Es de admirar que en el manido género de terror, en el que cuesta realmente encontrar resquicios de sorpresa e impacto dentro de un mundo en el que las reglas penden de un hilo por su propia naturaleza, directores como David Robert Mitchell se arriesguen en mostrar una propuesta interesante y bien rodada, aunque no carente de fallos bajo mi punto de vista.
Obras como Expediente Warren, Cabin in the Woods o My Soul to Take han demostrado que se puede seguir realizando género de terror de calidad ya sea orientado al sistema más clásico, al entretenimiento e incluso dándole una vuelta de tuerca al típico slasher.
It Follows nos cuenta la historia de Jay, una adolescente que tras mantener relaciones con un desconocido comienza a sentir la presencia de algo perturbador.
Se podría decir que la cinta emplea cierto terror psicológico, jugando con esa sensación de persecución continua de lo desconocido, de lo que se vislumbra pero no se ve con total claridad y con una leve esencia de slasher pero sin llegar a la brutalidad gratuita y por fases a las que nos tienen acostumbrados estas producciones.
Tras un enigmático y brutal comienzo, en el que ya podemos palpar cierta tensión y sensación de desconcierto, comienza a gestar un miedo visceral que afectará al grupo más por las relaciones personales que por el recurso visual.
Esta sensación de agobio continuada es una de las grandes bazas que tiene It Follows y por lo que llama la atención en gran parte de su viaje, pero lamentablemente el cierre no resulta tan elegante como su construcción y recursos narrativos, en una serie de precipitados acontecimientos que no parecen casar demasiado con la esencia del film y que no termina de impactar o acabar con nuestros nervios.
A pesar de este detalle, la cinta mantiene muy buen nivel en general en todos los aspectos, siendo sólida tanto a nivel visual como en su digamos "retro" componente sonoro, lo que la dejan en una muy buena posición dentro de su género.
Un saludo.
25 de mayo de 2015
16 de mayo de 2015
Mad Max: Fury Road
George Miller resucita su propia criatura tras haber pasado 30 años desde que cerrara la famosa trilogía interpretada por Mel Gibson.
Como si de una continuación directa tras la Cúpula del Trueno se tratase, Fury Road nos sitúa de lleno a espaldas de Max, en un plano fantástico que parece beber de westerns como Centauros del desierto, entre el tormento de su pasado y la lucha por la supervivencia en el "mismo" mundo hostil que ya vimos en las anteriores entregas.
A partir de ahí lo aconsejable es abrocharse el cinturón y dejarse llevar por su endiablado ritmo durante sus dos horas de duración a lomos de una solvente Charlize Theron, de un Tom Hardy cumplidor aunque con algo menos de carisma que Gibson, y de Hugh Keay-Byrne como Inmortan Joe, una suerte de mesías para la muchedumbre y que representa el control dictatorial en esa locura de sociedad establecida.
Parece como si Miller hubiese podido por fin liberarse de todas esas ideas que, o bien por falta de experiencia o bien (esto sin duda) por imposibilidades técnicas de la época, se quedaron en el tintero en su trilogía original, ya que el desparrame de acción y potencia tanto visual como sonora de la que hace gala tan solo parece posible teniendo muy bien pensado el universo de Max.
Un universo que inspiró a muchas obras post apocalípticas que llegaron posteriormente tanto en el mundo del celuloide como en el cómic, como la obra ultra violenta y de inspiración directa del dúo japonés Buronson/Hara, First of the North Star, y que hace soñar con una adaptación digna tomando como ejemplo lo conseguido por Miller.
Prácticamente no hay respiro, se podría decir que la cinta es una persecución sin descanso, en el que tan solo sucede un pequeño receso llegados a cierto punto para volver a rematarnos con unas secuencias finales sencillamente acojonantes.
Es en este momento en el que todo queda en calma donde parece peligrar la estructura, pero pronto aceptamos que la historia únicamente pretende un pequeño empujón narrativo para terminar de atar cabos y darle sentido a esa batalla interna que sufren los protagonistas. Historia de la que tan solo a fogonazos se nos ha ido informando, en todo un alarde de ritmo, de no sacrificar la esencia del film que no es otra que la acción pura y dura envuelta en la demencia humana.
Mad Max es un entretenimiento de primera, con una factura técnica brutal (pero mucho) y con unos diseños esperpénticos pero aparentemente funcionales en la que solo flaquea cierta moraleja en su cierre, como si Paulo Coelho hubiera tomado las riendas de la historia en algún momento y peligrosamente pueda parecer ingenua y predecible al fin y al cabo. Pero es un punto débil tenue, y desde luego brillan mucho más el resto de bondades.
Un saludo.
11 de mayo de 2015
El hobbit: La batalla de los 5 ejércitos
Creo que salí tan saturado con la anterior que no me extraña que casi la haya visto por el plus, y es que esta última parte de la nueva trilogía de Peter Jackson se me presentaba muy cuesta arriba, esperando únicamente una mega batalla, mucho correr de aquí para allá y no sé, algo del dragón de la segunda...
En ese sentido no defrauda, hay un trozo del dragoncito, cuyo único fin de existir en esta entrega es darle un comienzo espectacular a la historia, ya que la siguiente hora es directamente soporífera.
