11 de julio de 2015

Terminator: Génesis

La quinta entrega iniciada por James Cameron en 1984, se presenta en cines para darle una vuelta de tuerca a la historia de los Connor y ese "día del juicio final" que supuso la aniquilación de 3000 millones de vidas para dar paso a la era de las máquinas y su control sobre la humanidad.


Ha llovido mucho desde que Cameron nos dejara acongojados allá por el 91 con una obra que supuso un paso enorme tecnológico en el mundo del cine y la confirmación definitiva de un director que parecía convertir en oro todo lo que tocaba, a lo Spielberg, menos prolífico que el director de ET, pero tanto o más demoledor en taquilla.

La saga resucitó con una tercera parte muy olvidable y un intento de saga con la coletilla "salvation" ambientada íntegramente en ese futuro del que tan solo habíamos visto fragmentos sueltos a modo de recuerdos o pesadillas, pero que no funcionó en taquilla y quedó relegada al olvido y con un Christian Bale centrándose más en el rol de caballero oscuro.

En esta ocasión, la responsabilidad recae sobre Alan Tylor, más conocido por sus trabajos en televisión como Juego de Tronos o Los Soprano que por la floja segunda entrega de Thor.

Terminator Génesis nos situa directamente en la ofensiva final sobre Skynet y narra los acontecimientos que dieron lugar al inicio de todo el embrollo, aquel en el que una joven Sarah Connor era rescatada por un Kyle Reese enviado desde el futuro precisamente en ese momento de la batalla.
Pero lo que se encontrará Reese al llegar poco o nada tiene que ver con lo esperado.

La premisa para los nostálgicos es bastante seductora. Rememorar esos momentos del futuro de los que tan solo tenemos lineas de diálogo de la mano de un Michael Biehn agotado en la primera entrega o ver de nuevo a Schwarzenegger en aquel rol de ciborg implacable son motivos, en principio, más que suficientes para sentirse atraído. 
Y durante los primeros 50 minutos lo consigue, gracias a un ritmo interesante y a balancear momentos emblemáticos con situaciones nuevas, apoyadas en un "Chuache" que a pesar de sus limitaciones consigue ofrecer ese rol crepuscular y entrañable de ciborg con la presencia que solo un tipo que se ha enfundado la chupa de cuero en las otras entregas sabe ofrecer.

Los problemas comienzan cuando entran en escena la carga dramática y cuando se debe desarrollar el guión para dar carpetazo a una historia como mínimo con los mismos agujeros que tenían los clásicos.
Clarke y Courtney no son Linda Hamilton ni Biehn, y eso se nota mucho. Ya no solo por la evidente conexión nostálgica, sino porque la khaleesi ofrece un papel muy flojo, carente de garra y más preocupado en lanzarle miradas adorables a un viejo T-800 que a preocuparse por la esencial misión. Courtney sencillamente es bastante anodino, por fortuna no llega a molestar, pero parece no ir con él la responsabilidad que supone dicho papel.
En cuanto a su guión, el problema de basarse en una historia ya de por sí con algún que otro agujero, es el de además intentar ser todo lo fiel posible al material original y arrastrar esos defectos sin aportar demasiada novedad salvo esas lineas temporales algo torpemente explicadas y que acaban por no importar demasiado salvo para llegar a la consiguiente traca de acción.
Acción que está bien resuelta, que rememora cierto estilo clásico pero en la que también se aprecia cierta rigidez y no demasiado impacto o riesgo visual, por no hablar de la implacable calificación por edades, cuyo efecto se nota de forma más que llamativa.
Ya sabemos que está casi todo inventado, pero no es excusa para no ofrecer algo más fresco. Cabe destacar no obstante la escena del Arnold del 84, todo un trabajo de dobles, efectos, fotografía y puesta en escena.

Ya en su parte final, y tras ciertas escenas con algún bajón de ritmo, todo desencadena en una especie de "cierre no cierre" que deja abiertas algunas posibilidades pero sin creer demasiado en ellas.
En cualquier caso, ha sido un gratificante reencuentro por momentos con el mítico T-800 y con las renovadas escenas clásicas, de las que se echan en falta más y menos tecnocháchara.

Un saludo.


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