Pocos días antes del estreno de la polémica
Batman v
Superman Netflix presentaba del tirón los 13 episodios de la segunda temporada del hombre sin miedo, el demonio de
Hell's Kitchen.
Tras una intensa y sorprendente primera parte,
Charlie Cox vuelve a enfundarse el traje rojo para continuar su doble cruzada, por un lado hacer cumplir la ley como abogado, siguiendo los cánones establecidos, y por otro como el superhéroe en las sombras que persigue el mismo fin pero de una forma digamos menos ortodoxa.
Un muy buen ritmo, una producción a la altura, unos personajes bien definidos, un villano implacable y unas coreografías a la hora de repartir estopa cojonudas eran sus credenciales más llamativos, sin desmerecer una historia que funcionaba, que enganchaba, y ese perfil de luchador atormentado por sus dilemas morales.
Así que en un mercado cada vez más exigente, en el que se buscan continuamente fórmulas para no desgastar a la audiencia, el regreso del abogado se esperaba con una mezcla de ansia, curiosidad y miedo.
Con los episodios en espera en
Netflix y con las aventuras de
Superman y el hombre murciélago librando una batalla por momentos absurda entre
fanboys y
haters, era hora de regresar a la cocina del infierno (en realidad es
Brooklyn, que es lo que más se parece hoy en día a lo que era
Hell's Kitchen) para comprobar en primera persona si el nivel se mantenía, si bajaba o aumentaba el listón.
El resultado es que
Marvel's Daredevil sigue siendo una de las series más cojonudas de superhéroes en la pequeña pantalla.
Al contrario que la primera temporada, en la que el villano principal era
Kingpin, con el inconmensurable
Vincent D'onofrio, en esta temporada se divide el bloque en dos para introducir personajes del universo
Marvel como son
Punisher y
Elektra, pero éstos, lejos de ser amigos o enemigos, jugarán en cierta dualidad para atormentar aun más al pobre
Daredevil en su lucha interna por justificar la ley por encima de la violencia a pesar de su necesario trabajo en la sombra.
Esta oscuridad irá engullendo poco a poco el universo del abogado llevándose por delante su parte más humana hasta quedar cara a cara contra el dolor y la ira, llevando al personaje al límite como en otras ocasiones ha sucedido con
Batman,
Spiderman y tantos otros.
En mitad de toda esta guerra, volvemos a tener escenas de acción brutales, con un nuevo falso plano secuencia como ya sucediera en su primera temporada en la que acabamos de nuevo agotados tras tanta hostia, hueso roto y violencia.
The Punisher, interpretado por el "amigo" de
Rick en las primeras temporadas de
The Walking Dead, ofrece esa parte animal desenfrenada pero con esa historia de fondo que conmueve al espectador y deja contra la espada y la pared al protagonista a la hora de defender esa parte tan podrida del ser humano que, a pesar de todo, debe ser juzgada en función a unos derechos que mantengan el equilibrio.
Por otro lado,
Elektra representa esa historia de amor/odio que regresa del pasado para sacudir los cimientos del protagonista y sumirlo en un mar de dudas y sueños, mientras el personaje se mezcla con distintas lineas argumentales y sirve como trampolín para futuras temporadas.
El resto de secundarios sigue en un muy buen nivel, con un
Foggy que a pesar de continuar siendo algo empalagoso en su vertiente más conservadora (aunque comprensible por momentos), se muestra asentado en ese rol de fiel defensor del sistema y una
Karen Page con una vena investigadora que representa esa parte más thriller de la historia, encargada de demostrar esa inocencia injustamente enterrada entre conspiraciones de los perfiles más complicados.
Sumemos que
Wilson Fisk aparece en algunos episodios, y un nuevo villano en forma de clan llamado
La Mano, que ofrece cierto misticismo y que por momentos acerca la historia al género del terror y lo sobrenatural, y ya tenemos una fórmula muy potente para hacer funcionar la temporada.
Todo esto y más en 13 intensos episodios que vuelven a dejar con ganas de más y convierte a
Daredevil en una de las propuestas de entretenimiento más cojonudas de los últimos tiempos.
Un saludo.