Hay, para ser sinceros, poco movimiento en cuanto a localizaciones ya que casi todo sucede en el mismo lugar y hay una mega batalla, donde como ya está todo visto en cuanto a piruetas, flechazos y decapitaciones, pues se han sacado de la manga el ataque de la piedra mortal.
Esto es que un hobbit lanza una piedra del tamaño de un smartphone y mata a un orco de unos 120 kilos, a ojo.
En ese sentido no defrauda, hay un trozo del dragoncito, cuyo único fin de existir en esta entrega es darle un comienzo espectacular a la historia, ya que la siguiente hora es directamente soporífera.
Hay, para ser sinceros, poco movimiento en cuanto a localizaciones ya que casi todo sucede en el mismo lugar y hay una mega batalla, donde como ya está todo visto en cuanto a piruetas, flechazos y decapitaciones, pues se han sacado de la manga el ataque de la piedra mortal.
Esto es que un hobbit lanza una piedra del tamaño de un smartphone y mata a un orco de unos 120 kilos, a ojo.
Todo ello, la mega batalla digo, con unos efectos especiales muy majos, alguna fotografía (solo faltaría) llamativa y...poco más, porque los minutos, tras ese comienzo del dragón, se suceden interminables entre primeros planos en cámara lenta, gente corriendo histérica de aquí para allá cuya única función es entretener a los protagonistas para ganar tiempo y llegar al único e importante fin, ese festival de orcos contra elfos, enanos y criaturitas varias.
Peter Jackson parece vacilarnos en cada secuencia, ya no solo dando vueltas sobre un mismo concepto una y otra vez, potenciando lo que tímidamente se criticó en la verdadera trilogía para aquí exponerlo sin disimulo....es entonces cuando más cae uno en sus errores, en la tomadura de pelo de convertir un texto que roza el relato en casi 9 horas de metraje.
Si por lo menos resulta innovador o una experiencia para los sentidos fuera de los frames vitaminados....pues vale, pero es que el resultado es en gran medida soporífero, lleno de momentos anti climáticos, en una oda al sin sentido del ritmo, y todo ello envuelto en cuatro escenitas que vaticinan lo que está por venir...en una suerte de tributo a su propia obra, para gozo de los más acérrimos fans....para el resto que nos zurzan.
Si por lo menos resulta innovador o una experiencia para los sentidos fuera de los frames vitaminados....pues vale, pero es que el resultado es en gran medida soporífero, lleno de momentos anti climáticos, en una oda al sin sentido del ritmo, y todo ello envuelto en cuatro escenitas que vaticinan lo que está por venir...en una suerte de tributo a su propia obra, para gozo de los más acérrimos fans....para el resto que nos zurzan.
Un saludo.
4 de mayo de 2015
Daredevil (serie)
El peñazo interpretado por Ben Affleck hace ya unos añitos sobre el temerario héroe ciego de Marvel ciertamente ponía fácil la tarea de mostrar algo mejor en la pequeña pantalla.
Pues bien, Netflix ha conseguido llamarnos la atención con esta oscura, sobria y trepidante aventura en la que se mima desde el thriller más purista hasta flirtear con el género noir, sin temblarle el pulso a la hora de dar hostias, de las buenas por cierto.
La historia presenta a un par de abogados que comienzan su aventura empresarial en uno de los barrios más chungos de Nueva York (por lo menos hace unos años), Hell's Kitchen, donde uno de ellos, además de defender la ley ante los tribunales, aplica otro tipo de sentencias algo menos diplomáticas.
Reconozco que éste es el tipo de historias de la abrumadora cantidad de cintas del universo de super héroes que más me atrae, ese perfil oscuro, ese clasicismo del bien y el mal balanceado peligrosamente sobre la delgada línea que separa la cordura de la locura en un protagonista enfrentado a sus propios miedos, con su némesis interpretado por un villano con presencia que huye del ridículo de los planes de conquista tan manidos y absurdos, para incluso presentar un proyecto de dudosa moralidad pero que plantea cuestiones interesantes sociales como hasta dónde estamos dispuestos a llegar en pos de la paz y el estado de bienestar en nuestras vidas a cambio de arrancarnos nuestra alma por mirar hacia otro lado ante sacrificios inocentes.
Aquí no hay invasiones extraterrestres (de momento), ni malotes embutidos en trajes de acero que lanzan rayos por el trasero. Aquí se presenta una historia oscura, de ambiciones ocultas, de trabajo en la sombra, de corrupción, de manipulación de los medios y de poder, envuelto todo ello entre secuencias a tortazo limpio, con unas coreografías cojonudas y que nos recuerdan que no es necesario atravesar un edificio, patinar sobre cristales y acabar machacando doscientos monigotes para impresionar al espectador, tan solo son necesarios cuatro golpes secos y un crujir de huesos para que nos llegue el escalofrío y el dolor a través de la pantalla.
La profundidad que una serie se puede permitir, con unos personajes interesantes, potentes, que creen en el proyecto, en especial un Vincent d'Onofrio como Kingpin (o Wilson Fisk) que sencillamente se come la pantalla cada vez que aparece, unido a un apartado técnico a la altura que no escatima en recursos a la hora de mostrar músculo, redondea una pequeña joya en forma de 13 episodios que desde ya se sitúa por delante de muuchos productos más ruidosos de Marvel.
Con placer se espera su segunda temporada.
Un saludo.
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