Shyamalan pasó de radiaciones, de picaduras de arañas y de mandangas para mostrar de la forma más dramática lo que podría pasarle a cualquier hijo de vecino, en todo un ejemplo de buen gusto, de pulso y con uno de esos finales a los que nos tenía acostumbrados antes de...Airbender. Besson aquí pretende aportar su granito particular a ese universo alternativo de héroes y villanos.
Lucy nos cuenta la historia de una joven que por destinos de la vida adquiere la capacidad de utilizar "algo" más del 10% de la capacidad cerebral que el ser humano viene utilizando en nuestros días.
Podemos decir que los primeros 40/50 minutos son un verdadero torbellino de emociones, mezclando tensión, acción y drama sin olvidar algunos puntos de humor introducidos de forma fantástica para dar paso a una parte final algo más filosófica u onírica por así decirlo.
Esto no es que sea malo, es que es un terreno inexplorado en el que el director da rienda suelta a su imaginación para fundir elementos de 2001 con cierta poesía visual a lo Malick.
El resultado puede gustar más o menos, pero bajo mi punto de vista escoge un camino acertado, sin discursos excesivamente baratos y sin olvidar en cierta medida el tono algo surrealista llevado hasta el momento, buen ejemplo de ello son las tríadas chinas, el genial "villano" escogido para esta aventura.
Freeman cumple como casi siempre en un papel más de narrador que otra cosa, pero consigue atraer nuestra atención y explica de forma sencilla y concisa el terreno en el que se mueve la cinta.
Johansson hace un papel muy destacable salvo por algún momento de excesiva rigidez acompañado de un molesto ruidito como de mecanismo, metido por algún motivo que desconozco, pero en general nos regala todo un tour de force, sobre todo en su primera mitad. Mención especial a cierta secuencia en primer plano que sinceramente a mí personalmente me dejó arrinconado y casi sin aire.
Así que Lucy es toda una sorpresa veraniega, un entretenimiento muy destacable, con una factura muy buena, sin grandes destrucciones de ciudades ni apocalipsis enlatados pero a la que tampoco le hace falta para transmitir esa potencia al espectador, que tiene delante al conocimiento absoluto y juega con él en una contrarreloj como es la vida misma.
Un saludo.
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