Allá por 2002, Roman Polanski presentó la adaptación de las memorias de Wladyslaw Szpilman, un famoso pianista polaco que sufrió el holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
El pianista se aparta un poco de los aspectos más bélicos y de los típicos campos de concentración para retratar la historia de supervivencia de un hombre envuelto en sucesos excepcionales. Lo vemos todo a través de los ojos de una persona normal, que ve pasar como un "espectador" como el mundo poco a poco asfixia su ser hasta hacerle buscar las maneras más inverosímiles para sobrevivir.
Durante los casi 150 minutos de duración de la cinta (no hay que perderse los créditos finales) Polanski retrata la historia de Szpilman apoyada también en los recuerdos del propio director, ya que también es un superviviente, lo que hace que la cinta tenga un realismo y una ambientación acojonante. De hecho, podemos ver un documental en el mismo disco (doblado, sorprendentemente, o al menos en su edición blu ray) donde se puede apreciar la comparación de imagenes reales con las rodadas para el film. El trabajo realizado es magnífico, incluida la recreación del gueto de Varsovia mediante unos barracones soviéticos que iban a ser derruidos.
Ciertos planos y juegos de luz son sublimes, acongojan por su realismo y belleza sin olvidar los múltiples detalles que el director muestra fugazmente y en los que el espectador repara irremediablemente bien por su crudeza como en el caso de los múltiples cadáveres que campan por las calles o bien por simplemente parecer una ventana a un mundo de horror.
Adrien Brody está fantástico como protagonista, centrando totalmente la atención del espectador así como su banda sonora, que aunque uno no es que sea un especialista en música clásica, suena a las mil maravillas y transmite una orgía de sentimientos cada vez que suena bastante potente. Amén de una escena (reconocible cuando se vea) que brilla con luz propia. Fantástica.
El pianista no recurre, o por lo menos a mi no me lo ha parecido, a la lágrima fácil. No es que no tengamos nuestra dosis de música lastimera acompañada de imagenes crudas, que forman un nudo en la garganta de cualquier ser de sangre caliente, las hay, pero al ser una historia con un pulso narrativo tan constante, de situaciones, de tensión, de sucesos descontrolados, no deja apenas tiempo para reparar en la brutalidad que estamos visionando. Todas esas sensaciones las deja para el final, para que recapacitemos una vez vista, como un recuerdo o un sueño muy intenso. Esta es una de las grandezas de esta cinta en mi opinión.
Un peliculón de obligado visionado para entender (ideologías bélicas, históricas y mandangas aparte) ya no la historia de la Segunda Guerra Mundial, sino la historia de un ser humano en mitad de ese horror.
Un saludo!
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