El cielo estaba templado, cientos de chicharras agonizaban por la calor asfixiante que nos acompañaba implacable.
Caminamos tocando madera recia, sintiendo tatamis bajo nuestros pies como si estuviésemos en otra época...fue entonces cuando nos dimos cuenta de que estábamos solos y que nos rodeaba un verde imposible, silencioso y bello.
Un estremecimiento me recorrió el cuerpo y el sudor quedó congelado a la altura de mis ojos, llorosos por lo que estaba contemplando.
Quise correr, saltar y perderme por entre la maravilla, pero caminamos silenciosos mientras el bambú danzaba susurrando palabras olvidadas.
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