10 de septiembre de 2020

Ponyo en el acantilado

Quién me iba a mí a decir que allá por 2008, estando en el museo Ghibli, estando la peli del bicho este recién sacada del horno, que 12 años después sería la peli preferida de mis hijas, y que me pedirían una y otra vez ponerla en la tele...

Reconozco que desde El Castillo ambulante he estado bastante desconectado del universo Miyazaki, pero en cuanto me puse a buscar qué tipo de cine podía utilizar para introducir a las peques en el mundillo, sin duda pensé en el creador de Totoro, Porco Rosso, Mononoke o Chihiro...

Tras descartar lo que a mí realmente me gustaría poner, atendiendo a razones lógicas de edad, recordé esta cinta a la que no presté demasiada atención en su día, precisamente porque me parecía que iba dirigida a un público muy infantil y no estaba yo por la labor por aquel entonces.

El destino ha querido que la reservara quizás para uno de los mejores momentos, y debo decir que Ponyo ha cumplido de sobras...


Es una maravilla, ya desde su inicio es una explosión de sonido y color, a una velocidad perfecta para ciertas edades, visualmente es una belleza, muy plástica, artesanal. 
Los personajes, en especial Ponyo lógicamente, resultan entrañables y además es divertida.

Ciertamente existe una parte algo más compleja, pero es una capa que puede pasar perfectamente inadvertida para los más pequeños, con lo que a ellos les queda la diversión y la fantasía.
Más tarde pueden llegar a ella sin problemas, lo que añade el componente sorpresivo cuando llegue su momento.

Me cuesta horrores encontrar algo que no provoque "ataques epilépticos" a las pequeñas, o diálogos endiablados que no hacen más que saturar...de hecho, únicamente otra cinta de Miyazaki ha creado ese efecto mágico por el momento, Mi vecino Totoro.

En mitad de mucho ruido, Ponyo es un oasis.


Un saludo.