Serpenteando estrechas y silenciosas calles, mientras el cálido olor a pan recién hecho inundaba los sentidos, llegamos a una solitaria plaza.
Un hombre con la mirada perdida esbozaba finos trazos sobre un papel en el que lloraban árboles deshojados mientras cerca de allí una pareja se dedicaba tímidas sonrisas de complicidad, al otro lado de la calle divisamos un camino que llevaba hasta un antiguo muro, franqueado por verjas oxidadas y oscuras, bañadas por las hojas de los árboles que lamían una pequeña entrada a medio cerrar...
Quedamos quietos un instante mientras las nubes danzaban sobre nuestras cabezas, la brisa escupía tímidos rayos de hielo y fuego y cuando el tiempo se paró pudimos ver que el poeta había ingresado cadáver...lejos de la casa que lo vio nacer, allí, bajo una losa de piedra verde oscura rodado de tributos de su tierra.
Ingresó cadáver.
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