Feliz 2019
31 de diciembre de 2018
23 de diciembre de 2018
Roma
Sin duda Alfonso Cuarón tiene una conexión muy poderosa con todo lo relacionado con la vida, con la maternidad y con cómo el ser humano lucha por sobrevivir en un entorno en gran parte hostil.
Roma no nos traslada a un futuro distópico donde ya no nacen bebés, ni a al espacio exterior donde una astronauta escapa de su mundo para entender el sentido de la vida y para regresar a su hogar como si de una fecundación planetaria y un nuevo nacimiento se tratara.
En su lugar nos traslada a un barrio mexicano de clase medio alta en sus convulsos años 70, donde una familia, que no es otra que la representación de la del propio Cuarón, vive su día a día.
Cloe es una interina que presta sus servicios a dicha familia, cuyos vínculos se verán debilitados y reforzados a medida que los días y los meses pasan.
Roma se cuece de forma lenta, nos presenta sin prisas y mediante planos reposados ese pasar del tiempo en blanco y negro, esas vidas que se entrelazan de forma aleatoria, esa felicidad, esa manera de vivir tan lejana y a la vez tan reciente, con esa vertiente violenta que solo el ser humano y la vida como tal es capaz de generar de forma tan impactante y cuya realidad siempre supera la ficción.
La obra más íntima del director mexicano es una pequeña masterpiece que nos mantiene sedados con esa fotografía casi orgánica y con ciertos pasajes cuya potencia emocional te dejan en estado de shock, sobre todo en su tramo final, con una bofetada de tal magnitud que cuesta levantarse, cuesta mirar a la pantalla.
Hasta llegados a esa playa, donde sucede probablemente una de las escenas más bellas y emotivas que se recuerden en el mundo del cine.
Un saludo.
Roma no nos traslada a un futuro distópico donde ya no nacen bebés, ni a al espacio exterior donde una astronauta escapa de su mundo para entender el sentido de la vida y para regresar a su hogar como si de una fecundación planetaria y un nuevo nacimiento se tratara.
En su lugar nos traslada a un barrio mexicano de clase medio alta en sus convulsos años 70, donde una familia, que no es otra que la representación de la del propio Cuarón, vive su día a día.
Cloe es una interina que presta sus servicios a dicha familia, cuyos vínculos se verán debilitados y reforzados a medida que los días y los meses pasan.
Roma se cuece de forma lenta, nos presenta sin prisas y mediante planos reposados ese pasar del tiempo en blanco y negro, esas vidas que se entrelazan de forma aleatoria, esa felicidad, esa manera de vivir tan lejana y a la vez tan reciente, con esa vertiente violenta que solo el ser humano y la vida como tal es capaz de generar de forma tan impactante y cuya realidad siempre supera la ficción.
La obra más íntima del director mexicano es una pequeña masterpiece que nos mantiene sedados con esa fotografía casi orgánica y con ciertos pasajes cuya potencia emocional te dejan en estado de shock, sobre todo en su tramo final, con una bofetada de tal magnitud que cuesta levantarse, cuesta mirar a la pantalla.
Hasta llegados a esa playa, donde sucede probablemente una de las escenas más bellas y emotivas que se recuerden en el mundo del cine.
Un saludo.
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