Louis Bloom es un ratero, un buscavidas que se mueve por las calles de Los Ángeles amparado en las sombras como una alimaña y que un buen día parece encontrar el oficio para el que ha nacido.
Sin duda Nightcrawler tiene bondades, empezando por una interpretación, una vez más fantástica de Jake Gyllenhaal, pasando por una fotografía en ocasiones bastante buena y un fondo interesante que muestra esa ferocidad del mundo de las comunicaciones por ofrecer al pueblo lo que pide en gran medida, morbo.
La cinta atrapa, con un ritmo bastante dinámico donde comienza a alejarse de la naturaleza de otras cintas con la que se la ha comparado, como Drive, cuya propuesta es mucho más de impacto contemplativo, de zarpazo directo y potencia emocional. Aquí tenemos una historia que requiere moverse rápido, que busca continuamente ofrecer a cualquier precio situaciones lo más sugerente posible de cara a que el espectador entienda de qué va todo esto, y ahí es donde a mí personalmente se me comenzó a torcer ligeramente el gesto.
No voy a discutir el ascenso a los cielos del primer buscavidas que nos encontramos, pero cuesta horrores cierta impunidad y, por llamarlo de alguna forma, suerte a la hora de encontrarse casos que precipiten la historia hacia donde el director quiere. Esto nos lo tragamos en CSI porque es lo que es, y porque Horatio Caine es Dios, pero en cerca de dos horas la cosa puede llegar a parecer de chiste.
Y llegados a su punto final, tenemos un cierre que ciertamente termina de subrayar con negrita arial del 36 el mensaje, que se ve venir ciertamente y que no es que sea malo, al contrario, es llamativo, impacta en cierta medida y está bien rodado, pero termina por confirmar que la historia hacía tiempo que había terminado de contarse.
A pesar de estos aspectos, Nightcrawler es bastante entretenida, como conjunto funciona y sin duda es un comienzo más que prometedor del director tras las cámaras.
Un saludo.