujía a la otra a lo Félix Rodríguez nos piramos a
desayunar. Durante el mismo planificamos un poco la rutilla a seguir.
El garito nos dejaba
las bicis, pero nos hacía más la idea de pillar una moto y poder
llegar a algunos lugares algo más alejados, aunque en la zona en la
que estábamos no había ningún sitio para alquilarlas, así que
visitamos primero la cueva del Buda y más tarde de camino a Tam Coc
ya buscaríamos algún sitio.
El lugar funciona así,
Tam Coc es el epicentro de la zona digamos turística, donde existen
varios puntos para poder hacer un paseo en canoa por los ríos de la
zona mientras se atraviesan las formaciones rocosas características
de la zona. No es que exista uno, es que hay varios repartidos por la
zona, por lo que es recomendable hacerse con un buen mapa y priorizar
lo que se quiere ver, y, bajo mi punto de vista, a qué hora se
quieren ver, ya que si hace un día de calor de mil demonios como el
que nos hizo a nosotros, hacer un paseo en barca bajo un sol de
infarto puede ser demoledor.
El paseo por Tam Coc es
el más conocido, pero por ejemplo, un poco antes de este existe el
Thung Nang, que atraviesa otro valle...vimos más, como en la zona de
Trang An, donde fuimos con la moto y que se encuentra a unos 30 y
pico kilómetros de Tam Coc.
La cueva del Buda que
visitamos no deja de ser otro paseo en barco, aunque más que
atravesar un paraje, lo que se hace es íntegramente meterse en una
cueva y atravesar la montaña.
A pesar de no ser muy
conocida, resultó ser la travesía por cueva más larga que hicimos,
en total oscuridad tan sólo iluminados por una linterna que nos
dejaron para ir señalando un poco el camino al “remero”.
No nos esperábamos una
experiencia así, con lo que el cague fue considerable ya que el
sitio está lleno además de murciélagos y es un buen rato el que se
pasa dentro, aunque pasados los primeros minutos de “madre mía
madre mía dónde vamos?!” lo disfrutamos a tope.
Además de esta gruta,
el sitio es una especie de parque natural, en el que se puede uno
perder por sus caminillos y serpentear la zona mientras el paisaje te
deja ko, encima eran poco más de las 8 de la mañana, con lo que no
había ni Dios en la zona, absolutamente solos en el valle.
Una vez salimos de la
zona, nos dirigimos con las bicis hacia Tam Coc para ver si
pillábamos una moto y encontramos un hotel que las alquilaba. Ya
motorizados nos fuimos dirección Ninh Binh y una vez por allí
preguntamos para ir a Trang An, sitio en el que también hay una zona
para ir en canoa y en el que el resto del lugar es otro parque
natural para serpentear caminos, arrozales, puentes de piedra y
disfrutar de las vistas.
De regreso comimos en
un garito donde una mujer nos había indicado muy amablemente el
camino hacia Trang An, pedimos pincho de cabra, al parecer la carne
típica de la zona, rollitos, of course y pollo con piña.
La carne de cabra
estaba deliciosa, a la brasa y con zanahoria caramelizada, el pollo y
los rollitos no estuvieron a la altura.
La idea era hacer el
paseo en canoa en Tan Coc rozando la última hora del día, para
disfrutar de esos tonos crepusculares y de paso para que el sol no
nos azotara demasiado, así que para hacer tiempo nos dirigimos a
Hang Mua, un lugar en el que hay unas escaleras que se elevan hacia
la cima de una montaña y donde las vistas al parecer son
espectaculares.
Para encontrar el lugar
hay que tomar la carretera que sale de Tam Coc dirección a Ninh
Binh, pero antes de llegar al final hay un desvío hacia la izquierda
(cerca de una pequeña gasolinera), se atraviesa una villa y más
adelante ya se ve un cartel indicando la dirección.
Lógicamente para
llegar nosotros tuvimos que preguntar hasta al perro del Hortelano,
pero eh, esta la pago yo.
Una vez allí pagamos
el ticket de entrada (por cada sitio se paga algo para entrar, tanto
para la cueva del Buda, como el paseo en Tam Coc, etc.) y dejamos la
moto en el parking (también se paga, suelen ser 10k dongs).
La chica de recepción
partió una fruta con un mega cuchillo que sacó de la nada y cuando
pensamos que nos iba a degollar allí mismo nos ofreció la fruta,
venga.
Compramos dos aguas y
nos dispusimos a cascarnos la subida, aunque antes pasamos por un
pequeño parque lleno de árboles y un estanque circular, donde una
anciana quemaba ramas y barría el suelo mientras una figura de un
Buda quedaba al fondo arrastrando una especie de mazo gigante.
Comenzamos la subida
por las escaleras empedradas con un dragón multicolor que quedaba a
nuestra izquierda, muy risueño él, como diciendo “os espera una
buena subida catetos”.
Y así fue, la subida
es interesante y la “excursión” se toma su buena hora de
subida/bajada, pero al llegar a la cima las vistas son
impresionantes.
En una especie de mini
santuario, con una estatua de una virgen o una señora muy pálida
(no estaba yo para santería), flanqueada por cuatro columnas y
abierto a los cuatro vientos, Tam Coc queda a nuestros pies, en un
zig zag entre arrozales y montañas y a nuestra espalda el valle por
el que habíamos venido, que ahora se presentaba como un interminable
campo de cuadrados verdes y alguna montaña perdida, sin duda todo
cobra otra dimensión desde esa altura, merece mucho la subida
sinceramente.
Regresamos, pillamos la
moto mientras la tipa del cuchillo jugaba a las cartas con los
colegas y nos dirigimos a Tam Coc para hacer el paseo en barca ya que
eran sobre las 16h y como el paseo dura 1:30, calculamos que veríamos
la puesta en la barca, y así fue.
Entrar al “parque”
de Tam Coc cuesta 30k y una barca 80k. La primera suma te permite
pasear por los caminos que llevan a un templo de la zona y algún
sitio más, el segundo importe te da derecho a un paseo en canoa.
Encontrar el sitio no tiene misterio ya que está muy indicado y se
ve a la legua por el gentío que transita la zona.
Durante 1:30
atravesamos tres pequeñas cuevas (nada que ver con la mega cueva del
Buda de por la mañana), donde realmente luce este paseo es sin duda
al emerger tras salir de la gruta y encontrarse rodeado de ese
paisaje, con el único ruido de los animalillos del lugar, el
chapoteo del agua y el viento. Por cierto que los conductores de la
canoa aquí tienen la habilidad de remar con los pies, es digno de
ver, casi tan digno como la gesta de estar 1:30 dándole al remo sin
apenas pausa, así que al llegar a la mitad del camino (son 45
minutos de ida y regreso) le pagamos una bebida al buen hombre, que
además nos iba avisando de algunas zonas interesantes y nos hizo
algunas fotos.
Tras el viajecito
devolvimos la moto y nos fuimos para el hotel directos a la piscina,
un poquito de relax después de un día en el que por cierto brilló
el sol como nunca. Cenamos y todavía no teníamos muy claro si
alargar un día más nuestra estancia por aquí o regresar a Hanói
para darle un día y medio a la ciudad.
Lo decidiríamos a la
mañana siguiente.
Un saludo!