Steven Soderbergh va camino de tocar absolutamente todos los palos en el mundo del cine.
Igual se mete en comedia, en la ciencia ficción o como en este caso, un thriller con tintes dramáticos que pretende ahondar un poco en el mundo de los fármacos de la mano de un Jude Law.
Law interpreta un psiquiatra que recibe como paciente a Emily Hawkins, una chica sumida en una profunda depresión que comenzará a consumir un nuevo tratamiento experimental para intentar recuperar su vida normal junto a su marido, recién salido de la cárcel.
Con este caldo de cultivo Soderbergh nos introduce un poco en el día día de la psiquiatría, manejando ciertos perfiles como los chupasangres snobs que pretenden ganar pasta probando nuevos medicamentos en pacientes de todo tipo y llegando hasta el ciudadano corriente, que parece ver desde la lejanía un problema extraño y en potencia peligroso.
Todo ese mundo se construye en su primera mitad, formando un castillo de naipes interesante y bastante sólido que parece ser como una novela seria de Robin Cook. Es entonces cuando Soderbergh pega un giro que impulsa de nuevo el film hacia el thriller y que termina por conseguir la complicidad del espectador para ver hacia donde va toda esta historia. Al finalizar la sensación es algo agridulce, en general es buena, muy superior a la media de cintas de este tipo, pero algunos detalles no acaban de convencer.
Es en esta "segunda parte" cuando todo se vuelve más frenético, y precisamente este sea uno de los puntos débiles, alejándose de la naturaleza sobria mostrada hasta entonces, donde el guión flojea en alguna resolución, donde se cae en algunos clichés algo manidos ya en el género y donde todo parece, en definitiva, demasiado orquestrado para que las piezas encajen de forma algo apresurada a pesar de sus buenas intenciones.
En cualquier caso, se tocan temas interesantes sobre el mundillo de las farmacéuticas, de forma algo menos visceral que en El jardinero fiel, ya que aquella además se movía en un terreno más "salvaje", pero sí que deja entrever ese lado oscuro de intereses (aunque a nadie sorprende ya, todo sea dicho), efectos bursátiles y elementos conspiranoides. Detalles que suelen gustar y que dejan puntos favorables de cara al espectador y que nutren de cierta profundidad a la historia. Por supuesto no faltan las escenas made in Soderbergh con esa fotografía en tonos muy concretos en función de lo que quiere mostrar el director.
No es una obra top, pero resulta entretenida, superior a la media en este tipo de cintas e interesante en general.
Un saludo!
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